HACIENDO EL AMOR CON MI AMIGA.

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LAS CARTAS DE
“EL CLUB 69 DE ARIES.”

YOLANDA ME CONTÓ….

CAPÍTULO DOS.

Por fin terminadas las clases en la escuela, salió Yolanda de la escuela con mucha prisa atravesó las calles con rumbo a su casa, sin entretenerse en ninguna tienda como a veces lo
hacía para matar el tiempo.
Yolanda llegó hasta la puerta de
su hogar, enseguida de su mochila sacó sus llaves y abrió la puerta, entro a la casa cerrando la puerta y poniendo el seguro, con su mano derecha aventó su mochila rebotando está en el sillón mirándola caer, sonrió y enseguida gritó:
— ¡Ya llegué! ¡Ya llegué! —
Como todas las tardes, todo solo fue un silencio absoluto adentro de su casa, de verdad deseaba que su madre saliera de la recámara y le dijera:
— ¡Bienvenida hija! Dime. ¿Cómo
te fue? ¿Todo está bien? ¿Tuviste algún problema? ¿Qué aprendiste? ¿Tienes tarea? Primero come… —
Pero nada, triste por el silencio se quitó el suéter, aventó los zapatos, con ambas manos se soltó la falda escolar cayendo al suelo, desabotono la blusa blanca que también voló por el aire, se desabrochó el brasier
liberando sus senos de esa horrible prisión, colocó sus dedos en su tanguita negra, muy despacio se la fue quitando, dejando su bizcochito al
aire libre, manoseándose su mojada papayita.
Totalmente desnuda se fue caminando hasta su recámara, buscó en un cajón en donde guardaba su ropa interior, sacando su película pornográfica ya tan vista, la puso en su video grabadora.
Encendió su televisión que tenía en su recámara, estaba comenzando el episodio número tres, enseguida se acostó en su cama, entreabriendo sus piernas comenzó a masturbándose su bizcochito, solo que ahora cerraba los párpados y pensaba en su gran amiga Marisol.
Pensaba en esa boca, en el sabor que le dejo en sus labios, con su mano izquierda se acariciaba muy despacio sus senos, alzaba las piernas imaginando algún cabrón penetrarla, tal como pasaba en la película, en donde a una morena la tenían en la orilla de la cama con las piernas bien
abiertas, y un cabrón con su vergota le fornicaba todo el bizcochito, mientras la vieja gritaba de gusto al sentir el grueso garrote entrar
y salir jodiéndole toda su panochita.
Yolanda con su mano derecha se acariciaba toda su papayita, pensaba en su amiga que en unas horas estaría con ella, ahora la chica se colocó de rodillas, con una mano se masturbaba el bizcochito, paraba más las nalgas
imaginando a un muchacho, dándole un grueso garrote entre las nalgas en esa posición, imaginando las manos en su cintura en un delicioso mete y saca, deseando le dedearán su pequeño fundillito.
— ¡Ah! Ábreme las nalgas, ¡Ah! ¡Húndemelo en mi panochita! ¡Ah! ¡Así! ¡Dame! ¡Dame! —
Decía Yolanda, mientras su cabeza estaba repegada en el colchón, con su mano izquierda se acariciaba las nalgas, buscándose con los dedos su pequeño fundillito, su mano derecha no dejaba de acariciar su clítoris, sus dos grandes senos se restregaban en la colcha, sentía a cada momento que su calor aumentaba adentro de su cuerpo, el delicioso clímax venia en camino, no dejándose de masturbar su bizcochito ni un momento.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! Mi papayita. —
Pasaron diez minutos de estar mirando la película, y estarse masturbando todo su bizcochito, desesperada se manoseaba todo su cuerpo, cuando un delicioso calor que ya conocía le invadió su cuerpo, un escalofrió recorrió su vértebra sintiendo llegar a su éxtasis, cerraba los ojos mientras con su mano se acariciaba los grandes senos, sus dos pezones se ponían duros, haciendo una reacción en cadena, su carita
estaba hirviendo en un rojo encendido.
Rápido Yolanda se recostó en la cama, bajó sus piernas las tenso para hacer más intenso el orgasmo, y…
— ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Con la boca entreabierta, estaba viniéndose Yolanda junto con el hombre de la película, quien soltaba sus calientes chorros de leche en la espalda de la morena, batiéndole las nalgas agitando con una mano su grueso garrote, con la otra mano le
abría las nalgas a la mujer, con la punta de su garrote le golpeaba el fundillito, queriéndoselo meter a la morena.
Mientras esto pasaba, Yolanda temblaba de pies a cabeza en su caliente orgasmo, con sus dedos se pellizcaba los pezones, abría la boca tomando su aire, escuchando su agitada respiración, simplemente con su experiencia que ya tenía cada día se masturbaba mejor su papayita, superando cada día cualquier orgasmo que hubiera ya tenido.
Se relajó la mujer abriendo sus ojos claros, mirando detenidamente el techo, disfrutando su caliente culminación, quedándose muy quieta sobre la cama por un buen rato, su
bizcochito estaba muy mojado y sensible al tacto.
Después de reposar por unos minutos, se levantó de la cama, así desnuda fue hacia la cocina y se sentó a comer,
mirando las paredes con el silencio que había en la casa, agarró el control remoto de la mesita de centro, encendió la televisión viendo algún programa, mientras comía miraba su ropa escolar tirada en el suelo.
Para esa misma tarde, ya eran las cuatro y media. Yolanda ya había hecho su tarea escolar, ahora esperaba nerviosa a su amiga sintiendo que el tiempo no avanzaba, pensaba en el delicioso beso que se habían dado en el salón, ya deseaba
probar una vez más los labios de su amiga, era tal su deseo que otra vez ya tenía bien mojada su papayita.
Yolanda ya se había vestido, tenía puesta una blusa gris sin abotonar en la parte de arriba, enseñando parte de sus dos blancos senos, una minifalda negra, pero la muy cabrona no se había puesto su pequeña tanguita, ahora los vellitos castaños de su bizcochito le tallaban bien rico contra la tela de la faldita, esos deliciosos roses y lo que pensaba hacer con su amiga la ponían bien mojada y más caliente a cada momento.
La joven se iba a sentar para mirar la televisión en la sala, cuando tocaron el timbre de su casa, volteó la cara para ver la puerta, sintió unas mariposas en el estómago, miró el reloj viendo la hora, emocionada pensó:
—Tal vez sea Marisol,
todavía no es hora. —
Caminó descalza en el piso hacia la puerta, abrió despacio la puerta y escuchó: —Hola chicuela, ¿Me esperabas? —
Sonrió Yolanda al mirar a su amiga, con una bolsa roja colgada en su hombro, tenía puesta una blusa blanca, en donde sus grandes senos morenos amenazaban con salirse
de esta, tenía puesta una falda blanca mostrando las piernas tan juveniles,
unas botas blancas que la hacían ver más alta, al entrar Marisol cerró la puerta, enseguida le puso el seguro,
dio Yolanda dos pasos para atrás para poder admirar mejor a su amiga.
—Te vez hermosa Marisol, en verdad estas hermosa. —
Yolanda le miraba los dos grandes senos, después ya desesperada la miraba a los ojos, como suplicando por un beso.
Marisol enseguida lo entendió con voz firme le expresó:
—Acércate chaparra. ¿Estás sola? —
Yolanda dibujó una sonrisa en su rostro, y enseguida afirmó con la cabeza, diciéndole que sí, se acercó a su amiga levantando la cara y sin esperar más, Marisol soltó el bolso
cayendo este pesadamente al suelo en
frente de Marisol, ahora con ambas manos la agarró de la diminuta cintura, la beso en los labios con dulzura y ternura, sin separar sus bocas del largo beso lesbiano.
Marisol bajó lentamente sus manos, acariciándole el par de nalgas, que eran firmes y deliciosas, avanzaron sus dos manos llegando al final de la minifalda negra, acariciándole por dentro el par de blancos muslos, subiendo sus manos un poco más, descubriendo que su amiga no tenía su tanguita puesta, sintiendo los vellitos alrededor de la mojada papayita.
Marisol le soltó la panochita que acariciaba, para colocar ahora su mano en la cabeza de Yolanda, repegandole sus dos grandes y tibios senos de piel café en la cara, enseguida Marisol con mucha habilidad, con sus dos manos rápido se desabotono abriéndose la blusita,
ahora desenganchó de enfrente su brasier de color blanco, dejándole ver sus dos pezones grandes de color café obscuro, que le adornaban sus dos
senos.
Al mostrárselos Marisol le sonrió, enseguida con su mano derecha le agarró con ternura el cabello de Yolanda, dirigiéndole la cara para que colocara sus labios en uno de sus
grandes pezones.
Yolanda solo se dejó llevar por sus instintos, subiendo sus manos agarrándole los dos grandes senos,
abriendo su boca acercando sus labios, lamiéndole los obscuros pezones, uno y otro lamiéndoselos de forma tan natural, como una lesbiana de nacimiento.
Mientras Yolanda le lamia, Marisol con sus dos manos acariciaba con lujuria el par de nalgas que tenía su amiga, en ese momento serian totalmente para ella.
Aquí nadie las interrumpiría como en el salón de la escuela, sí, en este momento su amiga Marisol le echaba más leña al incendio que nadie
jamás apagaría.
Yolanda ya estaba envuelta en las llamas de la pasión, el encuentro con otra mujer la emocionaba, tal parece que su masturbada antes que llegara su amiga Marisol, solo la calentó un poco, porque ahora el incendio se alebrestaba.
Después de acariciarse sus cuerpos las dos mujeres, rompió Marisol el silencio que las rodeaba, la miró fijamente a la cara diciéndole:
—Me lames mis pezones y mis dos senos muy delicioso, hermosa chicuela, tienes mucha práctica en el arte de mamar. ¿Lo has hecho con alguien más Yolanda? —
Yolanda al escuchar lo que le mencionó, enseguida separo un poco los labios del pezón, con su lengua le lamio dando vueltas, con sus dientes le mordisqueo el pezón de forma
deliciosa, pensó en la respuesta, pero le mintió, para no herirla, con una voz firme le contestó: —Eres la primera mujer que me hace esto, me calientas bien rico. —
—Lo haces también, chupas mis senos de una manera deliciosa, pero te quiero enseñar algo más rico. ¿Podemos ir a tu cama? —
Yolanda la miró a la cara, sonrió muy picará sabiendo lo que seguía, la agarró de la mano caminando despacio con rumbo a su habitación, a Marisol solo le dio tiempo de agacharse rápido y levantar su bolso, caminando detrás de ella, admirando las ricas nalguitas que le iba abrir y a mamar, hasta que se viniera en su boca esa panochita.
—Este es mi cuarto, y esta es mi cama, ahora enséñame que más sigue maestra. —
Expresó Yolanda haciéndose la inocente, deseando que ya
la masturbará con algo. Si un grueso consolador.
Marisol la abrazo por la espalda repegandole sus tibios senos, recargando su cara en los hombros de Yolanda, buscando sus labios besándola nuevamente, mientras con sus manos le desabrochaba la blusa gris, dejándola enseguida caer al piso.
Sin dejar de besar sus labios. Marisol ya le desabrochaba el brasier por la espalda, dejando al aire libre los dos grandes senos blancos de Yolanda, tirando el brasier al piso y
colocándole Marisol sus manos enfrente, acariciándole ambos
senos, y apretando con sus dedos muy suavemente los ricos pezones, dándole de besos en la mejilla, en el cuello, en la espalda, para regresar a besarle nuevamente los labios.
Muy despacio Yolanda a su amiga le suplicaba:
—Más… dame más besos, no pares. ¡Ah! Siento bien rico, estoy sintiendo delicioso sigue no pares... —
Yolanda era materia dispuesta, deseaba ser cogida por su amiga. Marisol con ambas manos le aflojo la minifalda negra, dejando en un segundo a Yolanda completamente desnuda ante ella.
Ahora Marisol se agachó chupándole los blancos y grandes senos, mientras con la mano derecha le acariciaba la rica y peluda papayita, que Yolanda tenía entre las piernas, estaba ya sumamente mojada por los besos y las caricias, así que Marisol solo le pidió:
—Acuéstate en la orilla de la cama Yolanda, y mantén las piernas levantadas y bien abiertas. —
Yolanda se giró despacio, volteo a mirar la cama ubicando la orilla de esta, entonces se sentó con cuidado colocando las manos en cada lado, enseguida separo sus dos piernas. Marisol le puso su mano en el cuello empujándola muy suavemente, para que se acostara en la cama.
Mientras Marisol con una sonrisa se arrodillaba enfrente de ella, quedándole la deliciosa papayita blanca con su clítoris rosita en su mera cara.
Con sus manos Marisol le agarró cada pierna, que permanecían levantadas en el aire, solo las separo dirigiéndolas para que el delicioso bizcochito estuviera como ella deseaba, bien abierto, ahora Marisol acerco su boca, y sin más le metió una mamadota con su lengua enterrándosela en su bizcochito, haciéndolo una y otra vez, como una pequeña gatita lamiendo su delicioso atún.
— ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Se quejó Yolanda al sentir la lengua de Marisol, que mamaba todo su bizcochito, no le daba tregua ni un momento, lamia y lamia, continuaba lamiendo, solo se detenía un poco
en el clítoris, hacia bailar su lengua sobre de este, haciendo brincar de ricos escalofríos a Yolanda.
Quien se manoseaba con desesperación sus dos senos,
bajaba una de sus manos le acariciaba con cariño el cabello de su amiga, como agradeciéndole de estas mamadas de papayita, mientras sus nalgas continuaban desafiando la gravedad en la orilla de la cama, pero la joven temblaba completa
de puro placer.
Marisol aprisionó con su boca el sensible clítoris, le daba de vueltas adentro con su lengua alrededor de este, chupándolo, lamiéndolo, escuchando a Yolanda quejarse:
— ¡Ah! ¡Más! ¡Ah! ¡Más! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Después de unos deliciosos e interminables minutos, Yolanda no se contuvo más, alcanzó su éxtasis, se empezó a derramar en la boca de Marisol, que, con una experiencia
encabronada, seguía mamándole todo el bizcochito, sin separar su lengua, al oír venirse Yolanda.
Colocó sus labios al clítoris, nuevamente se lo chupó con gula, haciéndola retorcer de puro placer.
Mientras Yolanda sentía un calor invadir todo su cuerpo, sus grandes senos se le ponían duros en su caliente orgasmo, desesperada con sus dedos se apretaba sus pezones, alcanzando el séptimo cielo, cerrando los ojos volteaba su cara de derecha a izquierda, hasta poder quedarse quieta solo dando de pequeños brincos involuntarios, respirando agitadamente con la cara al rojo vivo, diciendo algo incoherente:
— ¡Ah! Egresa ¡Ah! ¡¡Ah!! Mi Mar…Ghana... ¡Ah! —
Hasta que por fin se quedó completamente quieta, después de su caliente culminación, entonces Marisol separo su boca saboreaba la deliciosa panochita, miraba los blancos muslos, los vellitos castaños que adornaban esa papayita rosita, que estaba bien mojada por su orgasmo, se agachaba Marisol dándole uno que otro lengüetazo en el sensible clítoris.
Haciéndola brincar en su bizcochito tan sensible, pero esto era solo el principio, Marisol tenía pensadas otras cosas para el bizcochito de su amiga, así que le comentó:
—Esto es y se llama mamar bizcochito, dime Yolanda. ¿Te gustaron mis mamadas de panochita que te di? —
Yolanda caminaba descalza sobre las nubes, abría y cerraba los ojos, tratando de volver a la realidad, sintiendo aún los escalofríos en su cuerpo, solo le respondió:
—Marisol dime. ¿Quién te enseño? Que… rico lo… haces… mamas
divino mi panochita. —
Su amiga la escuchaba, ahora se puso de pie y como la chica era algo vale madre, con sus dos manos se soltó la falda quitándosela, ella era un poco llenita, no gorda desparramada, sino que estaba llenita, se bajó su tanguita blanca, dejándole ver a Yolanda todo su bizcochito, que más bien por el tamaño de Marisol esta chica tenía un bizcochote, adornado con sus vellitos negros.
Ahora las dos mujeres estaban completamente desnudas en la recámara, solo que Marisol aún tenía puestas sus botas blancas, ya que le gustaba verse más alta que Yolanda.
La muy cabrona se paró de lado modelando muy orgullosa su cuerpo desnudo, al tiempo que con sus manos se acariciaba sus grandes senos, mirándola le preguntó:
— ¿Te gusto? ¿Me veo bien sin nada puesto? ¿Tú que piensas? —
Yolanda ahora bajó las piernas, levantando la cara, admirando a su amiga, le contestó:
—Estas tan hermosa Marisol, me gusta tu cuerpo desnudo, nunca me imaginé que así te vieras, siempre te veo con el puto uniforme puesto. —
—Levántate cabroncita, ahora es mi turno para que aprendas a lamer una panochita. —
Yolanda de inmediato colocó los codos en el colchón, enseguida se sentó en la cama, poniéndose de pie enfrente
de su amiga, como ella estaba descalza y Marisol todavía tenía puestas sus botas, los dos grandes senos casi le quedaron en la cara, así que Yolanda solo se inclinó un poco, abrió la boca lamiéndole uno de los pezones cafés, para después besar los labios de su amiga, si esa boca que le habían hecho derramarse de manera tan maravillosa, probando el sabor de sus propios jugos vaginales.
Marisol se sentó en la orilla de la cama, enseguida se acostó levantando y abriendo sus piernas, para sorpresa de Yolanda. Marisol pudo colocar las rodillas tocando el colchón, enseguida colocó sus dos codos sobre sus corvas deteniéndose ella misma sus piernotas, tenía una flexibilidad muy encabronada, de esta manera dejó toda su panochita bien abierta y lista para ser mamada por su amante en turno.
Yolanda miraba sorprendida como se miraban las botas en cada hombro de Marisol. Quien sin ninguna pena sostenía sus piernotas, mientras se acariciaba con sus manos sus dos senos, después con sus dos manos agarró uno de sus senos,
colocándoselo en la boca lamiéndose ella misma uno de sus obscuros pezones.
Yolanda boquiabierta, miraba su par de muslos morenos y su bizcochito semi abierto, sus nalgotas y tenía hundido entre estas su pequeño fundillito, que estaba adornado de una aureola café, sí que estaba sorprendida Yolanda.
Marisol con su lengua se lamia alrededor de su grueso pezón, alzó la vista mirando a Yolanda le comentó: —Mámame mi bizcochito, anda, yo me lameré mis pezones para excitarme. —
Después de decir esto, Marisol jaló de nuevo con su mano su chichota, abrió su boca lamiéndose todo su pezón.
Yolanda enseguida se inclinó, colocó sus manos acariciándole las nalgas y las piernotas, le deposito un beso en la peluda panochita, sacó su lengua comenzando a lamer desde el obscuro fundillito hasta el clítoris, que era medio rojizo, se detuvo un momento saboreando la rica y mojada papayita.
Yolanda comenzó a lamerla una tras otra vez, era atrevida como su amiga, mientras que Marisol, según ella la pervertía enseñándole sus malas mañas, pero Yolanda a su edad, ya
tenía un camino muy recorrido, ya sabía cómo mamar una deliciosa papayita, su cuidadora Lorena le enseño muy bien el arte de mamar, lamer y chupar desde el fundillito hasta el delicioso bizcochito, aprisionando con los labios el clítoris.
Yolanda ahora se detuvo un momento en el clítoris, lo succionó con sus labios y de inmediato le daba de vueltas con su lengua, logrando sacar unos gemidos de placer a su amiga, quien disfrutaba de esa lengüita que tenía tanta destreza en su panochita.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Así! ¡Delicioso! ¡Ah! ¡Qué bien lo haces! —
Marisol sintió divina aquella mamada de bizcochito que le daban, esa boca se le pegaba succionando bien rico toda su papayita, mientras Yolanda soltó el clítoris al escucharla quejarse, mostró una sonrisa traviesa, miraba a su amiga retorcerse de puro placer con sus lamidas y mamadas de papayita, muy contenta le gritó:
— ¡Funciona! ¡Guau! ¡Funcionan mis mamadas de bizcochito! —
Con ese ánimo, Yolanda volvió a mamarle, desde el fundillito hasta detenerse en el clítoris tronando su boca, dándole de ligeros jaloncitos con sus labios, oyendo a su amiga
quejarse de placer, pero esta vez la lamio, la mamo y se lo chupo una y otra vez, escuchando:
— ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Ah! ¡Que rico se siente! ¡Oh! —
Solo Marisol dejaba de lamer sus pezones para quejarse, la chica tenía tan grandes sus senos, que con sus manos se juntaba los dos pezones y se los lamia a la misma vez, y lo mejor de todo, que después de seis minutos no se cansaba de esa posición, ya la enloquecía esa lengua que tampoco se detenía ni un momento a darle tregua en su papayita.
La húmeda lengua de Yolanda le mamaba, chupaba y lamía devorando de una manera desesperada su bizcochito.
Hasta que Marisol alcanzó un caliente orgasmo, ya la muy puta escurría de placer sintió su cuerpo caliente, muy caliente, ahora brincaba su cuerpo con un delicioso escalofrió que le recorrió toda su columna vertebral,
anunciándole su culminación de esta deliciosa masturbación:
— ¡Me! ¡Ah! ¡Mámame! ¡Más! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Ah! —
Se derramó teniendo la boca de Yolanda chupando su clítoris, sintiendo un delicioso escalofrió adueñarse de ella, la hicieron estallar como nunca en su vida, desesperada Marisol soltó su par de grandes senos, entreabría la boca quejándose, sus ojos estaban totalmente en blanco, con unos incontenibles temblores en todo su cuerpo.
Mientras Yolanda sin detenerse seguía lamiéndole todo su delicioso bizcochito, su éxtasis seguía explotando en su cuerpo y en la lengua de la joven “principiante”.
Hasta que después de un minuto, Marisol “volvía” a tierra, mirándola con más amor del que le tenía. Yolanda era toda una lesbiana y no otra cosa, era una pinche putita lame coños.
En ese momento Marisol decidió que era hora de pasar a lo que seguía si, esto todavía no acababa para ellas. Marisol quería enseñar a usar sus juguetes sexuales, de esta manera le
abriría el goloso bizcochito a su amiga, juntas se tenían que venir estando bien ensartadas.
— ¡Ya!... ya de… detente putita, te quiero enseñar algo más… Yolanda… ya… detente… —
Yolanda le lamio el mojado bizcochito una vez más, entonces se detuvo, alzó su cara toda llena de saliva y jugo vaginal, miró a Marisol a la cara preguntándole: — ¿No lo estoy haciendo bien? ¿No te gusta cómo te chupo todo tu bizcochito? —
—Lames delicioso chicuela, ya me mojé mucho, me derrame bien rico en tu boca, me hiciste temblar cabrona, pero ahora te quiero enseñar cómo se cogen en verdad dos mujeres.¿Quieres aprender? —
Preguntó Marisol soltando sus dos chichotas, liberando las corvas de sus piernas que atoraban sus codos, colocando cada una de sus botas en el suelo en cada esquina de la cama,
teniendo su papayita bien abierta, para después sentarse en la cama, agarrar con sus manos con mucho cariño la cara de Yolanda, que estaba muy embarrada de saliva sus labios, su barbilla, su nariz.
Sin importarle, Marisol le beso sus labios, muy suavemente saboreando el sabor de su propio bizcochito, mientras Yolanda con una sonrisa traviesa, con sus dos manos le acariciaba el par de grandes senos cafés.
—Pon una almohada en la orilla de la cama, coloca tus nalgas, acuéstate levantando tus piernas, te voy a coger cabroncita, ya te lo ganaste mi cielo. —
Le comentó Marisol, mientras alzaba su bolso del suelo, enseguida sacaba una vergota gruesa de goma de dos cabezas, de treinta pulgadas de largo y otra vergota también gorda, pero esta de una sola cabeza.
Yolanda miró los consoladores sonriendo, recordó que Lorena, la mejor amiga de su madre Luisa, cuando la cuidaba, le había quitado su virginidad con un consolador de esos.
Así que solo se hizo la inocente, dejando que su amiga pensara que era la primera mujer en su vida, no quería que Marisol la cuestionara de:
¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué te dejaste hacer eso? Y su amiga se enojará en un momento tan bello como este, del cual disfrutaba a plenitud con ella.
—Acuéstate cabroncita, vas a probar mi juguetito disfrútalo, te la meteré muy despacito tu conchita, mi pequeña putita. —
Yolanda obedeciendo, enseguida se sentó sobre la almohada que colocó sobre orilla de la cama, sonrió sin perder de vista la gruesa vergota de dos cabezas, mirando como su
amiga depositaba el otro consolador sobre la cama.
Marisol con su mano derecha le acerco la vergota a la cara de Yolanda. Le indicó:
—Abre la boca y chúpala toda, debe estar bien mojada para que entre en tu bizcochito con más facilidad, así te masturbaré, y después... ya verás lo que sentirás cabrona, te torturaré bien rico la panochita. —
Yolanda sin decir nada, solo abrió sus labios sacando su lengua. Marisol acercó el grueso consolador, se lo deposito en los labios. Yolanda lamio la punta abriendo más su boca,
muy despacio Marisol se la fue introduciendo en la boca, chupando toda la gruesa cabeza.
Mientras hacía esto, Yolanda miraba a la cara de su amiga, para ver que gestos hacia. Marisol con una sonrisa le expresó: —Agárrala y chúpala
hasta donde tú puedas. —
Yolanda con sus dos manos agarró el grueso consolador, lo chupo una y otra vez, entrándole en la boca tres gruesas pulgadas, ensalivándola perfectamente sus labios devoraba el garrote.
Mientras Marisol observándola muy despacio le manoseaba los blancos senos, que eran grandes, mientras
con la otra mano despacio le masturbaba todo el rico bizcochito, sintiéndolo bien mojadito.
—Ya no seas tan golosa, acuéstate ya mi putita, te voy a coger para desbaratarte todo tu bizcochito. —
Le comentó a Yolanda poniéndole su mano derecha en uno de sus senos, empujándola muy suavemente recostándola sobre el colchón de la cama, quedando su bizcochito como Marisol necesitaba para cogérsela.
—Levanta tus piernas y ábrelas bien, sostenlas con tus manos, te la meteré muy despacito Yolanda, tu bizcochito está ya muy mojado mi vida, no te dolerá nada. —
Marisol acercó su cara, lamiéndole todo el bizcochito con su lengua, y escupiéndole en este, ahora le colocó la gruesa cabeza del consolador en los labios vaginales de Yolanda, se lo empezó a empujar muy suavemente, se le fue abriendo la caliente papayita, entrando la gruesa vergota de goma, sintiendo Yolanda deliciosa la penetración en su mojada y caliente papayita, enseguida estaba quejándose de placer.
— ¡Ah! ¡Se me abre mí! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Marisol con ambas manos no se detuvo de empujar la vergota, hasta poder hundirle seis gruesas pulgadas adentro del mojado bizcochito, para después echar hacia atrás el consolador, dejándole solo la gruesa cabeza hundida en su panochita,
hundiéndola una y otra vez, haciendo retorcerse de placer a Yolanda, era una perversión total esta masturba-
da de papayita de una mujer a otra.
La sensación era delirante y exquisita. Yolanda movía su cara de un lado para el otro, con sus dos manos se acariciaba sus grandes senos, habría más sus piernas para permitirle a
su amiga meterle más a fondo el grueso consolador de goma, entre
más le entraba el consolador, más se le despertaba su lujuria, queriendo ser saciada, la muy puta entreabría su boca quejándose de las ricas e interminables metidas y sacadas de
garrote, que su amiga le daba en su golosa papayita.
— ¡Oh! ¡Mi Dios! ¡Ah! ¡Más! ¡No pares! ¡Ah! ¡Ah! —
A Yolanda le masturbaba todo su bizcochito de una forma deliciosa, con esto la lujuria de la mujer no encontraba el límite, mientras Marisol ya le metía nueve pulgadas del grueso consolador en la golosa panochita, la pinche Yolanda más se quejaba de placer, dando de caderazos,
suplicando a su amiga que no parara de mover el consolador, cuatro minutos de estarle masturbando el bizcochito Marisol le expresó:
—Ahora me uniré a ti, para cogerte mi cabroncita, seremos dos lesbianitas calientes. —
Yolanda con su cara bien roja, miraba a su amiga, mientras apretaba sus manos en la colcha de forma desesperada, ya que la masturbaba de una forma deliciosa, con las nueve
pulgadas del grueso consolador adentro de su conchita, diciéndole:
—Disfruta de mi cuerpo. —
La joven miró muy atenta como Marisol con ambas manos agarró el otro extremo del consolador, se inclinó abriendo su boca, chupándolo de forma golosa, llenándolo completamente de saliva.
Para después, mirar cómo levantaba su pierna derecha, y se metía la punta del consolador en la panochita, vio como se le fue abriendo todo el bizcochito.
Poco a poco se fue desapareciendo la gruesa punta del consolador, siguió metiéndoselo hasta alcanzar ocho gruesas pulgadas de la vergota.
Adentro de su mojado bizcochito,
gimiendo Marisol de placer al sentirse penetrada, uniéndose a los gemidos de Yolanda. Quien desesperada ya quería que lo siguiera moviendo ese delicioso garrote en su panochita.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Me entra! ¡Que rico! ¡Ah! —
Marisol entre cerraba los ojos, abriendo la boca quejándose de placer, levantando su carita al techo, oyendo los quejidos de puro placer que Yolanda también tenía:
— ¡Ah! ¡Cógeme! ¡Ah! ¡Dame! ¡Ah! —
Ahora en esta perversión total, las dos mujeres, estaban unidas por las treinta gruesas pulgadas del consolador de goma, ya se compartían diecisiete pulgadas de la gruesa vergota, tenían que compartir trece gruesas pulgadas más que les sobraban.
Marisol en su roll de hombre, con sus dos manos agarró de las dos piernas a Yolanda, comenzando a caderear con fuerza, mientras que Yolanda continuaba en la orilla de la cama con las nalgas levantadas por la almohada.
Recibiendo ella entre sus piernas caderazos tras caderazos de su amiga Marisol, con una deliciosa vergota adentro de sus bizcochitos, que las torturaba de una forma deliciosa,
gimiendo las dos perras con mucha calentura, pidiendo las pinches putas más y más, la lujuria de las mujeres no encontraba el límite, mirándose la una a la otra escuchando sus gemidos en la habitación.
— ¡Ah! ¡Más dame! ¡Ah! ¡No te pares! ¡Ah! ¡No! ¡Ah! ¡Dame en mi bizcochito! ¡Ah! ¡Ah! —
— ¡Ah! ¡Tienes unas nalgas deliciosas Yolanda! ¡Ah! ¡Ah! Puta insaciable te lo estás devorando todo. —
— ¡Ah! ¡Más dame! ¡Ah! ¡No te pares! ¡Ah! —
Rogaba Yolanda por que no parara de caderear. Quien sentía delicioso tener algo que la masturbará por dentro de su bizcochito. Yolanda ya tenía diez pulgadas de gruesa vergota en su papayita.
Marisol tenía doce pulgadas adentro de su panochita, ya se escurrían de placer, solo se miraban las ocho pulgadas de gruesa goma, que quedaban de fuera entre las dos panochitas.
Marisol no dejaba de caderear ni un solo momento, la sensación era delirante y exquisita, sus grandes senos cafés se le balanceaban en cada movimiento, sudando la chica en su calentura, disfrutando cogerse a su mejor amiga, durante varios minutos se tallaron la gruesa tranca en sus delicados orificios provocándose mucho placer.
A Marisol la excitaba mucho el solo pensar que según ella, estaba pervirtiendo a Yolanda enseñándole a coger con otra mujer.
Ahora Marisol soltó las piernas de Yolanda, se inclinó para besarla, pegando su sudoroso ombligo al ombligo de Yolanda, sus dos senos cafés se pegaron a los senos blancos, Marisol inclinó un poco la cara
mordiendo los senos muy suavemente con sus labios, sintiendo un escalofrió recorrer su espalda para comenzar a venirse, el clímax estaba ya en su panochita.
La goma le aprisionó de una forma deliciosa su clítoris y… Sí, Marisol ya no aguanto más, alcanzaba el clímax, sin dejar de caderear se empezó a venir, quejándose en la cara de su amiga.
— ¡Ah! ¡Yolanda! ¡Me vengo! ¡Me! ¡Ah! ¡Ah! —
Al recargar su cuerpo Marisol sobre de Yolanda, se le metió otra gruesa pulgada en su mojada panochita, haciendo a Yolanda también explotar en un intenso orgasmo, estallando
juntas de placer, quejando se unidas en su caliente venida.
— ¡Ah! ¡Marisol! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda desesperada entre cerrando los ojos, puso sus manos agarrando de los dos senos a Marisol, apretándoselos con fuerza, mientras abría su boca sacando los gemidos de placer, se sintió ella como caminando descalza entre las nubes su clímax seguía explotando entre sus piernas.
Hasta ahora, Yolanda solo se había masturbado con las manos, pero extrañaba tener un buen monstruo dentro de su bizcochito, era muy diferente a todos sus orgasmos que
había tenido, mas ahora teniendo una mujer encima de ella, la hicieron estallar como nunca en su puta vida, escurría su papayita de puro placer.
Mientras que Marisol soltaba sus gemidos, sacando mucho placer de su bizcochito, simplemente era delicioso el cogerse y pervertir a su mejor amiga. Ahí estaban las dos
"señoritas" totalmente desnudas, con sus cuerpos calientes y sudorosos,
una acostada con las piernas abiertas y bien separadas, y la otra mujer estaba encima empujándole el grueso consolador que las masturbaba de maravilla sus panochitas, dejándose manosear sus dos grandes senos morenos, que estaban muy húmedos del sudor, por esta deliciosa cogida.
—Chúpame mi pezón, vamos chúpamelo. —
Le expresó Marisol, rompiendo el silencio del cuarto, acercándole sus grandes senos a la cara, mientras Yolanda aún con la vista perdida gozaba de su orgasmo, solo abría la
boca con su lengua le lamia los deliciosos pezones obscuros, con sus
dos manos agarraba ambos senos, con sus dedos juntaba los dos pezones lamiéndoselos, temblaba de su caliente orgasmo disfrutando cada segundo con su amiga.
— ¡Mmmm! ¡Delicioso! Tus chichotas están ¡Mmmm! —
—Así lamelas ¡Oh! Que rico, ya te enseñaré otras cosas mi muñequita. —
— ¡Mmmm! Me gusta aprender todo lo que me enseñas, Marisol. —
Comentó Yolanda, lamiéndole los pezones. Marisol la miraba lamerlos una y otra vez. Sí que era una mala amiga según ella, le enseñaba todas sus sucias mañas, ya que Marisol a sus quince años, ya tenía un obscuro record de haberse tirado a once mujeres de su escuela, y a diez amigas de su colonia, incluyendo a su lista a esta puta perra en turno.
Sí, para Marisol las mujeres eran su pasión, a pesar de que ya también algunos hombres de su edad se la habían cogido varias veces, como Alfredo, su disque novio, que ya la habían abierto de nalgas
derramándose adentro de su caliente y delicioso fundillito y en su boca. Disfrutando al máximo de cada caliente orgasmo con ella.
Aún tenían ensartado el grueso consolador las dos mujeres, sintiendo Yolanda su bizcochito caliente y bien repleto de puro placer, entre besos lesbianos y calientes caricias,
haciéndose esa tarde inolvidable para ella con Marisol…

Está historia continuará....

Gracias por el voto, te invito a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad tituladas:
LAS CARTAS DE "EL CLUB 69 DE ARIES" la sirvienta y una máscara para la sociedad. (Erótica)
THE SALEM TOUR SIN FRONTERAS drogas, sexo y rock pop. (Erótica)
NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. (Erótica)
LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas. (Terror)
LAS BRUJAS DE LA MONTAÑA las bestias del infierno. (Terror)
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA.
(Fantasía) una trilogía de acción.

Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries. Gracias por seguirme.



las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora