abrazar

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– ¿Hola? ¿Hay alguién en casa?

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– ¿Hola? ¿Hay alguién en casa?

Bibi volvió a tocar la puerta, esta vez con más fuerza. La larguirucha casa de Patín se extendía hacía el cielo, creando una sombre gigante que la protegía del sol. Ya estaba comenzando la temporada de calor y el aire se sentía pesado, como pegostioso.

Se secó el sudor de la frente y volvió a tocar, esta vez escuchando pasos del otro lado. Un peli-verde, con ojos cansados y postura encogida, abrió la puerta y le lanzó una mirada de sorpresa en cuanto reconoció a Bibi.

– ¿Qué onda, pimpollo? ¿Qué te trae por mis parajes a esta hora?

Patín sonrió despreocupadamente pero Bibi no paraba de analizar la apariencia de su amigo. Parecía un vagabundo.

– Ayer fuimos a la feria y Confi me pidió sí podía traerte esto... oye, ¿estás bien?

La acróbata le extendió una bolsa con frituras y un algodón de azucar algo aplastado a Patán, el cual tomó el regalo y enseguida su expresión se suavisó.

– ¿Quieres entrar? – Sugirió el oji-ambar, ignorando la pregunta de la mujer – Afuera hace un calor horrible.

Sin esperar una respuesta, Patín Patán comenzó a subir, yendo directamente a dejar el regalo en la mesa de la cocina. Bibi lo siguió.

Muy en el fondo, Bibi temía que Patín también hubiera entrado en alguna etapa depresiva y tuviera que encontrar una casa desastrosa y sucia como fue el caso de Pascua, pero se sorprendió al saber que de hecho la vivienda estaba pulcramente limpia, todo ordenado y en su lugar. El único que parecía no encajar en el ambiente era el propio Patín.

Tal vez simplemente lo encontró el mal momento, a veces así era.

Antes incluso de el terrible accidente que los terminó volviendo más unidos, Bibi ya conocía ciertas mañas de el más bajo, era normal en él que un día estuviera eufórico y al siguiente enfadado. Todo estaría bien.

– ¿Quieres tomar algo? Tengo agua de limón y limón con agua – Escuchó al antes mencionado gritar desde la cocina, con la cabeza dentro de un refrigerador.

– ¿Hay diferencia entre uno y otro? – Bibi rió, siguiendole el juego.

– Uff, ni sabes...

Posteriormente el peli-verde sacó vasos y una jarra con la bebida, sirvió el contenido y se sentó junto con su invitada.

– ¿Y? ¿Qué me cuentas, pimpollo? ¿Alguna novedad?

– No me llames así – Comentó Bibi, riendo y dándole un traguito a su vaso. A pesar de que actuaba relajada, había algo.

Un sexto sentido, algo que la guiaba y le decía que algo no iba bien. Comenzó a analizar todo a su alrededor, en busqueda de alguna pista que la ayudara a descifrar su extraña corazonada, pero todo se veía relativamente normal.

Amortometro//Patín patán x ConfiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora