Parte XXII

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Luna

- ¡Matteo mira, tenemos que ir a ayudarle! - chillé preocupada al ver como un pequeño cachorrito peludo intentaba cruzar la calle en medio de todos esos autos que podían atropellarlo. Sin pensarlo dos veces me solté de su mano y corrí a pararme en la acera en medio de ambos carriles.

- ¡Luna espera, puede ser peligroso! - miré a Matteo mordiendo mi labio. Sé que es peligroso atravesarme la calle en medio de tantos autos, pero no me importa, tengo que ayudarle a ese perrito. 

- Matteo no se puede quedar ahí, mira lo asustado que está. - negué al ver como los autos no se detenían y el pobre animalito no sabía para donde ir. - ¡Ey, pequeñito! Ven aquí lindo, ven con nosotros. - intenté llamarlo con silbidos, señas y demás, sin embargo parecía no hacerme caso. 

Mi italiano se acercó a mi lado y me tomó de la mano justo cuando estaba por atravesarme la calle sin importarme el tráfico. 

- ¿Estás loca? Luna, te vas a accidentar. Mira, hay que intentar de alguna manera detener a los autos. - al ver sus ojos mieles supe que a él también le interesaba ayudar al perrito a pesar de no ser el mayor fan de los animales. Asentí a la idea que había dado y entre ambos nos colocamos en la orilla de la acera para hacerles señas a los autos y que se detuvieran. 

Afortunadamente una señora mayor que conducía una camioneta logró ver nuestras señales y se detuvo. Matteo se acercó a agradecerle mientras yo corría a la carretera para tomar al perrito en mis brazos. 

- Hola pequeñito, ya estás a salvo. ¿Te perdiste amor? Estás temblando - mordí mi labio al ver como el pobre animalito estaba muy asustado.

Matteo terminó de hablar con la persona que se detuvo y una vez que arrancó su auto, caminamos a sentarnos en una banca que estaba cerca de nosotros. Observé que mi novio se había colocado casi al otro extremo del asiento, lo cual me hizo fruncir el ceño.

- Matteo mira, es un pequeñito muy bebé y está solo. No está sucio ni nada, se ve muy sano ¿No lo quieres cargar? - con cuidado lo acerqué a él para que lo tomara en sus brazos, sin embargo negó con la cabeza y se alejó un par de centímetros más.

- Luna, lo siento. No lo puedo cargar. Definitivamente tu tienes un corazón enorme y eso hace que me enamore de ti cada dia más, pero yo no puedo. - ni siquiera se le acercaba al pequeño peludito, lo cual me hizo confundir bastante. ¿Le daba asco el animalito? ¿No le gustaban los perros?

- A ver, Matteo espérate ¿No puedes o no quieres? ¿Es porque lo acabo de recoger de la calle? - me levanté de la banca y comencé a caminar hacia él para ponerlo en sus brazos de una forma u otra. - Porque si es por eso créeme que está muy sano y limpio, sólo está un poco asustado. Necesita que l... - seguia acerandome a él mientras miraba al cachorro, sin embargo un estornudo seguido de al menos cuatro más me hizo detenerme en seco.

Cuando giré para ver a mi italiano me di cuenta de que su nariz estaba roja y sus ojos llorosos. Mordí mi labio al conectar todas las cosas, lo cual hizo que en parte me sintiera un poco tonta por haber insistido tanto.

- Chico fresa, ¿eres alérgico a los perros?. - retrocedí un par de pasos al ver que los estornudos de Matteo no cesaban.

- Sí chica delivery, desde que soy pequeño. Nunca tuve mascota y por eso no me acerco a los animales cuando los veo en la calle, no porque piense que son sucios. - comenzaba a hablar gracioso gracias a la congestión de su nariz. - Acabas de hacer un acto muy generoso, ese corazón tan noble que tienes hace que me enamore cada vez más de ti.

Me guiñó un ojo y yo le lancé un beso desde mi posición. El cielo comenzó a nublarse y el viento se desató provocando que a los tres nos diera frío, incluyendo al cachorrito.

- Perdóname Matt, no pensé que te causara alergia. Talvez podríamos quedarnoslo y que se mantega alejado de ti, o que duerma en otro cuarto... ¡O ya sé, podríamos ir con un médico y que nos diga qué hacer! - desde niña había querido tener una mascota, sin embargo gracias a que no vivíamos en una casa propia sino en la mansión como parte del personal, eso era imposible.

Matteo notó el entusiasmo en mis ojos, sin embargo yo sabía que él no podía estar cerca del animalito.

- Amore, créeme que por mi no hay problema. No me importa estar así con tal de verte feliz a ti. - mordí mi labio al ver como su nariz estaba roja y congestionada, sus ojos llorosos y apuesto a que tenía dolor de cabeza. - Pero amore, míralo. Está muy bien cuidado y además tiene collar. Aunque no tenga una placa debe tener un dueño, debemos devolverlo.

Suspiré dirigiendo mi vista al peludito. El chico fresa tenía razón, llevaba un collar y se ve desorientado, como si buscara su casa. Miré sus ojos y comencé a hacer un puchero como si de una niña pequeña se tratara.

- Pero Matteo... mira, podría ser nuestro bebé. - lo acomodé en mis manos y con cuidado lo alcé a la altura de su rostro teniendo precaución de la distancia para no agravar su alergia. - Papá llévame a casa, Mamá quiere que duerma con ustedes. - intenté hacer una voz graciosa y chillona para el cachorrito, provocando la risa en ambos aunque a él se le dificultara hacerlo debido a la congestión.

- Piccolina, hay que poner anuncios de que encontramos al pequeño y si nadie lo reclama podríamos considerarlo. - una sonrisa enorme se hizo presente en mi rostro. A Matteo le encanta consentirme y sé que aunque su alergia esté presente por ahora nos quedaramos con el cachorro, no podemos dejarlo solo mientras aparece su dueña o dueño.

- Gracias chico fresa, ¿ya sabias que eres el mejor del mundo mundial? - con cuidado me acerqué a él para poder dejar un pequeño beso en sus labios.

- Uh, claro que lo sabía, pero que me lo diga la chica delivery es otra cosa. - ambos reímos sin parar de mirar nuestros ojos.

Nuestro romántico momento fue interrumpido gracias a unas enormes gotas de agua que cayeron sobre nosotros. Ni siquiera nos dimos cuenta de cuando el cielo se tornó gris y comenzó a anunciarse la lluvia.

Al sentir el agua fría sobre nosotros, escondí al pequeño peludo entre mis brazos y mi ropa mientras Matteo intentaba cubrirme con sus brazos.

- ¡Hay que correr princesa, no podemos mojarnos! - añadió mi italiano refiriéndose al tatuaje mientras comenzábamos a correr hacia la mansión.

Yo sólo asentí suavemente mientras ambos corríamos lo más rápido posible para evitar mojarnos. Mientras lo hacíamos, un recuerdo llegó a mi mente; el día en que Matteo y yo nos reconciliamos bajo la lluvia.

Definitivamente él y yo tenemos una muy larga y hermosa historia para contar.

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holi, gracias por esperar la actualización y continuar en esta historia:)

Playa; LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora