DAERYS
Una joven bruja los condujo a través del palacio de Gindar que, Daerys admiraba con una fascinación que el resto de su compañía no entendía, pero no podía culparlos, él siempre había tenido el don de ver cuando los demás eran ciegos.
Así que se mantuvo mirando a su alrededor, hacia las ruinas de un palacio que se había construido sobre una tierra de poder, haciendo su mejor esfuerzo por no perderse detrás de la escurridiza figura de aquella chica bruja que tenía como encargo llevarlos hasta sus "habitaciones", mientras él intentaba no preocuparse por el estado de estas. Si su castillo era un puñado de escombros a mitad de un páramo húmedo, Daerys no quería ni pensar cómo es que sobreviviría a ese viaje.
Todo estaba a oscuras, la única luz provenía de la luna, que se filtraba a través de las grietas en las paredes o en las ventanas rotas, así que el príncipe tuvo mucho cuidado en cada paso, esperando no tropezarse sobre un hoyo enorme. Pero, gracias a la familiar calidez a su espalda, sabía que si él lograra resbalar, una mano fuerte estaría sosteniéndolo automáticamente.
Rodó los ojos, eso siempre lograba molestarlo a sobremanera.
Así que siguió andando detrás de la bruja, hasta que por fin pareció aminorar la velocidad en un corredor solitario, bastante lejano al salón del trono donde habían conocido a la matrona y al resto de sus brujas. Supuso, por la dirección que habían tomado, que estaban en el corazón del palacio. Espero que ese hecho no fuera necesariamente algo de lo qué preocuparse.
La bruja abrió una pesada puerta que rechinó de una manera estruendosa, revelando lo que parecía ser un salón con muebles viejos, pero limpios. Había una chimenea y un tragaluz en el techo. No era muy amplio, pero había tres puertas más, señal de que no tendrían que compartir habitación directamente. Daerys suspiró aliviado.
—Gracias por traernos —mumuro el príncipe mientras se adentraba al salón. Sintió como la frialdad de la estancia se extinguía cuando los dos Alfas se adentraron detrás de él. Llevó sus manos al broche de su capa, girándose para sonreírle a la bruja—. Es-
Daerys se quedo completamente quieto cuando se percató que la joven bruja ya no estaba ahí.
—Bueno, al menos tenemos un poco de leña —mumuro la grave voz de Lysander, retumbando a través del saloncito con una vibración que le causó un escalofrío a Daerys.
—Magnífico, leña —comentó Jaekhar, con un resoplido, tirándose sobre uno de los sillones cercanos. Daerys se giró en el momento exacto en que su hermano hizo una mueca de dolor, no había nada de cómodo en el mueble—. ¿Al menos sabes cómo...?
—Ya estoy en ello —murmuró el otro Alfa, poniéndose de cuclillas frente a un montón de ramitas y hierba seca. Daerys quiso acercarse para admirar, pero se retuvo en el último momento, optándo por cerrar la puerta para encontrar su privacidad de una vez por todas.
Daerys se dirigió al otro sillón del saloncito, quitándose la capa para doblarla hasta formar un cuadrado perfecto. Lo puso a modo de cojín antes de sentarse sobre él. Jaekhar, desparramado frente a él, lo miró intensamente hasta que Daerys suspiró y se dignó a mirar a su hermano, listo para lo que vería en su semblante.
Furia. Había fuego en los ojos bicolor de su hermano.
—Seguro estás muy contento con todo esto ¿no, frath? —murmuró con un tono desagradable—. El viaje de tus sueños.
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Drakhan Neé
Fantasía«Somos poder, somos fuerza, somos la nación más poderosa que hay, no vengo a fingir que no tenemos un pasado tormentoso, vengo a pintar un presente sobre el» Saga Dragonscale #3 Jaekhar Akgon tiene una encomienda de su padre, por lo que es enviado a...