Capítulo 7

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¡Hola! Os he echado de menos. Espero que estéis muy bien, que os guste el capítulo y que disfrutéis. 

Capítulo siete

La fiesta, el billar y la huída.

Grace Lexington

Muevo la comida de un lado a otro, con la mejilla apoyada en la palma de mi mano. Escucho las voces lejanas de mis padres discutiendo, pero dejo de centrarme en ellos para abstraerme en mis pensamientos.

Sonrío inconscientemente al recordar la noche con Oliver. Digamos que estuvimos gran parte de la noche despiertos en su terraza. Antes de eso preparó chocolate caliente para luego poner una manta sobre mis hombros. Hablamos de todo un poco, sin límite alguno, salvo el que se encargó de poner después de un rato.

«—¿A qué le tienes miedo? —pregunta llevándose la taza de chocolate a los labios.

—A la soledad quizás, no estoy segura, porque a veces ayuda pasar tiempo solos, poniendo en orden algunos pensamientos.

Se queda pensativo, buscando las palabras adecuadas para contestar, o eso quiero pensar.

—He vivido solo toda mi vida, Grace —le miro por el rabillo del ojo—. Sí, he tenido a mis padres al lado, pero no siempre ayuda porque todos tenemos un mundo aparte, el interior. Nos abstraemos y dejamos de prestar atención a lo que nos rodea.

Le entiendo.

—Yo también he estado sola, pero se puede vivir igualmente. Es preferible estar bien con uno mismo que estar mal por culpa de los demás. La familia o amigos no siempre son una ayuda, sino un obstáculo más.

—Puede que tengas razón.

—Además, no estás solo. Tienes a Lucas, tu mejor amigo, —recuerdo al chico con el que hablé— a tu mejor amiga y... me tienes a mí —poso mi mano encima de la suya sin pensarlo.

Su mirada queda fija en un punto cualquiera. Espero que responda. No lo hace. En cambio, aparta su mano y hago lo mismo con la mía, avergonzada.

—¿He dicho algo que no debía? —murmuro.

Carraspea. Mira el reloj de su muñeca y se levanta.

—No. Es tarde, será mejor ir a dormir —evade mi pregunta y entra al piso dejándome sola en la terraza.

Proceso lo que acaba de pasar, y sin saber bien qué hacer, me levanto segundos después. Cierro la puerta a mis espaldas y camino hasta la cocina, donde dejo los vasos.

Oliver está en el salón, enviando mensajes. A medida que los segundos pasan, me aproximo a él hasta quedar delante, esperando a que me mire, pero no lo hace.

—¿Pasa algo? —niega y guarda el móvil.

—Es tarde, solo eso. Será mejor dormir y descansar, ha sido un día largo.

—Está bien —me quito la manta, la doblo y la dejo a un lado del sofá—. Me iré a casa, gracias por todo —le doy una sonrisa.

Al intentar agarrar mi bolso, me detiene.

—Puedes quedarte, no tengo problema.

—No, así está bien. Gracias —repito y termino de coger el bolso para luego extender mi mano, esperando a que la estreche—. Hasta mañana.

Nuestras manos se tocan durante escasos segundos y me doy la vuelta, caminando hasta la puerta. La abro escuchando un susurro a mis espaldas, pero la cierro al instante, bajando las escaleras.

Destinada A Olvidarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora