SOLA CONTRA LORENA.

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LAS CARTAS DE
               “EL CLUB 69 DE ARIES.”

YOLANDA ME CONTÓ….

CAPÍTULO NUEVE.

Yolanda a lo lejos miró a su madre con mucho odio, con lágrimas en los ojos bajó la vista con la cabeza agachada, comenzó a recordar lo que le sucedió hace once años, cuando en verdad necesitaba que su madre la protegiera.
—Te necesito mamá, te necesito… ayúdame… ayúdame… protégeme… protégeme… —
Expresó Yolanda casi en silencio, con lágrimas en sus ojos que le escurrían por sus mejillas, chocando en la tierra mojándola con su llanto.
Todo empezó hace once años, eran
las vacaciones de verano, a las seis de la mañana tocaban la puerta de la casa de Lorena Díaz Rojas, la mejor amiga de Luisa su madre.
A Yolanda la levantaron muy temprano, a las cinco de la mañana, porque trabajaba su madre, tenía que dejarla encargada en la casa de Lorena, hasta las siete de la noche que regresaba del trabajo, como cada día, solo el domingo estaba con ella haciéndose compañía.
Unos momentos después de tocar se abrió la puerta, ahí estaba la mejor amiga de su madre sí, Lorena de treinta años, con cabello negro corto, como de uno sesenta y cinco de
estatura, de piel blanca.
Yolanda miró con mucho miedo a la
señora, para entonces en ese tiempo media uno cincuenta de estatura, era delgada. Tenía puesta una faldita roja, una blusita gris y una chamarra negra, abrazaba un osito de peluche
de color café, que era su consentido.
—Pásale Luisa ya te estaba esperando, dije ya mero viene. ¿Cómo estas, amiga? —
—Hola manita, aquí te encargo a mi niña, te dejo dinero para su comida. —
—Está bien, gracias por el dinero, veré que le doy de comer, solo te quería decir, que tu hija no se baña bien y se te va a percudir, déjame checarla cuando se bañe para que lo
haga bien, si no, solo desperdicia mi agua y a veces se me vacía el tinaco. —
Yolanda miró con miedo a Lorena, teniendo miedo de lo que pedía Lorena, enseguida la niña le dijo a su madre:
—Mamá no me gusta que me miren desnuda, no me gusta que alguien este conmigo en el baño. —
—Pues si te bañaras bien, no tendría que usar Lorena su tiempo, mientras te cuide tú harás todo lo que ella te diga, y no le desobedezcas para nada, si no, te daré una buena cueriza cuando lleguemos a casa. ¡Me oíste Yolanda! —
Ante la sentencia de Luisa, asustada Yolanda miró a Lorena. Quien se reía de ella, diciéndole:
—Ya oíste a tu madre, me tienes que obedecer en todo, chamaca cochina. —
—Te quería decir Lorena, que este fin de semana te pago lo que te debo, también la semana que te debo del cuidado de mi hija, por ahora no tengo ya dinero. —
—No te preocupes, págame cuando puedas, somos amigas. ¿No? Hoy por ti mañana por mí. —
—Gracias por aguantarme amiga, le compre zapatos a Yolanda y me atrase con tu pago… —
—Ya te dije amiga, no te preocupes, yo siempre te la cuidare con mucho gusto. —
Luisa se despidió, dándose un beso en la mejilla a su amiga, mientras que Yolanda se quedaba sin quien la protegiera, estaba parada en la sala, indecisa miraba para todos lados.
Lorena con su mano derecha cerró la puerta, de inmediato caminó hacia Yolanda, mirándola le ordenó en voz alta:
— ¡Quítate esa chamarra! ¡Pareces una pinche piojosa! ¡Quítatela te estoy ordenando! —
Yolanda obedeció, a pesar de que tenía frio no podía protestar ante ella. Lorena con su sonrisa se acercó a ella, se inclinó un poco tocándole la espalda, entonces le expresó:
—Ya no iras a la cama a dormir, vamos a la cocina a tomar tu desayuno muñequita, porque terminando, hoy yo misma te bañaré, para que estés bien blanquita. —
Después de decir eso, recorrió su mano hacia abajo, acariciándole por encima de su ropa su espalda, sus nalgas, su pierna, enseguida se enderezó Lorena, con una sonrisa perversa caminó con rumbo a la cocina para servir el desayuno.
Siempre encontraba un buen motivo para manosearla. Ahora le ordenó:
—Siéntate chamaca, ya te sirvo el desayuno. —
Muda Yolanda se sentó en la silla, mirando su cereal con leche, viendo a Lorena rodear la mesa hasta colocarse detrás de ella, entonces le gritó:
— ¡Siéntate bien! ¡Te hará mal el desayuno toda chueca! —
Colocó sus dos manos en Yolanda, según ella la acomodaba en la silla, pero le manoseaba los pequeños senos, levantándola de la silla y echándola para atrás, sin quitarle las manos del pecho, la regañó fingiendo coraje:
—Siempre es lo mismo chamaca, te sientas mal y no me obedeces, pero si hoy te portas mal, le diré a tu irresponsable madre que te golpe con el cinturón, para que entiendas.
¡Tu pinche madre solo viene aquí y te bota como el puto estorbo que eres!
¡Eres una pinche inútil! Escúchame estúpida…
¡Solo eres un pinche estorbo para ella! ¡Y yo tengo que batallar contigo! ¡Mejor le pediré permiso! ¡Para que yo misma pueda cocerte a chingadazos si no me obedeces! ¿Me oíste? ¡Siempre tengo que aguantar todas tus pinches estupideces! ¡Eres una pendeja y no otra cosa! —
Mientras regañaba a gritos, con sus manos le seguía acariciando las tetas. Yolanda quieta no debía de protestar, ese día fue el peor para Yolanda, siempre Lorena la manoseaba de una forma o de otra, pero ahora después del desayuno Lorena le gritó:
— ¡A bañarse pinche puerca! ¡Ándale pinche marrana! ¡Ya está el agua caliente! —
Ante esta orden. Yolanda palideció de su rostro, lo temible había llegado, caminó muy despacio y con mucho miedo hacia el baño, solo se quedó quieta en la recámara, estaba mirando a la señora Lorena, quien ya tenía un cinturón negro en la mano derecha, con enojo le expresó:
— ¿Para que pedir permiso? Si no te metes ahorita a bañar, yo misma te golpearé cabroncita. —
Yolanda se quedó quita estaba muy asustada. Lorena dejo el cinturón colgado en un clavo de la pared, se dio la vuelta y enseguida le colocó las manos en su blusita, se la sacó de un
tirón zarandeándola por completo, después con prisa le desato su falda, que cayó en el suelo quedando en su calzón y su pequeño corpiño.
Lorena con sus dos manos se lo quitó a jalones, dejando a la vista las blancas tetas, que se veían deliciosas con un pezón rosita, enseguida le bajó el calzoncito dejando ver todo su cuerpo desnudo.
Lorena la observó detenidamente, saboreando ese cuerpo, como un león hambriento ante un venadito indefenso.
— ¡Métete a donde está la regadera! Vamos a tallarte muy bien toda tu pinche mugre. ¡Ya métete pendeja! —
Gritó Lorena. Mientras con su mano le acariciaba las nalgas, la empujaba para entrar al baño, llena de mucho miedo Yolanda se cubría con sus manos sus tetas y su parte privada.
Lorena la observó que se cubría su cuerpo, entonces le gritó:
— ¡Quítate las pinches manos de ahí! ¡No me voy a enamorar de tu pinche cuerpo! ¡No te das cuenta pendeja! ¡Que soy una mujer, eres una pinche idiota! —
Ahora Lorena con su mano abrió el agua caliente, que al principio estaba helada, echándose para atrás Yolanda para no temblar más de frio, ya que la salpicaba el agua de la regadera, hasta que empezó a salir el agua caliente, entonces la empezó a regular Lorena con el agua fría.
Con fuerza sujeto a Yolanda de la cabeza, metiéndola al agua, enseguida Lorena agarró el zacate y el jabón, con las manos le acariciaba las tetas y con el zacate tallaba su parte íntima, soltó el zacate que reboto por el suelo mojado, ahora enojada le gritaba:
—¡Abre bien las pinches piernas pinche escuincla! ¡Ábrete bien para lavarte la cola! —
Temerosa ante los gritos Yolanda obedeció, abrió un poco sus piernas. Lorena agarraba de lleno acariciándola con deseo, con lujuria mientras el agua caía sobre ella.
Ahora Lorena le ordenó:
— ¡Agáchate pinche escuincla, para lavarte bien las pinches nalgas! —
Colocó Lorena la mano izquierda con fuerza en el cuello, forzándola agacharse, el agua caía en la espalda de Yolanda.
Lorena con sus dos manos con mucha lujuria le manoseaba todo su cuerpo, acariciándoselo una y otra vez excitándose mucho con esto.
Hasta que le gritó:
— ¡Ya me mojé por bañarte! ¡Maldita pendeja! ¡Mira como ya me mojaste! ¡Pinche inútil! —
Con este pretexto, enfrente de ella se quitó Lorena su playera, y enseguida soltó su falda tirándola en un rincón, se desabrochó su brasier dejando sus dos blancos y enormes senos de fuera, enseguida se bajó su panti, tenía su bizcochito bien rasurado y sin pena se lo mostró a Yolanda, aventó en el rincón su panti.
Yolanda la veía con mucho miedo, estaba muda al ver toda desnuda a una mujer, que sin ninguna pena se empezó a bañar con ella, volviéndola a manosear.
— ¡Vamos pinche escuincla agarra el jabón, y lávame mi bizcochito! O ¿Quieres el cinturón? —
Yolanda titubeo, con miedo frotó su mano con el jabón y el sácate, enseguida con pena comenzó a frotar la piel.
— ¡Así pendeja! ¡Tállame bien mi bizcochito para que este bien limpio! —
Abrió Lorena las piernas, dejando a Yolanda que le acariciara toda su papayita.
—Ahora con la palma de tu mano agárramela toda, así agárrame despacito…. ¡Fíjate estúpida! ¡Así! —
Mientras Yolanda con miedo obedecía tocando el cuerpo. Lorena le agarró la otra mano y se la colocó en uno de sus grandes senos, haciendo que se los acariciara.
—Dime pinche estúpida. ¿Te gustaría tener así de grandes los senos cuando crezcas? —
Yolanda miraba sin hablar, tocaba los dos senos guiada por la mano de Lorena, mientras su otra mano seguía tocando el bizcochito de Lorena, enjabonándolo una y otra vez.
—Te enseñaré lo que las mujeres hacemos para tener un cuerpo como el mío. —
Después de decir esto, cerró la llave del agua, mientras Yolanda temblaba de frio.
—Agarra tu toalla pinche inútil y sécate, te mostraré como quitarnos el frio, sígueme pendeja… pinche estúpida buena para nada. —
Salieron las dos del baño, del pasillo entraron directo en el cuarto de al lado, que era la recámara de Lorena, porque la otra recámara era de su hijo Lázaro.
— ¡Deja te seco niña! ¡Tú ni secarte sabes! Sí que eres una pendeja buena para nada, pinche estúpida. —
Le arrebató la toalla, mirándole escurrir el agua de su cuerpo desnudo, comenzando a secarla acariciándole otra vez todo su cuerpo con mucha lujuria, mientras Yolanda
temblaba de frio, era una mañana fría y con el baño era peor para ella.
—Mira pinche chamaca, te enseñaré como quitarte el frio, si le dices a tu puta madre algo de esto, yo te daré una buena chinga con ese cinturón, y le diré a tu chingada madre que
me desobedeciste y no te quisiste bañar. ¿Me oíste pinche estúpida? —
—Pero es mentira… ya me bañé. —
Contestó asustada Yolanda, queriéndose defender de ella.
Al escucharla, Lorena caminó desnuda hacia la pared, con su mano derecha agarró el cinturón que había colgado, mostrándoselo le gritó:
— ¡Pues es tu pinche palabra contra la mía pendeja! Y tú estás todos los días en mi casa, yo me encargaré de a diario darte tu pinche cueriza. ¡Así como estas de pinche encuerada! ¡Te daré tu pinche chinga cabrona!
¿Comprendes? ¡Pendeja! —
Temerosa de ver que se acercaba con el cinturón en la mano. Yolanda no hablo, ni se movió ni un centímetro, solo miraba el cinturón, con miedo volteó su cara miraba hacia la puerta, imaginando que su madre en ese momento entraría al cuarto, al verla toda desnuda y amenazada con pegarle con un cinturón, la protegiera de los golpes que su gran amiga
quería darle…
Pero la puerta no se habría, por más que Yolanda rezaba en silencio, y lo pedía con desesperación, la puerta simplemente no se abría, ni su madre llegaba a protegerla.
— ¿Quieres quitarte el frio? —
Yolanda no sabía que responder, Lorena muy seria le explicó:
—Te daré dos opciones, te daré seis veces con el pinche cinturón en
donde te caiga el chingadazo, o ven abre tu boquita y chúpame mi pezón. —
Ahora sonrió de forma maléfica, mirándola fijamente, como si un león tuviera acorralado a un venadito, era su casa y Yolanda tenía que aceptar lo que pedía, o la golpearía.
— ¡Ven aquí pinche pendeja! ¡Te lo ordené! ¡Si voy por ti te golpearé! ¡Te daré seis veces! —
( Como describir esta escena, para no tener censuras de gentes moralistas, ya que es importante saber porque Yolanda se convirtió en lo que ahora era. Quiero que sepan que ya suprimí dos hojas con la descripción explícita.)
Así que, solo diré que Lorena le obligo hacer todo lo que quiso en la cama, con el cinturón en la mano le gritaba de amenazas a Yolanda, quien se le escurrían las lágrimas de impotencia, ante esta mujer mirando una y otra vez la puerta, con la esperanza de que
se abriera de golpe y su madre la
protegiera, rescatándola en ese momento, cada que le pedía algo en la cama para obligarla hacérselo, solo escuchaba Yolanda una y otra vez gritar la frase:
— ¡Obedece pendeja o te daré con el cinturón! —
Si se reusaba, alzaba la mano Lorena amenazándola con golpearla con el cinturón estando desnuda. Yolanda en silencio lloraba obedeciendo, siendo violada por la mujer, lamiéndole y chupando en donde le decía, sintiéndose manoseada de todo su cuerpo, sin hacer ni una protesta.
Después de todo lo que la forzó hacer, humillándola como su muñeca sexual. Yolanda continúo sin moverse de la cama, nunca se abrió la puerta de la recámara, para que entrara su madre para salvarla de su amiga y la protegiera.
Ahora, mientras Lorena tranquila con los ojos cerrados reposaba su caliente venida, acariciándose su panochita con su mano.
Yolanda con lágrimas escurriéndole en sus mejillas, miró el cinturón que estaba sobre la cama, deprisa se movió agarrándolo con su mano derecha, bajándose rápido de la cama retrocediendo de Lorena. Entonces le gritó:
— ¡Ya no se me acerque! ¡Ya no me toque! ¡O la golpeo! ¡Ya no me toque! —
Lorena al escuchar los gritos de protesta, abrió los ojos buscando la voz, enseguida se sentó en la cama mirando a Yolanda, quien con la mano derecha levantaba el cinturón, no creyendo que la escuincla le sacara las uñas y la amenazara con pegarle.
Yolanda necesitaba ser corregida ahora mismo, entonces Lorena le gritó:
— ¡Dame el cinturón pinche
estúpida! ¡Dame el pinche cinturón pendeja! —
Yolanda vio levantarse a Lorena de la cama, más se espantó cuando vio que la señora se le acercaba, caminando a paso firme sin importarle que ella sostuviera el cinturón con la mano arriba, lista para golpearla con este dejándola marcada en su cuerpo.
— ¡Dame el pinche cinturón! ¡Yolanda! ¡Hija de tu puta madre! Si no me lo das… si yo te lo quito, te da re seis madrazos, así como estas de encuerada y en donde caiga pendeja. ¿Me oíste pinche estúpida? —
Yolanda la veía muy asustada, de sus ojos corrían más lágrimas rodando por sus mejillas, en su infinita inocencia se imaginó que, por tener el cinturón en su mano, Lorena le
suplicaría y le pediría perdón de rodillas, por todo lo que le hizo hacer, por haberla manoseando y por haberla violado.
Pero Yolanda veía que, sin ningún miedo, más se le acercaba a paso firme, a pesar de que Lorena también estaba toda desnuda, no le mostraba ningún temor a ser golpeada por el cinturón en su piel, extendió su mano derecha volviéndole a gritar:
— ¡Dámelo! Escúchame, hija de tu puta madre. Si me pegas, te lo quitaré cabrona, y te daré seis… ¡Seis
madrazos! ¡Te chingaré Yolanda! ¡Dame el puto cinturón! ¡Ahora! ¡Ahora pendeja! ¡Obedéceme estúpida! —
Yolanda miraba la cara de enojo, asustándose más y al retroceder chocó su espalda con la fría pared, no teniendo más a en donde ir o correr, ahora sin salida, pero lo peor era
que Lorena seguía acercándose sin temor y a paso firme.
Le volvió a gritar:
— ¡Dame el pinche cinturón! ¡Con una chingada! ¡Dame el cinturón, pendeja! —
Yolanda ahora con más miedo, le seguía escurriendo las lágrimas en sus mejillas, sin más opción bajó la mano que le temblaba, dándole el cinturón a Lorena en su mano, presintiendo una buena cueriza por dárselo.
Lorena enseguida sonrió al recibirlo, moviéndolo con su mano derecha enfrente de la cara de Yolanda, ahora le expresó:
—Estoy contenta pinche putita, porque eres obediente Yolanda y no me pegaste, además, porque me hiciste venir bien rico cabroncita… te aseguro que de grande serás toda una pinche putita perdida. —
Después de decir esto, con la mano izquierda la agarró de los cabellos apretándolos fuerte, moviendo el cinturón con la mano derecha gritándole:
—Pero… ¡Hazme otra chingadera! Y ¡Te rompo toda tu puta madre! ¡Ya estas advertida! ¡No juegues conmigo cabrona! ¡Pinche idiota! ¡Eres una puta lame papayas! Y me volverás a lamer mi bizcochito, pinche putita barata. —
Zarandeo a Yolanda de los cabellos, soltándola, aventándole su cabeza, Lorena enseguida se dio la vuelta caminando tres pasos mirándole Yolanda sus grandes nalgas, la mujer se detuvo a medio camino, se dio la media vuelta mirándola, con el cinturón aún en la mano se volvió acercar a grandes pasos, agitándoselo en la cara amenazándola le expresó:
— ¡Ah! ¡Y no le dirás a tu pinche madre nada de esto! Se enojará mucho contigo por encuerarte y mostrarme tu cuerpo acostada en la cama. ¿Te gusto venirte conmigo? —
Yolanda no contesto nada, ni sabía a donde había “venido” ¿Venirte? Solo veía el cinturón negro, esperando en
cualquier momento Lorena la golpeara con este.
— ¡Vístete ya, Yolanda! Me ayudarás con todo el que hacer, al rato o mañana lo haremos de nuevo, mírate en el espejo tu cara estas bien roja. ¿No sentiste rico venirte? Te masturbe toda tu panochita, pinche marimacha de mierda. —
Yolanda la miró con miedo, mientras Lorena con su mano le tocaba la cara, con la otra mano le acariciaba su parte privada, sintiendo la fría evilla del cinturón. Solo bajó la cara y atino a decir: —Sentí caliente, muy caliente mi cuerpo cuando me acariciabas mi parte. —
Lorena sonrió, contestándole:
—Lo volveremos hacer para que sientas otra vez rico, pero no le digas nada a tu puta madre, porque ella si te golpeara con un cinturón por manosearte tu cuerpo.
¡Pinche cochina! ¡Te dará con el cinturón si se entera que ya andas de pinche putita! ¡Le diré que yo te encontré masturbándote en la cama! —
—Pero no es cierto, tú me obligaste a tocarte. —
Reprochó la niña, Lorena la miro muy seria diciéndole:
—Te encontré encuerada acostada sobre la cama manoseándote la panocha, porque eres tan pendeja que no sabes ni que es masturbarse el bizcocho, pinche estúpida, y es mi palabra contra la tuya pinche pendeja. —
Después de decir esto, Lorena muy despacio le beso los labios acariciándole las nalgas con ambas manos, ahora se dio la vuelta comenzándose a vestir, esto apenas era el comienzo para Yolanda, quien
diario tenía que desnudarse y dejarse acariciar todo su cuerpo por Lorena.
Quien le enseñó todas sus malas mañas, porque a pesar de tener un hijo y un esposo, le encantaban las mujeres, cada día gozaba pervertir a Yolanda, fue su pasión y vicio, su propia muñequita sexual.
A las siete de la noche de ese mismo día. Luisa pasó a recoger a Yolanda, sin recibir quejas de ella, ya en casa sintiéndose más segura, Yolanda le dijo a su madre:
—Mamá, Lorena me toco mi cuerpo de manera sucia. —
Al escuchar estas palabras, Luisa se detuvo de lo que hacía, miró a su hija de arriba para abajo, pensó las palabras contestándole:
—Te ayudó a bañar, porque tú no lo haces bien… y te tuviste que desnudar. —
—No, no mamá, no solo eso, ella me puso desnuda en la cama me lamio mi parte privada, e hizo que yo también le lamiera su cosita, me amenazó con golpearme con un cinturón si no le obediencia en lo que me pedía, me obligo hacerle cosas… —
— ¿Qué? ¡No digas mentiras! Si te ayudo a bañarte es para que no te percudas, si tú lo hicieras bien no tendría ella que hacerlo, ella no se va a enamorar de ti por verte desnuda, eres una grosera y una malagradecida, Lorena tiene mucho que hacer y todavía tiene que bañarte, ¡Debería de darte vergüenza Yolanda, que nunca haces nada bien! —
Ante la respuesta de su madre, Yolanda dijo:
—Pero… es verdad mamá, yo esperaba que tú entraras al cuarto, y me protegieras de…. —
— ¿Protegerte? ¿Protegerte de qué? Eres una exagerada Yolanda, ¡Ayúdame! Trabajo para que no te falte de tragar y ella es mi mejor amiga, así que deja de decir esas estupideces, ella te cuida, te cuida cada día. ¿Qué más protección quieres tener? ¡Ella te protege en su casa! —
—Ella me tocó y me hizo tocarla estando las dos desnudas en la cama, yo quería que tu llegaras y me protegieras de ella, me da miedo mamá… tú nunca llegaste… —
— ¡Ya cállate! Solo dices tonterías, Lorena te cuida todo el día y te protege, no te pasara nada, mientras estés en su casa, y no te puedo dejar sola aquí mientras yo trabajo. —
Al escuchar esto, por parte de su madre, Yolanda agachó la vista, con su mano se limpió sus lágrimas que escurrían por sus mejillas, mientras su madre ocupada hacia algo de
cenar, ni si quiera noto que lloraba de tristeza su hija. —
Así fue durante dos años, que Lorena “la cuido” mientras cada día encerradas en su casa la desnudaba y le enseñaba perversiones nuevas, le quitó su virginidad con un consolador de goma, la moldeo a su manera, a veces hasta dos o tres veces al día se la tiraba Lorena, acomodándola como se le antojaba pervirtiéndola totalmente.
Alcanzando juntas hasta seis orgasmos, uno mejor que el otro, desarrollando su cuerpo de forma rápida, hasta que, pasados dos años, su madre Luisa ahora ya dejo sola a Yolanda en su casa para ahorrar el dinero del cuidado, pero el daño ya estaba hecho por su amiga Lorena.
Luisa nunca le creyó la historia a su hija, ni hizo caso de las veces que le pidió la protegiera de su mejor amiga, quien abusaba a diario de ella sexualmente, sin que nadie la ayudara, hasta que se acostumbró a esa vida sexual.
Yolanda a esa edad a gritos solo pedía que su madre la protegiera...
Luisa caminó despacio mirando a su hija sentada en la banca, con la cabeza agachada se paró enfrente de ella preguntándole:
— ¿Estas bien hija? Perdóname… perdóname por favor. —
Interrumpió sus recuerdos volviéndola a su realidad, miró
Yolanda para los dos lados del camino, con su mano seco sus lágrimas que corrían en sus mejillas, de sus amargos recuerdos, miró al frente viendo a los cuatro jóvenes, que muy contentos entre risas caminaban con unos refrescos en las manos. Jorge se acercó a ellas diciendo:
—Aquí tienes un refresco para ti y para tu mamá. —
—Gracias no te hubieras molestado. —
Contestó Yolanda dibujando una sonrisa en su rostro, enseguida bajó la cara, para que no vieran sus lágrimas en sus mejillas, agachándose un poco más, ahora tratando de enseñarle sus grandes senos, Yolanda estaba mirándole descaradamente el bulto que tenía el joven en medio de las piernas, alzó su cara le mostró una sonrisa intercambiando miradas, su madre los miró puesto que estaba junto a ellos.
Sabía lo que su hija sería capaz de hacer en un descuido, así que se preocupó ahora por él, miró a los otros tres jóvenes que también brindaban miradas a su hija y a ella, haciéndola sentir un poco incomoda por ver su intercambio de miradas.

Está historia continuará...
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.

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