SANDERÉl conocía la magia, había vivido alrededor de ella toda su vida.
La había aprendido de su familia aunque él nunca había podido manipularla, no como se esperaba que lo hiciera; Lysander no era un brujo o un hechicero, nunca había leído la mente, ni tenido una visión. Ni se diga de manipular algún elemento o crear una poción, él... no era parte de eso. Pero uno de sus padres lo era y ciertamente algo había heredado algo de ello, no sólo sus ojos, dorados y brillantes como oro fundido. Y es que se decía que aquellos quienes tenían magia en sus venas, tenían ese oro en su mirada, Sander nunca se había catalogado a sí mismo como uno.
Él había llegado a la poderosa Capital de Goré cuando tenía cinco años, cuando aún era el único hijo de sus padres. Había visto a papá hacer cosas brillantes entre las manos y mantener tarros rebosantes de hierbas y rocas, algunas con distintos líquidos extraños; recordaba esas luces de colores y chispas de lo que era el poder, pero nada como el día en que conoció Dragonscale. Era pequeño, pero lo recordaba vívidamente. El momento en que vio un dragón por primera vez o ese castillo con torres tan altas que se perdían entre las nubes. En su momento, también recuerda haber visto los lobos enormes del norte y la forma en que la gente que vestía en oro, metía sus manos al fuego pero no ardía.
Y entonces... los había conocido a ellos.
Jaekhar era solo un año mayor, pero ese niño ya era una llamarada de fuego que hubiera incendiado todo a su paso si se le descuidaba. Era feroz y temerario, dispuesto a comerse el mundo a bocados. Al principio no le cayó para nada bien, era demasiado competitivo y presumido, bueno, en realidad nunca dejó de serlo
pero ciertamente pronto había encontrado su balance. Del odio al amor había solo un paso y ellos alejaron las diferencias desde que empezaron a entrenar juntos. Ahora eran espadas gemelas; elegantes e indestructibles. La misma fuerza, el mismo corazón. Hermanos.Y luego estaba... Daerys.
Daerys, Daerys, Daerys.
Había aparecido detrás de su hermano segundos después, pequeño, frágil, con esos grandes ojos azules y las mejillas sonrojadas; él... se lo había quedado mirando.
De pronto, todo fue silencio.
La vida ya no volvió a ser la misma. Nunca igual, jamás igual. Sander había empezando a esperar ¿a qué? No lo sabía. A caminar ¿hacia dónde? también lo ignoraba. Pero su corazón cambiaba su ritmo y el mundo le daba vueltas cuando lo veía. A él, si hacia él. El príncipe de manos delicadas, de ojos de cielo. Sander creció con él, había aprendido sus muecas, sus gestos y cada uno de los tonos de su voz. Se sabía todos sus miedos y todos sus secretos, había querido estar junto a él toda su vida.
Y Sander amaba a Jaekhar, pero había algo... un pieza que era distinta cuando se trataba de Daerys. A veces era tan obvia, que parecía caminarle dentro del cuerpo, tan fuerte, que lo habría derribado de un solo toque; y era ardiente... era fuego pero era hielo, era metal pero era seda, Daerys era ruido y a la vez... silencio.
Ahora eran casi unos adultos y como los dos habían crecido, también la distancia entre ambos.
Y Sander temblaba cada que Daerys lo miraba. Entraba en pánico cuando le hablaba. Sonreía como un estupido cuando lograba decir algo que lo hacía reír pero... esos ojos. Por la luz, que estaba aterrado de ellos.
Tenía tanto miedo a fallarles, pero tanto miedo...
Aunque todo eso se borraba, como la neblina acarreada por el viento, como una noche borrada por la luz del sol, cuando Daerys daba un paso de regreso a él; no importaba cuán corto fuera, tan débil o tan poco intencionado, Sander se llenaba de chispas cuando el príncipe parecía no dirigirle todas esas nevadas en su mirada, todo ese calor abrasador que lo derretía de apoco. Y en ese momento, Daerys estaba recargado contra él, acostado contra su cuerpo con tanta soltura como si hubiera sido moldeado a la forma de su pecho, hecho para encajar entre sus brazos. Y si Sander hubiera muerto en ese instante, lo habría hecho con una sonrisa entre sus labios...
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Drakhan Neé
Fantasy«Somos poder, somos fuerza, somos la nación más poderosa que hay, no vengo a fingir que no tenemos un pasado tormentoso, vengo a pintar un presente sobre el» Saga Dragonscale #3 Jaekhar Akgon tiene una encomienda de su padre, por lo que es enviado a...