EXCESO DE PLACER.

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LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”

LAS RAÍCES DE MI FAMILIA.
CAPÍTULO DOCE.

— ¿Crees tragarte todo esto en tu bizcochito golosa? —
Le preguntó Ana cleta con una sonrisa, dándole a Angélica en sus manos el grueso y largo consolador de goma.
—Yo tengo uno como esta en mi casa, me he masturbado, pero una punta me la meto en el bizcochito y la otra
punta me la meto en mi culito, me vengo de forma divina ya tengo record de dieciséis orgasmos en una sola noche. —
Expresó orgullosa mirando el grueso consolador, su prima le reprochó diciendo: — ¡Pinche chismosa! Dijiste que tu culito era virgen. —
Angélica solo sonrió, agarrando el grueso consolador le preguntó:
— ¿Cómo se usan entre dos mujeres? —
—Te voy a enseñar Angélica, como me cogía mi tía Gladiola, ella me desfloró todo mi bizcochito con uno de estos,
después la cabrona me desbarato todo mi fundillito, sabes, después yo misma la buscaba para que me siguiera cogiendo, descubrí que mamar panochita, no lo es todo en la vida, es delicioso estar bien ensartada. —
—Eres una cabrona prima. —
Comentó Angélica besando en los labios con mucha pasión a Ana cleta, después del beso, Ana cleta se quitó su faldita y su blusita, quedando toda desnuda, la cogida apenas venia en camino para esta puta, se iba a coger en verdad a su prima, lo que paso en casa en su llegada, solo fue una pequeña masturbada entre las dos mujeres demostrando se amor.
—Quítate esa estorbosa blusita prima, acuéstate en la mesita y abre bien tus piernas, te voy a coger tu peludito mi
amor. —
Angélica volteó su cara para ver a Melquíades, quien ya se subía el calzón y el pantalón, caminaba hacia ellas.
—Melquíades asómate que no vaya a venir mi mamá, apúrate, que quiero que me jodas también mi culito, todavía falto yo, mi garañón, no te guardes tu vergota que mi fundillito está caliente y quiere más. —
Expuso Ana cleta, que ya sostenía las piernas de Angélica acomodándola sobre la mesita para cogérsela. Melquíades se acomodó el pantalón, enseguida corrió hacia la puerta del
establo para asomarse, no quería perderse como se le abriría el bizcochito a Angélica, cuando le metieran el grueso consolador, se asomó afuera, rápido miró hacia su casa, regresó corriendo hacia las chicas.
—Ana cleta, no viene nadie para acá. ¡Cógetela! ¡Ya floréale el bizcochito a esta pinche puta! —
Al escuchar esto, Angélica lo miró con una sonrisa, ya esperando que su prima la penetrara con el grueso juguete.
—Chúpate esta punta Angélica, está limpio, siempre lo lavo después de usarlo, anda dale una buena mamada, esta es la punta que te hará gozar prima, la desapareceré en tu goloso bizcochito. —
Explicó Ana cleta, acercándole el consolador a la boca. Angélica con sus manos agarró el juguete, enseguida abrió sus labios y lo chupo seis pulgadas adentro de su boca, disfrutando el grosor, dejándolo bien lubricado con su saliva.
— ¡Ya trae acá! ¡Pinche golosa! Este garrote es para tu panochita. —
Ana cleta enseguida se lo colocó en la entrada del bizcochito, que por la culeada que le dieron y la venida que tuvo, ya estaba bien empapado, así que se lo empujó muy despacio, la gruesa punta abrió los labios vaginales entrando en su papayita con mucha facilidad, metiéndole solo ocho pulgadas del grueso consolador.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Me entra! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejó la princesita, al sentir como le metían el consolador en el bizcochito, entrecerraba los ojos abriendo más las piernas, disfrutando la metida de gruesa vergota.
Ana cleta con su mano derecha le sacó hasta la punta el consolador, enseguida se lo volvió a hundir, ahora con diez pulgadas adentro, en suave
mete y saca de garrote, muy despacio le masturbaba el goloso bizcochito.
Mientras esta pinche puta sacaba gritos de placer, ya con diez pulgadas del grueso consolador, torturándole todo el caliente bizcochito de una forma deliciosa.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Que rico me coges! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
—Mira prima, abre tus ojitos, esta otra cabeza es para esto. ¡Mírame! Ahora ve como me lo trago en mi panochita
para conectarnos juntas. —
Explicó Ana cleta, quien creyó que ya era hora de ensartarse, y unirse con su prima en el goce sexual, mientras eran observadas muy atentamente por su primo Melquíades, quien ya le tocaría su turno también, en esta perversión total, de unirse una vez más metiéndole su vergota entre las nalgas a su prima, cuando se lo pidiera.
Eran un trío de maniáticos sexuales, sin temor a nada. La otra punta del consolador, Ana cleta con su mano derecha se la colocó en su panochita, que por estar masturbando a su
prima, ya estaba bien mojada, facilitándole la metida del consolador, que se fue hundiendo en su pequeño bizcochito.
Sí, eran ya seis, siete, ocho, nueve, diez pulgadas de gruesa vergota invadieron su interior de Ana cleta, que no evito quejarse de gusto, al sentir entrar ese monstruo en su bizcochito.
— ¡Ah! ¡Que rico me entra! ¡Ah! ¡Mi panochita! —
Las dos mujeres estaban bien ensartadas por el mismo grueso consolador, ahora Ana cleta con sus dos manos la agarró fuertemente de las piernas, comenzando a menearse
de la cadera, diciéndole a Angélica:
—Tenemos como diez pulgadas cada quien, vamos a desaparecer en nuestras papayitas el juguetito entre las dos. ¿Te parece primita? —
— ¡Oh! ¡Dios dame! ¡Cógeme! Siento bien rico como me llenas todo mi bizcochito. ¡Ah! ¡Ah! —
Contestó Angélica. Quien ya estaba lista para tragarse lo que le faltaba, y ser zarandeada por su prima, ya como podía Ana cleta meneaba su cadera, moviéndosele su par de grandes senos cafés, a cada nuevo empujón que le daba, haciendo llorar de puro placer a Angélica, quien sentía como le
entraba en su bizcochito más
pulgadas del consolador.
Entre más le entraba, más se le volvía a despertar la lujuria. Sí, ya se repartían las dos mujeres el grueso consolador en sus dos calientes y mojadas panochitas.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Prima! ¡Ah! —
Gritaba Angélica. Quien estaba con las piernas levantadas, sus nalgas fuera de la mesita desafiando la gravedad, ya con trece pulgadas del grueso consolador dentro del bizcochito, sus grandes senos también se le meneaban entre los deliciosos empujones que le daban en la panochita.
Mientras que su prima Ana cleta, con una experiencia encabronada de lesbiana, ya tenía catorce pulgadas del consolador adentro de su panochita, casi desaparecían el juguete las dos mujeres, gritando muy excitadas de placer, era la primera vez que una mujer se cogía de esta forma tan deliciosa a la princesita.
— ¡Ah! ¡Más! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Mi!… ¡Ah! —
— ¡Te estoy cogiendo rico prima! ¡Ah! ¡Ah! —
Solo de ver la cogida que se daban este par de putas. Melquíades ya se calentaba otra vez, con sus manos se sacó su garrote del pantalón, enseguida se la puso en la cara a Angélica, desesperado le pidió:
—Chúpala, tengo que ponerla
bien dura para darle en el fundillito a Ana cleta, anda. —
Angélica miraba la reata cerca de su cara, entre el zarandeo le preguntó:
— ¿La vas a ensartar de los dos lados a la cabrona? —
— ¡Chúpamela! Esta cabrona cuando se calienta es más exigente de lo que crees, quiere que le dé por el culo. —
Angélica entre los empellones que recibía, abrió su boca metiéndose la punta de la vergota de su primo, probando el sabor de su fundillito y los espermas de la venida, mamándole toda la cabeza lamiéndola con la lengua, haciendo que esta poco a poco se empezara a enderezar dentro de su boca.
Melquíades sintiendo las chupadas de garrote, con lujuria le acariciaba los grandes senos a Angélica, que se le movían con los caderazos que Ana cleta le daba, tratando de meterle
más el consolador en el bizcochito.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Te estoy cogiendo bien rico! —
Gritaba Ana cleta, sudando se movía balaceándose también sus grandes senos cafés, con ambas manos le agarraba fuertemente las blancas piernas de Angélica.
Quien seguía mamando con su boca el garrote de Melquíades, y con su
mano derecha se lo agitaba muy suave de arriba abajo.
Con su mano izquierda Angélica muy desesperada se masturbaba su peludo bizcochito, que ya estaba bien caliente de las catorce gruesas pulgadas que ya se tragaba del consolador, acercándose rápidamente a su caliente orgasmo, ya sentía delicioso y muy sensible su clítoris.
No más de dos minutos de empujones, sintió Angélica un rico calor recorrer todo su cuerpo, ya sentía los vellos de la papayita de Ana cleta rosar sus piernas, a cada nueva embestida, se anunciaba de nuevo su éxtasis, no se pudo contenerse más y se empezó a derramar la muy puta, abriendo más la boca chupando el garrote soltando unos quejidos de placer:
— ¡Mmmm! ¡Ah! ¡Mmmm! ¡Ah! —
La gruesa vergota de Melquíades, no le dejaban gritar de alegría su orgasmo, tenía sus piernas levantadas, Ana cleta no le dejaba de empujar ni un momento el grueso consolador, que le torturaba de forma deliciosa su bizcochito.
Mientras chupaba la gruesa vergota, su primo no dejaba de manosearle sus dos senos pellizcándole los pezones.
Angélica desesperada se masturbaba con su mano izquierda su clítoris, que estaba muy sensible a mas no poder,
toda su cara estaba al rojo vivo, volando entre nubes en medio de aquel caliente orgasmo, alcanzaba su clímax.
— ¡Dame en mi culito! ¡Ya casi! ¡Me vengo! ¡Melquíades! ¡Ya! Casi… me… —
Expresó desesperada Ana cleta, quien paro un poco de caderear entre las piernas de su prima, mirando a su primo caminar con su garrote bien erecto, después de esas deliciosas mamadas que le diera esta pinche puta, digo, la dulce princesita.
Quien se quedó con la boca abierta babeando y con los ojos totalmente en blanco, derramándose la puta estando bien ensartada de su bizcochito, caminando de nuevo descalza entre las nubes, balbuceando cosas sin sentido.
—Mmmm Me ge.. da.. mi… a mi vengo. ¡Ah! ¡Ah! —
— ¡Anda dame! ¡Dame! Angélica ¡Agárrate! Agárrate tus piernas prima para que no pierdas tu posición, me van a ensartar mi culito. —
Comentó Ana cleta, recostándose sobre Angélica recargándole sus dos chichotas en el estómago, sintiendo el cuerpo sudoroso y caliente. Angélica ensartada del bizcochito, como podía reaccionaba, agarrando con sus dos manos cada uno de sus tobillos, tenía mucha flexibilidad la chicuela.
Ana cleta ensartada de su panochita con el consolador, se recargo echando sus manos hacia atrás, abriéndose ella misma sus dos nalgas, enseñándole a su primo todo su rico, pequeño y caliente fundillito, que estaba listo para ser penetrado por su vergota.
— ¡Ábrete bien de nalgas cabrona! ¡Te lo hundiré bien despacito! —
Gritó Melquíades, agachándose acercando su cara a las nalgas, escupiéndole en el pequeño fundillito café, para después enderezarse y colocarle la punta de su grueso garrote, enseguida se lo empujó metiéndole de un golpe cinco pulgadas de vergota entre las nalgas.
Ana cleta recibió en sus entrañas ambos garrotes retorciéndose de placer.
— ¡Oh! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Se me abrió!... ¡Mi culito! ¡Ah! —
Ana cleta no soltó sus nalgas ni un momento, su primo con ambas manos la agarró de la cinturita, cada empujón le iba metiendo una pulgada más, hasta lograr introducirle diez
gruesas pulgadas de su garrote en el pequeño fundillito, la prima gritaba de puro placer.
Le hundía entre las nalgas la gruesa tranca, y eran catorce gruesas pulgadas que le torturaban de forma deliciosa todo su bizcochito, entre los empujones todavía le movían el grueso consolador a Angélica.
Quien tenía muy sensible su papayita, por su caliente venida, solo movía desesperada su carita de un lado al otro, que estaba roja, un rojo intenso, sintiendo ricos escalofríos recorrer su columna vertebral.
— ¡Ah! ¡Dame! ¡Dame! ¡Dame cabrón! ¡Así! ¡Ah! —
La verguiza que le estaba dando en su fundillito, le hacía temblar hasta las piernas a Ana cleta, no pasó más de cinco minutos de empujones, y como una puta en celo, sintió caliente su vientre, su espalda, sus dos grandes senos, que eran manoseados por Angélica, se le hincharon anunciándole su culminación, poniéndose duros los pezones.
Ana cleta apretó con fuerza su fundillito, no se pudo contener más, explotando en un intenso orgasmo. Ahora Angélica con los ojos entre abiertos, miraba como volteaba su
prima sus ojos, poniéndolos en blanco, abriendo la boca mostrando en su cara el infinito placer, que a pesar de ser morena, su cara se le veía roja, muy roja al alcanzar el clímax.
— ¡Me! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Ah! —
Nunca se soltó sus nalgas Ana cleta, mientras Melquíades agarrado de su cinturita, sacaba toda su gruesa vergota sin ningún problema, estaba bien mojado, miraba el fundillito
bien abierto, le volvía a hundir todo el garrote hasta el fondo.
Enseguida se lo sacaba por completo, mientras esta perra caliente se derramaba ensartada de su panochita, conectada con el grueso consolador a la papayita de Angélica.
Y a la misma vez, Ana cleta estaba siendo sodomizada por la vergota de su primo, quien ya empezaba a perder su erección, si le entraba todavía su garrote, era porque su prima Ana cleta ya tenía el fundillito bien abierto y sumamente mojado, porque si no, ya la flácida vergota no se la pudiera meter en un fundillito apretado.
Ana cleta al sentirla adentro, apretaba su culito tratando de ahorcar la vergota queriendo ordeñarla por completo.
— ¡Ah! ¡Mi Fundillito! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejaba de una forma sensual Ana cleta, ahora pasándose su orgasmo, a como pudo abrió sus ojos volviendo a la “tierra”, entre temblores miraba a la cara de Angélica, quien ya estaba la cabrona otra vez con los ojos en blanco, su clítoris estaba tan sensible y el consolador la masturbaba de
una forma maravillosa su bizcochito.
Entre los empujones que le daban Ana cleta, la muy puta alcanzó otro caliente orgasmo. Pero todavía así, Angélica con sus manos no se soltaba de sus dos tobillos, continuaba con sus piernas bien separadas en el aire, dejándose la muy puta, digo la princesita, coger al antojo de su prima-hermana.
— ¡Sácamela Melquíades! Ya sácamela, me duele un poco482
mi fundillito. —
Se quejó Ana cleta, quien seguía empinada recargándole sus dos senos en el estómago de su prima, restregándose las dos mujeres los vellos de sus bizcochitos, teniendo toda el garrote adentro de su fundillito, como aún mantenía sus nalgas bien abiertas con sus propias manos, sentía en sus dedos los vellos del garrote de su primo Melquíades.
—Estas deliciosa Ana cleta, eres una diosa erótica, puta insaciable te lo devoraste todo. —
Expresó Melquíades, deteniendo sus empujones en esas deliciosas nalgas, sacándole su vergota dejándole el pequeño fundillito ya bien floreado, enseguida se subió los pantalones
mirando a sus primas como estaban bien ensartadas de su bizcochito.
Ana cleta ahora se soltó sus nalgas, colocó sus dos manos en la mesita echándose despacio para atrás.
Enseguida con su mano derecha sostuvo el consolador de goma, despacio se la fue sacando hasta liberarla por completo su papayita, quedando el consolador muy empapado y resbaloso, después miró a Angélica que aún seguía con los
ojos cerrados sin perder su posición, bien agarrada de sus tobillos con sus manos.
Sus piernas bien separadas y la otra parte del grueso consolador, todavía estaba ensartado en su peluda panochita, entre las nalgas se le veía su delicioso fundillito adornado
por una aureola rosita, se veía semi abierto como esperando que la sodomizaran una vez más, para alcanzar otro caliente orgasmo, mejor que los anteriores.
Al ver esto, se le ocurrió a Ana cleta doblar la gruesa vergota, que Angélica tenía todavía bien ensartada en su bizcochito, y ahora metérsela por el fundillito, esto lo hizo mientras Angélica estaba todavía entre las nubes, gozando su orgasmo, tenía algunos espasmos brincando su caliente cuerpo de una forma involuntaria.
Su prima le colocó la gruesa cabeza del consolador en el pequeño fundillito, y muy despacio le fue empujando el consolador, entrando en su fundillito muy lentamente tragándose la gruesa cabezota, haciéndole pegar un gritó:
— ¡Ah! ¡Ay! ¡Mi culito! ¡Ah! —
Se quejó Angélica al sentir de nuevo entrar una vergota en su fundillito, solo que no sabía si era su primo el que otra vez se la sodomizaría, o que era lo que le estaba abriendo el
fundillito de forma tan deliciosa,
porque estaba tan sensible que sintió tan rico como se le abría el culito, metiéndosele muy despacio, la sensación en su cuerpo era delirante y exquisita, recibió en sus entrañas ambas puntas del garrote.
Sí, ya deseaba sentir otro delicioso orgasmo en su cuerpo.
—Mámale las chichotas Melquíades, le voy a masturbar bien rico sus dos agujeritos. —
Al escuchar esto, Melquíades se pegó enseguida a mamarle los dos senos, con sus manos juntaba los grandes senos, chupándole los dos pezones a las vez, mientras Ana cleta, ya
había formado una "U" con el consolador entre las piernas
de Angélica, tenía diez pulgadas metidas en el bizcochito y ocho pulgadas en su goloso fundillito.
Ana cleta con su mano derecha, agarró en medio del consolador, muy suavemente lo movía de adentro hacia afuera, mirando como Angélica giraba su carita roja a la derecha e
izquierda, masturbándola de una forma deliciosa.
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Mi culito! ¡Que rico! ¡Ah! —
Se quejaba gritando Angélica, estando suavemente caliente, entre más le entraba el consolador, más se le despertaba su lujuria, queriendo ser saciada con un orgasmo, la joven
escurría de placer sentía su cuerpo caliente y sudoroso.
Con sus manos le movía Ana cleta el consolador, casi sacándoselo por completo, solo le masturbaba con las dos gruesas puntas, no dejándole cerrar el goloso fundillito, para
hacerla venir. Ana cleta se inclinó poniéndole su cara en la panochita, comenzándole a lamer todo el bizcochito con la punta de la lengua, chupaba y lamia devorando su boca el
bizcochito.
Ahora haciéndole bailar la punta de la lengua en el sensible clítoris, sintiendo Angélica un toque eléctrico, haciéndola brincar de puro placer, quejándose la muy puta de placer:
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¿Qué me haces? ¡Ah! ¡Que me estás haciendo? ¡Ah! ¡Ah! —
Las gruesas cabezas le masturbaban a la vez su bizcochito y su fundillito, junto con los labios de Ana cleta, que aprisionaban todo su clítoris tronando la boca en las chupaditas que le daba. Melquíades no paraba de chuparle los dos pezones.
La joven se sintió perdida con sus agujeritos repletos de placer, y las húmedas bocas que lamían su caliente cuerpo que estaba muy sudoroso, la sensación era delirante y exquisita, la lujuria de la mujer no encontraba el límite.
Angélica sentía delicioso todo esto junto, abrió los ojos entre abrió su boca, suspiraba al sentir como entre los dos primos-hermanos se la estaban cogiendo.
Su cuerpo estaba muy sensible por las venidas que ya había tenido de ese día. No paso más de tres minutos de estarla masturbando, cuando la muy puta sintió ese calorcito que la volvía loca, un rico escalofrió le recorrió toda su columna vertebral, anunciándole de nuevo su culminación, casi llegaba al éxtasis.
Estaba Angélica con las piernas levantadas y bien abiertas, se empezó a derramar sin que su prima quitara su boca del bizcochito, chupándolo con mucha gula, hundiéndole un
poco el consolador en su bizcochito y en su fundillito, alcanzaba su deliciosa culminación, gritando su venida:
— ¡Me! ¡Vengo! ¡Ah! ¡Mi! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Angélica ni por un momento, soltó de sus manos sus tobillos, ni perdió su posición, el orgasmo se apodero de todo su cuerpo, haciéndola temblar de placer de pies a cabeza, mientras Ana cleta con su mano derecha, le hundió un poco más el grueso consolador, sin dejar de lamerle la panochita.
Melquíades la escuchaba venirse, con sus dos manos le juntaba los dos senos, así podía aprisionar adentro de su boca con fuerza los dos deliciosos pezones, ya le había dejado varios chupetones en los blancos senos, como recuerdo de todas estas deliciosas cogidas.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Ah! —
Hasta que se le paso su orgasmo, la miraban brincar su cuerpo, al seguir recorriéndole escalofríos en su vértebra y en su vientre. Ana cleta le soltó el peludo bizcochito, entonces sacó el grueso consolador del fundillito, este quedo bien abierto sumamente dilatado, y la panochita le quedo semi abierta por ser más elástica.
Por fin había pasado su caliente orgasmo, la muy puta con trabajos regresaba a “tierra”, después de estar flotando en el aire, ahora Angélica muy despacio bajó sus piernas, tocando el piso con sus pies, estaba totalmente débil después de su
venida, las piernas le temblaban, se sentía medio dormida, ese último orgasmo supero a los demás que había tenido.
—Angélica aquí está tu faldita y tu blusa, vístete, voy a asomarme si no viene alguien al establo. —
Comentó Melquíades. Quien después de dejar la ropa sobre el estómago de Angélica, fue hacia la entrada del establo para checar si su tía Francisca, o alguien se acercaran y que entrara y los descubriera cogiendo.
Mientras que Ana cleta ya se acomodaba su minifalda negra, y su blusita blanca cubriéndose su hermoso cuerpo desnudo.
— ¡Ándale pinche golfa! ¡Ya vístete! Te van a encontrar toda encuerada cabrona. —
Expresó Ana cleta. Quien agarró el grueso consolador con su mano izquierda, caminó hasta detenerse en una llave de agua, lo fue a lavar para después guardarlo, era muy apreciado ese juguete por ella.
Cuando estaba Ana cleta muy caliente, y nadie la consolaba, ella sola se hacia la "U" metiéndoselo en su bizcochito y en su fundillito, dándose de sentones en la mesita, mientras con su mano derecha se masturbaba todo el bizcochito, con
la otra mano se apretaba los pezones, hasta poder alcanzar su orgasmo.
—Que rico me hicieron venir primos, fue un orgasmo delicioso, se los juro, toda una delicia… cuanto placer. —
Comentó Angélica, mientras se sentaba en la mesita, muy despacio se colocaba su blusita rosa, y después se ponía la pequeña minifalda de color azul, cubriéndose su cuerpo desnudo, pues en ese momento no tenía con ella su panti, ni su brasier para ponérselo.
—Ana cleta, yo creo que ya regresó a la casa mi tía Panchita. —
Señaló Melquíades entrando al establo, caminando de regreso con sus primas.
—Bueno pues, vamos a la casa para que platiquemos con mi madre. —
Sugirió Ana cleta a los otros dos.
— ¡No! No mamen, quédense conmigo para que coma, ya la comida está aquí, me la trajo mi tía Panchita, y ya hasta se me está enfriando por andar de cogelón. —
—Sí, quedémonos un rato, ahorita nos regresamos los tres juntos. ¿No primos? —
Sugirió Angélica, quien tenía su cara todavía al rojo vivo, después de sus deliciosos orgasmos.
—Está bien, si mi madre Panchita necesita algo, ya vendrá a buscarnos. —
Comentó Ana cleta, arreglando la mesita acercando los banquitos para comer.
—Escúchame Ana, cuando regrese a Toluca, te compraré unos buenos consoladores y te los traeré para que tengas para divertirte, yo tengo tres y me vuelven loca. —
—Gracias Angélica, solo cumple tus promesas prima. —
— ¡Hey! ¡Par de locos! ¿Porque no me cuentan la primera vez que se cogieron entre ustedes? A de ser una historia muy erótica, y lo deseo escuchar para saber la primera vez que abriste de nalgas a esta pinche zorra maniática. —
Les propuso Angélica, mientras agarraba un taco de la canasta, los dos primos-hermanos de inmediato cruzaron sus miradas de complicidad, sacando una sonrisa, recordando
aquel momento en que Ana cleta se agachó y sin tener puesta su tanguita, le dio las nalgas a su primo.
Melquíades con su mano derecha con su dedo índice le señaló el corral en donde guardaban a las vacas diciéndole:
—Bueno prima, aquel día estaba yo ordeñando las vacas, habíamos estado hablando de cosas cachondas en la casa, y yo ya estaba con el garrote muy caliente, para mi buena suerte Ana cleta me trajo de desayunar, con su minifalda blanca, lo recuerdo muy bien.
Además, me enseñaba sus dos grandes senos cafés, usando una blusita flojita, como insinuándome
ya algo al agacharse para decirme que trajo el desayuno.
Yo volteé para verla, pude mirarle hasta sus dos pezones obscuritos que hasta la reata cabeceo, tal parece que la plática también le calentó su bizcochito, aunque no lo creas Angélica, la primera vez que me la cogí fue aquí.... —
Los tres primos se miraron y al unísono riendo dijeron:
— ¡En el establo! Ja jajá…. Ja jajá… ja jajá. —
Y estas solo eran las primeras horas de Angélica en su nueva estancia, ya no se quejaba del polvo y la peste de la mierda del ranchito bicicletero, ahora hasta en medio del establo probaba la comida sin ninguna protesta, una cosa era muy segura, que los próximos quince días de las vacaciones de Angélica serian interminables, era garantizado que tendría múltiples orgasmos cada día con este par de cachondos.
Aún la esperaba la noche en la cama con Ana cleta, después con Melquíades, quizá su tía Gladiola quisiera ver a solas a Angélica para…
bueno una cosa es cierta, no desearía
volver a su casa después de todo esto que vivía, su vida cambio del todo, ahora Angélica en vez de estar sola y encerrada en su recámara con sus tres consoladores.
Ahora en el regreso a casa, la dulce princesita podría quizá, hasta tirarse hasta su propia madre, domar a esa pinche bruja maligna, hasta hacerla venir en su boca, ya sabía que su mamá se cogió a su hermana Gladiola, que era lesbiana de corazón, su madre Patricia era bisexual como esta inocente y dulce princesita.
Sí, ya se mis raíces familiares, y no soy una puta cualquiera, después de todo, sabes Aries, como decía Carlos el personaje de tu libro llamado:
"Negocio redondo violencia,
drogas y sexo el camino a la perdición."
— "Todos tenemos un lado obscuro", como Elsa que cogía con varias chicas, yo no soy la excepción, pero amo mi forma de vivir, hay que coger y gozar que el mundo se va a acabar, te escribiré muy pronto para que te enteres de mis siguientes quince días de vacaciones, con sus noches que
pase con mis primos-hermanos en Guadalajara.
Que fueron unos días inolvidables, y algo que es muy seguro, que cualquiera se masturbará al leer cada capítulo, es realmente caliente mi vida, muy pronto sabrás de mí.
Te mando un beso de mi mojada parte, con mucho amor tu amiga Angélica, la princesita por siempre.

FIN.

© NOMBRE DEL AUTOR:
Humberto David Arellano Vázquez.
TÍTULO DEL LIBRO:
Las cartas de “EL CLUB 69 DE ARIES.”
“Yolanda me contó…” "mis raíces familiares"
Novela erótica.
Solo mayores de edad.
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.

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