❥Parte II.

665 43 75
                                    

Matteo no pudo evitar reír al ver la foto que su novia le había enviado. Hasta haciendo un berrinche su Luna se veía preciosa.

Luego de unos minutos de búsqueda por una parte del aeropuerto, encontró a su chica sentada muy cerca de un área con juegos infantiles.

- ¿Que pasó chica delivery? ¿Te ofrecieron entrar por tu estatura? - bromeó señalando el lugar y molestandola con su altura, amaba hacer eso.

- Ja-Ja. Que gracioso Balsano. Lo dices porque tienes envidia de que a mi me dejen pasar y a ti no por ser una jirafa. - tomó su maleta con una cara de enojo que el italiano conocía muy bien.

- Ey espera. Al menos dale las gracias al chico fresa por rescatarte otra vez.

Luna rodó los ojos, soltó un suspiro y luego de pensarlo por un momento, tomó las mejillas de su chico besandolo de nuevo. Ahí sobre sus labios se dio cuenta de que no puede estar enojada con él ni un minuto.

Al salir del aeropuerto ambos chicos tomaron un taxi con dirección a la mansión que ahora pertenecía a Luna.
Cuando llegaron al lugar, mientras Matteo bajaba del auto el equipaje, Luna se quedó obsevando la casa con varios sentimientos en su pecho, específicamente en su corazón.

Aquella casa que fue su hogar por prácticamente toda su vida. Llegó ahí cuando tenía tan sólo tres años, creció siendo la única hija del personal, viendo como los dueños de la propiedad iban y venían. Hasta que cierto día una dueña en específico le hizo mudarse de hogar.

La última vez que estuvo ahí fue cuando descubrió quien era realmente. Recuerda claramente como se sintió, tan aliviada pero confundida a la vez. No sabía si tendría que dejar de ser Luna para convertirse en Sol. No sabía quién era Sol realmente. Sentía que aún tenía mucho pasado que conocer, muchas puertas que abrir y otras que cerrar, y sobretodo muchos retos que enfrentar. Y aunque lo ha estado llevando bien, no deja de ser raro algo raro.

- Ey Luna, ¿estás bien? Te fuiste a las nubes.

La voz de Matteo logró sobresaltarla un poco pues él tenía razón, su mente se había ido a las nubes.

Sin embargo cuando vio sus lindos ojos miel mirándola con algo de preocupación entendió una cosa: Matteo era como su cable a tierra. Fuera Luna o Sol, si su apellido fuera Valente o Benson, así cambiara el color de su cabello o la forma en la que habla, él siempre estará ahí para apoyarla, quererla y sobretodo traerla de regreso a quien siempre ha sido.

- No te preocupes, Matt. Estoy bien. Sólo estaba pensando. - murmuró abrazándose a él, cerrando por unas semanas esa puerta a todo su pasado. Por ahora sólo quería ser Luna Valente, la chica mexicana más distraída del mundo que ama patinar, y pasar las mejores vacaciones junto a su chico fresa.

- ¡Luna, Matteo! Ya estábamos por llamarlos, creíamos que se habían perdido. - La mexicana se separó del abrazo con su novio al escuchar la voz de Mónica.

- Ay mamá perdón, debimos haber avisado. No nos perdimos. - volteó a mirarse cómplice con Matteo y ambos trataron de aguantar una risa. - bueno algo así, es que tardaron en darnos nuestras maletas. Pero bueno ya estamos aquí.

- Tienes razón, ya llegaron y deben estar cansados. Ya está lista la habitación de cada uno, nosotros iremos a empezar a ver el asunto del papeleo al que venimos entonces se quedan en su casa, ¿si?

Ambos chicos asintieron y luego de despedirse de los Valente, subieron las maletas a sus respectivas habitaciones. Si, Mónica y principalmente Miguel les habían preparado habitaciones separadas.

- Bueno señor Balsano, vaya usted a cambiarse que voy a llevarlo a comer a mi lugar favorito en todo Cancún. - Luna se acercó a su novio emocionada, su primer comida en México debía ser especial y ya tenía un lugar en mente.

Playa; LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora