Capítulo 1

32.6K 989 1.2K
                                    

P R I M E R O S   E N C U E N T R O S

10 de enero de 2015

GRACE

La gente piensa que solo amigos o parejas pueden dañarte con palabras, pero lo que no saben es que no necesariamente son ellos los que más daño nos causan. 

La familia debe ser un pilar fundamental, un soporte vital, pero estos pueden ser ruinas en los que no se puede formar una base sólida en la que mantenernos en pie. Son justamente nuestros familiares los que más dolor nos causan. Así que no, no siempre debo querer a mis padres. No debo querer a alguien que se dedica exclusivamente a romperme en pedazos para sentirse mejor consigo mismo. 

No estoy obligada a querer a mis padres aunque compartamos sangre, porque ese, por desgracia, es un vínculo que no podrá romperse jamás.

—¡¿No ves cómo se comporta?! Debería estar agradecida del padre que tiene, no cualquiera aguantaría sus caprichos o tonterías.

Sus gritos se escuchan con claridad a pesar de estar lejos, pero les resto importancia.

Me miro en el espejo intentando descifrar qué está mal conmigo.

¿Por qué todo tiene que ser difícil? Siempre hago las cosas que me dicen para no hacer infeliz a nadie. Siempre tengo que ser yo la que se consume cada vez más dándolo todo por los demás, recibiendo nada a cambio.

Empiezo a maquillar un poco mi rostro. No soy de llevar un maquillaje llamativo, al natural suele ser mejor, así no se llevan sorpresas luego. Me echo rímel en las pestañas y pinto mis labios de un rosa pálido, algo casual.

Miro el vestido que llevo y no sé si cambiarlo.

Según Bruce, todo lo que me pongo es para llamar la atención y eso no le gusta. Prefiere verme con ropa más ancha y menos ajustada. Eso me cabrea, pero no sé cómo lo hace que acabo haciéndole caso, pero esta vez no.

Coloco mis converse y agarro todo lo necesario para la clase de piano. Me miro por última vez y finjo la sonrisa de hoy. Tiene que dar a entender que estoy perfectamente, aunque me esté muriendo por dentro, con demasiadas ganas de llorar.

Miro la hora. Mierda, llegaré tarde si no salgo ya.

Salgo de las cuatro paredes en las que vivo encerrada y bajo las escaleras. Al llegar al final los gritos y comentarios cesan. Como siempre su mirada se posa en mí. Hago como que no me doy cuenta e intento salir, pero su voz me lo impide.

Una vez más, vuelve a decir lo de cada día. Es como la frase estrella de mi padre.

—¿Te parece correcto llevar eso? —cierro los ojos y suspiro. Mantengo la vista en la puerta de entrada—. Te estoy hablando, Grace Lexington.

Aguanto las lágrimas como puedo y me doy la vuelta para ver el careto de mi querido padre. Me harta vivir así. Ni un solo minuto de paz se puede tener cuando está él, solo cuando se marcha de viaje puedo respirar, porque las otras veces es como si una cadena estuviese enredada en mi cuello.

—¿Me lo dirás cada vez que salga? —pregunto con agallas—. ¿No ves que si no contesto es porque me importa poco tu opinión?

No sé de donde estoy sacando la valentía, pero me gusta. No debo dejar que sus comentarios sigan hiriéndome.

—¿Qué te piensas que eres? ¿Una fresca? —espeta rabioso. 

El pinchazo en mi corazón no tarda en aparecer.

—Un día, solo pido eso. Déjame respirar un día.

—Vete a cambiar inmediatamente —alza la voz.

Destinada A Olvidarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora