21. Incesto.

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"No existe monstruo al que yo no pueda cazar".

"No existe monstruo al que yo no pueda cazar"

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MASON BLAKE.

No solo tendré que lidiar pronto con matar a algún inocente, sino que ahora tengo que hacerla de niñera. Pero bueno, todo sea por William, quien siempre me ha apoyado.

Voy a paso apresurado hacia el estacionamiento, ya que está haciendo demasiado frío y dejé el abrigo dentro de mi auto.

—Joder —me quejo mientras avanzo.

Nunca pedí nacer en una familia de cazadores, o más bien, de idiotas. Ni siquiera los recuerdo. Lo que mi mente no olvida es el día en que me regalaron.

Mi familia traicionó a nuestra sociedad, y ellos, a cambio de sus insignificantes vidas, optaron por entregarme a la orden, cosa que los miembros de esta aceptaron. Sin embargo, no perdonaron la vida de mi familia. Los asesinaron sin piedad, dejándome ser el espectador principal de dicho momento. Observé todo, ¿lo peor? No sentí nada: ni lástima, ni remordimiento, mucho menos tristeza.

Por una parte, les debo agradecimientos, ya que haberme entregado a la orden fue lo mejor y lo peor que me pudo pasar. La familia que me acogió me trató como un igual, no como un cazador. En la orden, me entrenaron, alimentaron, enseñaron, y muchas cosas más, las cuales fueron buenas.

Lo único negativo de todo esto es que, al volverme sangre pura y un miembro privilegiado de la orden, a mis veintisiete años, se me hizo un ritual de iniciación junto con tres más de mis compañeros. Ya no solo sería un miembro más, sino una de las armas más indestructibles —o eso creía—. En el ritual, invocaron a los dioses pidiendo la inmortalidad para las armas y para la orden que fielmente les servía. Ahí entendí que ellos también pedían inmortalidad para el resto de los miembros de la orden y nosotros seríamos el sacrificio. Dar a los mejores para convertirte en el mejor.

Pero con los dioses, casi siempre todo tiene un precio.

Ese día, vimos a uno de los mensajeros de los dioses, quien bajó hacia nosotros con una enorme copa de oro, ofreciéndonos a tomar lo que tenía por nombre, ambrosía. Los dioses la suministraron a voluntad, es decir, que solo la podrían tomar los mortales de la orden que quisieran, ya que por obligación nunca sería algo correcto, y el tomarla a la fuerza traería consigo una eternidad de miseria. Literalmente hablando.

Como era bien sabido, yo aproveché todo mi tiempo como miembro de la orden leyendo, investigando y documentándome, porque es evidente que el conocimiento es poder.

Al decir esto el mensajero, absolutamente todos en la orden no tardaron en olvidarse de nosotros, las ofrendas, y se apresuraron por beber de aquel elixir. Después de haberlo consumido, comenzaron a convulsionarse y a morir, quedando solo nosotros tres como los únicos miembros de la orden con vida.

PROFECÍAS OCULTAS || [#1] Entre Fragmentos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora