❂ capítulo treinta y dos ❂

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ZEERAH



Esto tenía que tratarse de un sueño.

Uno cruel y retorcido. Más bien, de una pesadilla.

Porque estaba demasiado desconcertada con lo que acababa de suceder en Lanzer como para pensar que se trataba de la realidad.

La Matrona de Lanzer la había echado. Había lucido furiosa cuando mencionó a Arwan y le advirtió que no volviera nunca.

No tenía sentido. Arwan había estado ahí hacía unos días... ¿o no? Eran clanes aliados, lo habían sido durante varias generaciones. Zeerah conocía a Alena desde hace años y nunca la había tratado así... Pero ahora todo había cambiado y no podía siquiera empezar a pensar en la razón. No podía pensar en otra cosa. No podía pensar en que Jaekhar se había puesto frente a ella, en cómo había hablado por ella.

En que le había tomado de la mano para mostrarle su apoyo...

Que no había soltado esa mano.

Mucho estaba sucediendo en su cabeza. Y lo peor, estaban bajo una tormenta.

Sí, definitivamente se trataba de un sueño.

La yegua a sus espaldas se movía alarmantemente lento. Jaekhar sujetaba las riendas y su mano. Casi oscurecía por completo, lo único que veía además de la lluvia, eran las siluetas borrosas del paisaje a su alrededor. El príncipe estaba callado, sorpresivamente callado, y estaba expulsando un aura cálida, como si fuera una fogata andante y-

No. Eran sus marcas. Estaban brillando y sobre ellos había un especie de techo blanco que los cubría de la lluvia. Era el poder de Jaekhar.

—¿Cómo has hecho eso? —fue lo primero que salió de sus labios, tuvo que gritar para oírse a través de la lluvia.

Jaekhar se giró, sus ojos estaban brillando.

—Concentración —dijo, guiñándole un ojo. Zeerah lo miró con la boca abierta—. ¿De qué dirección veníamos? Estoy seguro de que vi una cueva no muy lejos de nuestra primera parada. Tal vez podamos acampar ahí esta noche.

—Tal vez, pero la yegua-

Ambos se giraron, el corcel se había quedado parado, se rehusaba a seguir avanzando.

—No lo logrará —murmuró Zeerah por lo bajo. Dudó que el príncipe la hubiera escuchado. Jaekhar soltó las riendas y se aproximó al caballo, Zeerah fue con él, sus manos seguían sin separarse—. Jaek, está muy débil. No creo que-

—¡Ahí!

Zeerah alzó su vista en dónde Jaekhar señalaba. Un punto alejado en unos árboles cercanos. En una rama alta cubierta por hojas, reposaba la lechuza de la mañana. Se preguntó por qué seguía ahí. ¿Los había seguido hasta Lanzer?

—Ese pájaro nos ha estado siguiendo todo el maldito día —el príncipe no parecía molesto, solo curioso. Su tono jovial parecía estar tintado de diversión. Se volvió ante ella—. ¿Crees que se trate de alguna señal?

—¿Una señal? Jaekhar, es una lechuza, no-

—Una lechuza que nos ha seguido como si fuera una especie de espía. Nos está mirando ¿lo ves? Como si entendiera lo que estamos diciendo.

Drakhan NeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora