En este lugar nada es lo que parece.
Nadie es quien dice ser. Sufre más el sabio que el ignorante.
Pero la verdad es que aquí nadie sabe nada.
¿Por qué te sacrificarías tú? ¿Amistad? ¿Amor? ¿Ambición?
¿Qué puede más?
¿Quién es quién?
¿Vale la pe...
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KARSTEN MOSES.
No. Simplemente no.
No puede irse a Fordale, así como así.
—¿Cómo que te vas? —trato de no sonar molesto, aunque la rabia me consume por dentro.
—Es la ceremonia de iniciación —responde, con nostalgia.
—En tres días cumples diecinueve.
—Y en una semana es la ceremonia —agrega, sin mirarme. Siento cómo se tensa el ambiente entre nosotros.
—Mos, tú tienes veinticuatro años, ¿a dónde te mandó el Krisma? —pregunta con ojos curiosos, tratando de desviar el tema.
—Entré a una tribu, Kaia.
—¿A cuál?
—La tribu roja.
—Zelthas —comenta ella, asintiendo con la cabeza.
—Ya no preguntes más —digo, tratando de cerrar la conversación.
—Se me hace raro no haberte visto nunca en casa.
—Es porque soy mayor que tú.
—De acuerdo, Mos, basta de preguntas.
La observo un momento, detallando ese hermoso y fino rostro que tiene. Sus ojos, por los que daría mi vida, están llenos de una mezcla de emoción y temor.
No la quiero de vuelta en Evergel, no si no estoy yo para cuidarla.
—Iré contigo —le aseguro.
—Moses... —me ve dubitativa—. No quiero que vengas.
Nos observamos fijamente y ni siquiera necesito que me digan el color de mis ojos justo ahora para saber cómo están. Me encuentro molesto y decepcionado. Mi hermana no me quiere a su lado.
En cambio, sus ojos se tornan de un naranja ansioso. Verla así no es bueno, por lo que decido contenerme.
Espero no arrepentirme de lo que estoy a punto de hacer.
—¿No me quieres contigo, cierto? —regulo mi respiración, tratando de mantener la calma.
—No es eso —muerde su labio inferior, nerviosa.
Estoy confundido. No entiendo por qué no me quiere a su lado. Necesito protegerla.
—Eso no cambia el hecho de que no me quieras contigo —respondo—. Pero si no es pedir demasiado, ¿podrías hacerme una promesa?
—¿Para qué soy buena?, digo, además de para todo —sonríe, y veo a Mason de reojo, quien solo pone los ojos en blanco.
—Por tu bien y el mío, Kaia; y yo te haré una promesa a ti.
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