LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”
LAS RAÍCES DE MI FAMILIA.
CAPÍTULO TRES.
Después de comer, aunque Angélica no quisiera se sentaron las dos juntas en la sala, mirando los aburridos programas de la televisión en silencio.
Angélica deseaba que ya se
anocheciera, para poder correr a su habitación y encerrarse en esta, para darse otra buena masturbada en su panochita,
El encerrarse ahora en su habitación, podría ir la bruja malvada de metiche y checar que hacia su hija, todavía la pinche Gestapo estaba en horas de chingar la madre, y podría revisar que hacia esta inocente princesita.
Como a las ocho de la noche.
Angélica decidió que era hora de subir a su recámara, pues sus tres nuevos amigos ya la esperaban en su alcoba, ella quería alcanzar unos cuantos orgasmos más antes de dormir.
Así que se despidió de la bruja malvada diciendo:
—Mamá ya me voy a bañar para luego dormirme, mañana es mi último día de escuela, y no quiero dormirme tan tarde. —
—Ten listo el uniforme para que no se te haga tarde. ¡Ah! y recuerda que mañana es el cumpleaños de tu padre, ya me llamo hoy por teléfono, dice que llegará como a las cuatro de la tarde, que a lo mejor solo estará uno o dos días con nosotras y se ira de nuevo a trabajar. —
—Tengo listo su regalo, estaremos de fiesta cuando él llegue, por cierto, solo vendrá mi amigo Antonio, lo invite a
comer con nosotros mañana. ¿Está bien mamá? —
—Si claro, me cae bien el muchacho, solo tendremos una comida familiar, bueno ya vete a bañar Angélica y no tires mucha agua hija, que descanses. —
—Hasta mañana, a lo mejor ya no te veo mamá. —
Se despidió Angélica, para que la bruja malvada ya no entrara a su habitación para despedirse, y la agarrara bien ensartada de su panochita a la cabrona lujuriosa, digo a la casta princesita, quien ya tenía su plan, y no quería ser interrumpida por nadie, en su deliciosa masturbación.
—Que descanses hija, recuerda que son veinte días de tus vacaciones. —
Ignorando lo que expresó su madre, solo subió Angélica la escalera entrando a su habitación, enseguida sacó sus juguetes y rápido los envolvió en una toalla metiéndose a bañar, por ahora solo se bañó y los lavo bien, ganas tenía ya de
metérselos ya en su bizcochito, pero la bruja se daría cuenta de que se tardaría mucho en la ducha, así que uso el tiempo reglamentario que imponía la Gestapo para bañarse, y no despertar la ira de la malvada bruja.
Después la joven se encerró en su recámara, claro, poniendo el seguro de su puerta, ese gran "conjuro" contra la malvada bruja que siempre la vigilaba, y así evitar sorpresas
indeseadas de esa maldad tan obscura que la vigilaba.
Ya adentro de su habitación, la hermosa princesa tiro la toalla que cubría su mojado cuerpo, aventando los consoladores sobre la cama, enseguida ella se subió muy sensual a la cama, hincada como si fuera una gatita, apoyándose en sus dos manos.
Despacio agachó su cara, si, muy despacio abría la boca, con sus labios comenzó a chupar una de las cabezas del consolador grande, sus piernas estaban entre abiertas, estando en esta posición, en el espejo de su armario se le miraba todo su
bizcochito rodeado de sus pequeños vellitos, su pequeño fundillito rosita escondido entre las dos nalgas, que se le veían ya de buen tamaño en esta posición.
El consolador lo empujaba con sus labios, deslizándose muy despacio sobre la colcha, hasta que se atoró la otra punta contra la almohada, metiéndose ella cinco pulgadas del
otro extremo adentro de su boca;
echando para atrás su cara se lo metía y se sacaba de su boca, tratando de ensalivarlo bien antes de metérselo en su bizcochito.
Pero claro, como siempre solo se imaginaba a su amigo, su príncipe azul Antonio, quien le ofrecía su enorme y grueso garrote que salía de entre sus dos piernas, para que ella lo gozara al máximo.
Angélica ahora bajó su mano derecha, tocándose suavemente su bizcochito y con esto que hacía e imaginaba, de nuevo ya estaba bien húmedo su bizcochito sumamente excitado.
Muy lentamente se lo empezó a masajear con la yema de sus dedos, haciendo pequeños círculos, hasta que decidió que era suficiente, estaba bien mojada, ya era hora de meterse el grueso consolador en su goloso bizcochito.
Así que se lo sacó de su boca, sonriendo lo escupió dejándolo bien lubricado. En esta posición lo dirigió hasta su mojada panochita, que
esperaba con sus labios vaginales mojados, por la posición en que estaba los tenía entre abiertos, con su clítoris colgando esperando ser masturbado por la magia de sus deditos, la joven se colocó la gruesa y mojada cabeza del consolador,
comenzando la penetración en su vagina, que se le abrió recibiendo semejante vergonón grueso, duro y delicioso.
Entrando sin ninguna dificultad en su goloso y caliente bizcochito, soltado unos quejidos de placer:
— ¡Ah! Si ¡Ah!Como se me abre mi… ¡Ah! Bizcochito. ¡Ah! ¡Ah! —
Sintió abrirse camino el consolador adentro de su caliente papayita, empujándose solo siete pulgadas, se detuvo por un momento, respiró profundo y lo comenzó a jalar despacio hacia atrás, provocándole mucho placer a la tierna princesita, meneándolo con su mano derecha una y otra vez gozando de lo lindo esta nueva masturbada, en suave mete y saca de garrote.
Pero su cuerpo no se conformaba, quería ella gozar al máximo esta noche, así que soltó el grueso consolador, con su mano derecha agarró el otro consolador, el de color blanco que era menos grueso y de una sola punta, enseguida, ella abrió su boca chupándolo con mucha gula, sostuvo su cabeza sobre el colchón, mientras su bizcochito seguía bien ensartado por el otro consolador.
Con su mano izquierda se abrió una nalga, para poder facilitarle encontrar su pequeño fundillito, que ya muy ansioso se “comería” a este consolador, sintió la entrada de su
fundillito, entonces se lo hundió de un golpe, que por ser menos grueso no tuvo ningún problema para entrar, solo sintió puro placer al abrirse su pequeño fundillito y hundírselo hasta tener seis pulgadas adentro.
— ¡Ah! Mi fundillito ¡Ah! ¡Que rico ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejó y así se lo dejo ensartado, mientras su mano izquierda la recargo sobre el colchón, con la mano derecha le empezó a dar movimiento al grueso consolador de su panochita, metiéndolo y sacándolo liberándose por completo la gruesa cabeza, sentía delicioso como se volvía a meter entre sus paredes vaginales, abriéndoselas metiéndose ocho pulgadas adentro de su bizcochito.
Recibió en sus agujeritos ambos garrotes de placer. Cada metida la ponía más y más caliente, la sensación que sentía era delirante y exquisita, no duro mucho en buscar su caliente culminación, ya que después de cinco minutos de estarse
masturbando con los dos consoladores, en sus dos hoyitos
llenándolos por completo de placer.
Sintió caliente su cuerpo, muy caliente, anunciándole su éxtasis, un delicioso calor recorrió todo su hermoso cuerpo, haciéndola temblar de puro placer.
Angélica soltó el grito en su venida, mordiéndose enseguida los labios, queriendo callar este delicioso placer que sentía entre sus piernas. La muy puta se venía estando bien
ensartada de sus dos lados.
— ¡Oh! ¡Ah! Me vengo. ¡Ah! ¡Ah! Me estoy ¡Ah! ¡Ah! —
Se derramaba Angélica, cuando el consolador que tenía en el fundillito se le zafó cayendo sobre la cama, pero el consolador grande, con su mano derecha le entraba y le salía de su
goloso bizcochito, sin darle ninguna tregua durante su orgasmo, sus escalofríos no se le detenían,
recorriendo su vértebra y todo cuerpo, mientras el vergonón le rosaban su sensible clítoris, que le colgaba estando más salido de lo acostumbrado por esta deliciosa masturbación.
Hasta que por fin se detuvo su mano derecha, dejando la gruesa cabezota en la entrada de su caliente bizcochito no dejándolo cerrarse, Angélica entre cerrando los ojos se sentía caminar descalza sobre las nubes, era tan delicioso venirse así de ensartada.
— ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejaba entre dientes, para no hacer tanto ruido en su recámara, aún se le sacudía su cuerpo en su caliente orgasmo, teniendo algunos espasmos de pies a cabeza, ahora muy despacio se sacó la cabeza del consolador, dejando su bizcochito bien abierto; lo dejo caer sobre la cama, se colocó su mano derecha entre sus nalgas, buscándose su pequeño fundillito que lo sentía bien cerrado.
Metiéndose su dedo medio en este, no había cambiado de posición Angélica, seguía de rodillas sobre la cama y así era como se había venido, así se masturbo de una forma tan deliciosa, llegando al paraíso del placer que ya conocía.
—Me puedo meter el consolador grande en mi fundillito, tal vez sienta más rico por lo grueso que esta, el otro se me salió de mi culito, y tan rico que estaba sintiendo. —
Comentó en voz baja, entonces se levantó de la cama, y fue a pagar la luz, para que su madre la Gestapo, no entrara de metiche a la habitación, por ver la luz prendida.
Solo se alumbraba con una pequeña lámpara que siempre encendía por las noches, era tenue, pero suficiente para mirar todo lo que haría esa noche con sus tres amigos.
Ahora Angélica caminó hasta la entrada de su recámara, muy despacio abrió la puerta para asomarse y ver. ¿A dónde estaba la malvada bruja? Ya todas las luces estaban apagadas, una tenue lamparita alumbraba el pasillo,
siempre que Angélica se marchaba a dormir, su madre se metía a su recámara para leer un poco, o ya para dormir también, pues ahora tal vez ya se dormiría porque todo estaba obscuro en la casa.
Enseguida Angélica cerró la puerta de su habitación, con mucho cuidado para no hacer ruido, le puso el seguro nuevamente para que su madre no la cachará estando bien trabada con sus juguetes masturbándose su golosa papayita, que ahora la golosa ya le pedía otro caliente orgasmo.
—Bueno, tú entraras en mi delicioso culito… eres el elegido amiguito. —
Señaló sonriendo al grueso consolador, mientras con su mano derecha agarraba el largo consolador de treinta pulgadas, la punta que ya había tenido ensartada en el bizcochito, la escupió para que estuviera bien resbalosa y entrara sin problema en su fundillito, después se mojó sus dedos.
De nuevo se arrodilló sobre la cama, separando las piernas para abrirse mejor su fundillito, se metió un dedo en su culito, después el otro dedo tratando de abrírselo un poco más,
ahora agarró el consolador puso la gruesa cabeza en la entrada de su fundillito, apoyo su cabeza sobre el colchón, con una mano se abrió una de sus deliciosas nalgas.
Angélica comenzó a empujarse el consolador una, dos y tres veces, pero la cabeza era muy gruesa para su pequeño fundillito, pero ya caliente la cabroncita y tratando de satisfacerse el culo, se llevó a la boca el consolador, la mojo más chupándole toda la punta, probando sus jugos vaginales, dejándola más mojada con esta chupada que le dio, vaya que era una mujer de reto y muy persistente.
Ya bien mojado el consolador, se jaló de nuevo su nalga con su mano izquierda para encontrar su pequeño fundillito, con la mano derecha se colocó nuevamente la gruesa cabeza
del consolador, intentando
empujándoselo una, dos y por lo
mojado de la saliva, se le abrió el fundillito tragándose solo la gruesa cabeza de semejante vergota.
Angélica abrió los ojos enormes ahogando su grito, cerraba su boca y apretando los dientes.
— ¡Ay! Mi fundillito. ¡Ah! —
No tenía experiencia y se provocó un agudo dolor en el fundillito, por abrírselas tanto, no se movió para nada en un par de minutos,
mientras lo asimilaba, entre cerraba los ojos agarrando su aire, sentía ya ganas de sacárselo y darle descanso a su fundillito, pero ya estaba la cabeza del grueso consolador adentro de su pequeño fundillito como ella lo quería.
Ahora levantó la cara, sin soltar el enorme consolador, volteó mirándose al espejo, estaba bien ensartado el vergonón en medio de sus nalgas, que ya no lo dejaría cerrarse, entonces con su mano derecha se comenzó a mover muy despacio el consolador adentrándolo dos pulgadas más en su fundillito, sintiendo ahora una rica sensación de placer, el dolor ya había pasado y el goce ya venía en camino; jaló hacia afuera el consolador sacándoselo por completo.
Muy atenta miró en el espejo su fundillito, que estaba muy abierto por tragarse ese grueso placer, pero antes de que pudiera cerrarse su culito, de nuevo se metió la gruesa punta sintiendo ahora delicioso, como se abría camino adentro de su fundillito,
comenzó a menearlo muy despacio masturbándose sintiendo delicioso,
despacio se hundía entre las nalgas la gruesa tranca de hule, pero eso no era todo, ahora Angélica agarró la otra punta del consolador, doblándola y se la colocó en su bizcochito.
Este estaba tan mojado por su excitación, que se lo fue tragando sin ningún problema, ahora ya tenía sus dos hoyitos a todo lo que daba el grueso consolador.
— ¡Ay que delicia! ¡Ah! ¡Ah! ¡Que rico placer! ¡Ah! —
Expresó Angélica poniéndose de pie, mirando en el espejo que con el largo consolador tenía una "U" entre sus piernas, ahora necesitaba metérselo más para sentir rico y poder
conseguir otro delicioso orgasmo.
Bueno, pues esta princesa sí que tenía mucha imaginación, se colocó en la esquina de la cama y enseguida muy despacio comenzó a bajarse, como si
se fuera a sentar en el colchón, sintiendo como tocaba el
consolador y se metía un poco en sus hoyitos.
Angélica se sentó despacio, y empezó a empujar el grueso consolador hundiéndoselo en su fundillito y en su mojada papayita al mismo tiempo, sintiendo delicioso como le iba
invadiendo su cuerpo, recibiendo en sus entrañas más adentro ambas puntas del garrote, haciendo ahora unas deliciosas sentadillas en la orilla de la cama.
— ¡Ah! ¡Que rico! Me entra ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Que delicia! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Mientras subía y bajaba flexionando sus piernas, con sus dos manos muy suavemente se comenzó a acariciar sus nalgas, de una forma muy erótica, entre cerraba los ojos sintiendo ese placer entrar en su cuerpo, la sensación era delirante y exquisita, se hundía entre las piernas la gruesa tranca de hule, la joven seguía flexionando las piernas de arriba
para abajo, hundiéndose más el grueso consolador a cada sentón que se daba, la lujuria de la mujer no encontraba el límite en esta masturbación.
La vergota se le iba metiendo más y más, provocándole mucho placer, sus dos grandes senos blancos se le movían cuando se subía y se bajaba, como locos se le meneaban al ritmo de sus sentones.
¿Quien dijo que hay que morir para
entrar al paraíso o ser buena para alcanzar el cielo?
Esta pequeña zorra ya estaba en el paraíso, disfrutando de su excitado y juvenil cuerpo al máximo, y entre más le entraba, más se le despertaba su lujuria, queriendo ser saciada.
Ella durante varios minutos talló la gruesa tranca entre sus piernas, sintiendo mucho placer.
Hasta que por falta de costumbre se le cansaron las piernas, y sus nalgas quedaron bien sentadas sobre la orilla de la cama, metiéndose de un
madrazo el grueso consolador, en su apretado fundillito y en su panchita,
abriendo ella los ojos casi volteándolos, y abriendo la boca haciéndola gemir de puro placer.
— ¡Ah! ¡Así! ¡Más! ¡Ah! ¡Ah! —
En cuanto se medió repuso, la cabroncita lujuriosa comenzó a flexionar las piernas otra vez, de arriba para abajo, haciendo sus
aeróbicos de la noche, pero ahora se manoseaba sus dos grandes senos, que se balanceaban en el delicioso sube y baja, con sus dedos se apretaba con fuerza sus pezones, que estaban duros y calientes, ya escurría de puro placer.
Hasta que sintió en su vértebra un rico escalofrió, un calor anuncio su
culminación de esta deliciosa masturbación aeróbica.
Las piernas le temblaron, y cayó sentada otra vez de golpe sobre la orilla de la cama, se le hundió el consolador, otra vez explotaba su orgasmo en todo su caliente cuerpo, golpeándola con un mágico toque eléctrico en su bizcochito,
haciéndola estallar como nunca en su vida. Gritando de placer:
— ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Vengo! ¡Ah! Que rico me estoy viniendo ¡Ah! Me bizcochito ¡Ah! Mi fundillito ¡Ah! ¡Ah! —
Con los ojos en blanco, entre abría la boca con muchos temblores en todo su cuerpo, en medio de su éxtasis, su
fundillito lo apretó "ahorcando" el grueso consolador que no lo dejaba cerrarse, su derramado y mojado
bizcochito se le contraía con toda esa gruesa goma adentro, que era más lo que le excitaba al sentirlo tan adentro de ella, temblando de puro placer en su deliciosa venida.
Angélica sentada en la cama se sentía entre nubes, con sus dos manos suavemente se acariciaba sus blancos muslos, se acariciaba sus nalgas, subía sus dos manos acariciando sus dos enormes senos, que estaban bien hinchados, con sus dedos se pellizcaba sus duros y excitados pezones, sin mover ya las nalgas siguiendo bien ensartada por este grueso monstruo.
La lujuria de la mujer no encontraba el límite, pues con solo estas caricias, estaba ella ya desencadenando un segundo, caliente e interminable orgasmo, que le recorría toda su
espalda, haciéndola temblar de puro placer de pies a cabeza,
poniéndole su carita al rojo vivo, la sensación que la atrapaba era delirante y exquisito, sentía el clímax nuevamente explotar en su vientre, quejándose ella de placer,apretando
sus dientes para que no la escuchará la bruja malvada a esa hora de la noche:
— ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! Me estoy viniendo. ¡Ah! Otra vez ¡Ah! Mi culito ¡Ah! Mi bizcochito! ¡Ah! Que delicia. —
Seguía Angélica caminando descalza sobre las nubes, con sus ojos volteádos, su boca entre abierta, su respiración ya entre cortada, escurría de placer entre las piernas,
resbalando el sudor por todo su hermoso cuerpo, como a ella nunca le había pasado en todas sus masturbaciones que se había dado, y estas eran muchas.
Hasta que después de varios segundos Angélica despacio abrió los ojos, mirándose en el espejo, estaba totalmente ensartada, solo se le veía un grueso plástico que salía de entre sus piernas formando la “U”.
Ahora despacio bajó su mano derecha, y con su dedo medio se comenzó a acariciar su mojado y salido clítoris, sintiendo un golpe eléctrico que la hizo brincar, ya tenía un color rojo encendido estaba muy sensible al tacto, provocándole mucho
placer al acariciárselo.
Esta putita no se conformaría con esto, quería más y más, quería placer hasta hartarse, por ahora, solo quería y deseaba desesperadamente alcanzar otro caliente orgasmo mejor que el anterior.
Angélica se levantó de la cama poniéndose de pie, abrió sus piernas que ya le temblaban, con sus dos manos jaló con cuidado el grueso y largo consolador, este comenzó a salir muy despacito.
Ahora acercó una silla que tenía junto a su tocador, la puso enfrente del espejo, colocó su rodilla izquierda sobre la silla y con la pierna derecha colocó su pie sobre el suelo.
Con mucho cuidado se jaló el grueso consolador, liberando primero su mojado bizcochito, con su mano derecha siguió jalando hasta liberar su pequeño fundillito, se agachó y con la mano izquierda jalándose una nalga, mirándoselo a través del espejo, este estaba ya sumamente abierto, era alarmante vérselo así.
Pero ella en su extrema calentura, la sensación era delirante y exquisita, la lujuria de la mujer no encontraba el límite en su masturbación, hundía entre las nalgas la gruesa tranca de hule, se seguía metiendo y sacando la gruesa cabeza del grueso consolador, no dejando que su pequeño fundillito se le cerrara ni un instante.
Pensaba la joven que si se le cerraba, le volvería a doler su culito, estaba tan sensible que sentía muy delicioso el estarse chiquiteando ella misma, solo le entraba y le salía la gruesa
cabezota de goma, sentía algunos escalofríos recorrer todo su cuerpo, como queriendo explotar un nuevo orgasmo.
Hasta que después de cinco minutos, de estarse masturbando su fundillito de esta forma tan deliciosa, logro la muy puta alcanzar la culminación.
Sí, solo picándose todo su goloso fundillito, manoseándose con su otra mano su salido clítoris, que estaba ya muy sensible al tacto, sintiendo de nuevo caliente, muy caliente todo su cuerpo, y un escalofrió recorrió su vértebra, anunciándole su orgasmo, de nuevo alcanzaba el clímax de su
masturbación, ahogando su grito entre cerrando la boca:
— ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Qué rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Agitaba su roja carita de derecha a izquierda, enloqueciendo de puro placer, se tocaba con delicadeza su clítoris, brincando todo su cuerpo, estaba tan sensible que ya no soportaba el tacto, una vez más como si fuera un cuento de hadas.
Angélica caminaba sobre el cielo, volteaba los ojos poniéndolos en blanco, abriendo su boca tratando de agarrar su aire, mientras su cuerpo era sacudido por el potente orgasmo, sintiendo muchos espasmos uno sobre otro, haciéndola temblar de puro placer.
Era lo que necesitaba la joven para llegar a las nubes, tres consoladores que la mimaran por toda la noche, y en cualquier momento, sin cansarse de entrar y salir de ese caliente y delicioso cuerpo, que estaba lleno de pura lujuria, que cada vez buscaba un nuevo y más caliente orgasmo que la siguiera cimbrando de pies a cabeza.
Como si esta putita fuera una recién casada, escurría de placer sintiendo todo su cuerpo caliente y sudoroso. La muy cabrona se pasó toda la noche jodiéndose sus dos agujeritos en diferentes posiciones, usando sus tres deliciosos consoladores a la misma
vez, no dejando cerrar totalmente su goloso fundillito ni un instante, paraba las nalgas imaginando a su amante secreto el príncipe Antonio, que estaba cogiéndosela en todo momento sin detenerse, dándole en su panochita y en su fundillito la deliciosa verguiza de su vida.
Ya para las cuatro cuarenta y cinco de la mañana, había alcanzado la muy puta dieciséis calientes orgasmos, cada uno era mejor que el otro, hasta que la muy golosa se quedó cansada por la falta de sueño, decidió guardar sus tres juguetes en la caja metiéndolos en el armario diciéndoles con cariño:
—Bueno mis tres amantes secretos, es mejor que descansemos un poco, y mañana regresando de la escuela nos volveremos a coger de una forma deliciosa, mi fundillito y mi
panochita ya les pertenecen, trío de golosos. —
Ahora Angélica se puso su pequeña panti y una camiseta, enseguida desbloqueó la puerta, por si su cruel madre, si esa bruja perversa entraba primero a la habitación para despertarla, pero ella planeaba levantarse temprano e irse a la escuela, pues estaba muy contenta,
así que se metió a la cama con su carita bien roja, y su cuerpo todavía hirviendo estaba toda llena de su-
dor, al tocar su cabeza la almohada, ella se quedó al instante
completamente noqueada por el sueño y el cansancio.Está historia continuará....
Gracias por su voto, los invito a leer mis novelas publicadas
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
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las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....
Ficção GeralDespués del libro negocio redondo violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. Ahora solo quedan las cartas de "EL CLUB 69 DE ARIES". En donde las personas dan su punto de vista, haciendo una nueva novela llena de erotismo y de lujuria, "Yol...