❂ capítulo diecinueve ❂

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Nota de la autora: para refrescarles la memoria, pueden releer el capítulo 13 :)



ZEERAH



La mayoría de sus noches no soñaba, pero cuando lo hacía, se trataba de pesadillas.

Ese día no hubo excepción, Zeerah tuvo aquel terrible sueño recurrente en donde revivía una y otra vez el día más angustioso de su vida; era un bucle infinito de su miedo, el rostro severo de su tía y el punzante dolor en su nariz. Siempre era perturbador recordar como se sintió todo eso, cada día se sentía más frágil de lo usual, como si las miradas que usualmente le dedicaba todo el aquelarre fueran más intensas, como si los murmullos sonaran más fuertes.

Sí, Zeerah reconocía cada mañana lo que era ella: una decepción.

Lo había sido en el momento en que su nariz quedó cicatrizada y cada bruja en Nivhas esperó a que algo sucediera, que una respuesta surgiera, que una señal se marcara en el camino. Pero ella no dijo nada, no sintió nada en su interior, no sintió nada a su alrededor salvo la perdida de esperanza y el resentimiento.

De eso solían tratar sus pesadillas, solo que esta vez había empeorado. Zeerah se despertó con la respiración agitada, con el corazón intentando saltar fuera de su pecho y con un par de lágrimas corriendo por sus mejillas.

Soñó con la bestia, el monstruo de noche que tenía espadas por colmillos y respiraba fuego. Esa... criatura, enorme, aterradora, le había rugido en la cara y Zeerah de verdad se preparó para morir en ese instante.

No lo hizo.

No, porque ese príncipe de Luz se había puesto delante de ella, la había tomado de los hombros, intentando calmarla, gritándole a un dragón como si fuera un niño haciendo un berrinche, como si él no fuera un humano y como si eso no fuera la perdición encarnada. Sin mencionar que casi no había podido dormir, no con esos aleteos en el cielo, no con el terror cosiéndose alrededor de su piel, tensando sus músculos antes de que el sueño la venciera.

Cuando amaneció, se paso casi toda la mañana en su alcoba, temerosa siquiera de asomarse por la ventana. Se escabulló a la cocina y almorzó en un rincón para evitar pisar el gran comedor y enfrentar de nuevo a esos muchachos de pelo blanco, para evitar mirar de nuevo en esos ojos bicolor que eran demasiado intensos como para ser tolerables.

Zeerah tenía la cabeza cubierta por el manto del miedo, que no pudo pensar con claridad durante horas. Ni siquiera había tenido el tiempo de tramar un plan, de idear el siguiente paso ahora que tenía más información con la que trabajar. Por primera vez en años, tenía algo de lo que sujetarse para avanzar. Ahora solo necesitaba poner en orden sus ideas.

Era medio día cuando finalmente se armó de valor para salir del castillo.

No quería ver a Mel, seguramente estaría con los extranjeros. Quedarse en Gindar no haría nada por sus nervios y aunque todavía temía que ese un dragón la engullera de un solo mordisco, se obligó a salir en dirección al bosque.

Zeerah no reparó en lo verde que todo estaba mientras serpenteaba a través de los arboles bajo la lluvia. Su capa ondulaba mientras corría, sus rizos volando con el viento mientras intentaba con todas sus fuerzas no mirar arriba. Cuando finalmente se alejó lo suficiente para sentirse segura en su bosque, dejó de correr y admiró lo que parecía un mundo nuevo ante sus ojos.

Drakhan NeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora