Hola de nuevo, espero que estéis muy bien.
GRACE
Nos miramos fijamente, esperando que uno de los dos deje de mirar al otro. Puede ser muy infantil, pero no puedo dejarle ganar porque le estaré dando la razón y la única que la tiene soy yo.
El muy idiota cree que no puedo estar más de dos minutos mirandole sin ponerme nerviosa y sonrojarme. ¿Tiene razón? Sí, para qué vamos a engañarnos, pero eso él no puede saberlo. Bueno, pensándolo mejor, él es consciente de lo que me afecta, así que realmente no sé para qué estamos haciendo esto. Ah, es verdad, me gusta ganar.
—Vas a perder, ríndete de una vez —se aproxima un poco más.
—Deja de intentar que pierda.
No hace falta que mis ojos vean sus labios para saber que acaba de humedecerlos. Lo está haciendo a propósito para que mire lo que hace.
—Esto no es justo —achina sus ojos al reír y mantengo una pequeña sonrisa.
—¿El que no es justo? —pregunta, curioso y divertido.
—Que tú no te pones nervioso cuando me miras —respondo. No dice nada.
Su mano se estira y me contengo todo lo que puedo para no seguir el recorrido de esta. Aparta un mechón y se centra en este, haciendo que sus ojos se desvíen, lo que ocasiona que gane.
Sonrío al ver que ha perdido y no es consciente de ello hasta que aparta la mano soltando una risa suave.
—He ganado —digo felizmente.
Coloca sus brazos en la mesa para apoyarse e inclinarse.
—¿Quién ha dicho que no me ponga nervioso, Grace?
—¿Te pones nervioso? —inquiero, curiosa—. Eso es ridículo. ¿Nervioso por mí culpa? Nadie se pone nervioso por mí.
—No eres consciente de lo mucho que puedes afectar a una persona —y aquí estamos de nuevo, con el nerviosismo al cien por ciento.
—¿Afecto a alguien? —la distancia entre nosotros desaparece.
Estamos cerca, muy cerca.
—Sí, pero no lo ves.
—¿Y a quién se supone que afecto? —agrando la distancia echándome hacia atrás en la silla—. No veo a nadie a mi alrededor.
Deja de hacerte la tonta.
Me gusta que hable y más cuando se trata de esto.
—Deberías dejar de mirar a tu alrededor y fijarte en lo que tienes delante. Nunca sabes la sorpresa que puedes llevarte.
—¿Y si lo que tengo delante no es suficiente? —sostiene mi mirada y me da una sonrisa arrogante.
—¿Sabes? A veces dudo mucho de tu inteligencia.
—¿Me acabas de llamar tonta de forma sofisticada? —frunzo el ceño.
—Eso lo has dicho tú, no yo. Pero sí, podríamos decir que sí. ¿No soy suficiente para ti?
—Ah, espera, ¿no estábamos hablando de cualquier otra persona? —me hago la tonta—. Oliver, por favor —le doy mi mejor sonrisa y me levanto de la silla.
Me dirijo hacia el sofá pero en cuestión de segundos unas manos se instalan en mi cintura, pegándome a su cuerpo lo suficiente como para notar la calidez que desprende y que arropa mis huesos.
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Destinada A Olvidarte
RomanceSe supone que no debo acércame. Se supone que debo alejarle. Se supone que no debe gustarme. Se supone que no debo gustarle, y, sin embargo, son tantas las suposiciones que, mi mente me advierte, mi cuerpo me traiciona y mi alma le suspira.