❂ capítulo cuatro ❂

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Los Akgon habían nacido del fuego.

Era por eso que montaban dragones y porque el fuego no los quemaba, era sabido, todos conocían las historias. Aquellos relatos que se remontaban a tantos años atrás, siglos desde que el primer Akgon se alzó en el lomo de una criatura escamosas y de enormes alas que planeaban por los cielos.

Una historia no solo de poder, batallas y llamas amenazantes, sino, una historia de amor. Una madre que estuvo dispuesta a morir por su hijo, una mujer que tenía el corazón más grande de Goré, pero también la que tenía el favoritismo de un Dios. El dios de la Luz la salvó esa primera vez, aunque no había sido la última ni la primera; la protección y el brillo que la rodeaba se extendió a su familia, a sus hijos y a los hijos de estos durante eternas generaciones. El primer Akgon que montó un dragón fue su hijo, Dravho, el primer Kargem.

Y durante siglos la magia perduró en su línea de sangre, la pureza permaneció hasta que uno de los poderosos reyes rompió la cadena de genes puros, por el mismo modo en el que había nacido: por amor. Por eso hubo una generación impura en la cadena de monarcas, pero entonces un omega del norte llegó y se convirtió en otro favorito de la Luz; ese había sido el omega que trajo a los actuales príncipes al mundo, el consorte que desposó a Kargem. Las historias sobre él también se contaban, sobretodo aquellas donde dio a luz a sus tres hijos entre las llamas.

Había sido insólito, un omega extranjero había tolerado el fuego y no había ardido; tras esto... sus hijos, puros de nuevo, no solo se presentaron como la siguiente corona poderosa en Goré, pero también se rumoraba que ellos habían nacido con algo más que sólo la conocida gota de poder en su sangre. Que esos niños eran todavía más fuerte, por arriba del Akgon más poderoso incluso... tal vez era cierto, tal vez no, pero no había duda de que esos niños, sobre todo Jaekhar y Daerys... eran algo más.

Jaekhar definitivamente se lo creía, Daerys lo presentía pero nunca alardeaba de eso, aunque no lo renegaba... amaba aquella parte de sí tanto, qué tal vez solo la protegía. Esa parte de su alma que pulsaba en su interior, como algo que apretaba en las paredes de su cuerpo, como si estuviese ansiosa de salir. Ambos la sentían, esa... magia. La sensación del fuego entre sus dedos, la piel que danzaba entre las llamas y nunca ardía, el poder caminándole enroscándose en sus huesos. Sobretodo... cuando volaban.

Cuando el aire los golpeaba, besándoles la piel con cariño. Cuando el cielo los recibía con alegría, tan pleno y magnífico como ningún otro. Cuando la luz los protegía, ya fuera el Sol, cálido, abrazador, la Luna, fría y melancólica, dos deidades a las que también se alzaban sus plegarias. La Luz era su fe, el brillo su consuelo y ellos... ellos eran escamas, fuego y luz. Los hijos del dragón, los nacidos del fuego.

Y ambos les encantaba.

(...)

Jaekhar fue el primero en tirarse de la torre.

Feroz contra el viento, montado en el lomo de su dragón con Lysander a sus espaldas. Riskhar era parte de la sombra cuando ellos descendieron a una velocidad vertiginosa, pero en cuanto el suelo se aproximó lo suficiente, el dragón abrió sus alas y con un movimiento poderoso, se alzaron en vuelo otra vez.

Cuando llegaron de vuelta las alturas y se codeaban con las extrañas formas de la nubes, un borrón plateado se abrió paso frente a ellos, como una estrella fugaz; Riskhar soltó un gruñido amistoso, un saludo hacia la otra criatura alada que voló juguetonamente a su alrededor.

Rhaenys, un dragón plateado de escamas tan brillantes que atrapaba todos los colores. Era más pequeño que Riskhar, pero era tan ágil como él. Ese era el dragón de su hermano, Daerys lo había recibido el mismo día que él; juntos habían entrado en las llamas con el huevo -en una tradición que ostentaba la familia real desde hacía generaciones- y habían salido de estas con una cría de dragón sobre sus hombros. Y mientras el dragón de Jaekhar fue nombrado como la oscuridad, Daerys había bautizado al suyo como "Estrellas" en la vieja lengua.

Drakhan NeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora