GRACE
Miro perpleja el papel que hay encima de la mesa. Mantengo la compostura todo lo que puedo y una risa amarga se escapa de mis labios al leer el nombre que aparece al lado del mío.
—No quiero hacerlo. Lo siento pero no —levanto la cabeza y me cruzo de brazos.
—Señorita Lexington, no se trata de si quiere o no. El profesor soy yo y si esto —levanta la hoja— es lo que he apuntado, así quedará. No puedo ir cambiando parejas porque todos querrán que haga lo mismo y no tengo favoritismos con nadie.
—No pienso hacer el trabajo con Marcus —respondo contundente.
La puerta no tarda en abrirse, dando paso a un Marcus demasiado contento. Ruedo los ojos y se acerca hasta el escritorio para observar el papel. Por el rabillo del ojo me doy cuenta de la sonrisa estúpida que tiene en su cara.
—Vaya, vaya, bombón. Creo que el destino nos quiere juntos —el profesor se levanta, nos da una pequeña sonrisa y nos deja a solas.
Al escuchar la puerta cerrarse, dejo caer mis brazos a los lados.
—¿El destino? —me río de forma irónica—. Querrás decir el dinero de tu padre. ¿Crees que no te conozco? Te recuerdo que salimos juntos.
—Los mejores meses de mi vida. Casi un año a tu lado —acorta distancias. Retrocedo todo lo que puedo hasta chocar con la pared—. ¿Tienes miedo de estar bajo el mismo techo?
—Eres un imbécil —escupo—. Si no hacer el trabajo significa suspender, adelante. Prefiero mil veces eso que tener que respirar el mismo aire que tú.
—Grace, no seas cruel —se inclina para darme un beso pero acabo poniendo la mejilla.
—No lo haré, Marcus —le aparta como puedo y me dirijo hacia la entrada.
Este no tarda en acercarse a mí y rodear mi cintura desde atrás. Ni siquiera me esfuerzo en quitar sus brazos.
—Nos vemos en la puerta de entrada. No llegues tarde —suspiro y abro con rabia—. No te olvides de esto —me entrega la hoja—. Nuestros nombres quedan muy bien. A que sí ¿Grace Smith? —las náuseas se presentan de golpe.
Da un apretón en mi cintura y se marcha con sus amigos, esos que le esperan en una esquina riendo y comportándose como trogloditas. Bendita la hora que tuvo que gustarme Marcus. ¿No podría haber estado sin novio durante un tiempo? No, claro que no.
Que alguien se fijase en mí y me tratase bien —al inicio de la relación— fue suficiente para llamar mi atención. Que estúpida fui.
Sostengo el papel entre mis manos y se arruga cuando ejerzo presión. Diviso a mi mejor amiga en su taquilla, junto a mi amigo Tom. Ya ni me sorprende la facilidad con la que se cuela en nuestro instituto y pasa desapercibido.
Me aproximo a ellos, los cuales no tardan en darme una sonrisa que se esfuma al instante al ver lo que llevo en las manos.
—Lo mataré —suelto molesta entregándoles el papel.
Ambos se miran de reojo cuando leen los nombres. Tom pone una mueca y Kate me lo devuelve.
—¿Cuánto habrá pagado esta vez? —murmura y hago una bola con la hoja que no tarda en desaparecer cuando la lanzo a la papelera más cercana.
Abro la taquilla que hay al lado de la de mi mejor amiga y saco el bolso y los pocos libros que debo llevar para hacer el trabajo con el estúpido de mi ex novio.
—Ni lo sé ni me importa, pero yo también podría pagar para que me cambiaran de compañero. Odio que su padre sea el maldito director —expreso, frustrada.
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Destinada A Olvidarte
RomanceSe supone que no debo acércame. Se supone que debo alejarle. Se supone que no debe gustarme. Se supone que no debo gustarle, y, sin embargo, son tantas las suposiciones que, mi mente me advierte, mi cuerpo me traiciona y mi alma le suspira.