RECONCILIACIÓN, NOVIOS Y DISCOTECA
GRACE
Toco con desgana el piano que tengo delante. La música no me ayuda y el sonido que producen las teclas aún menos. No tengo la cabeza donde debería estar, centrada en la clase de piano, sino en el chico de ojos verdes. Ese chico con el que llevo sin hablar cinco días.
Ninguno ha dado el paso.
Cero llamadas y cero mensajes.
No sabemos absolutamente nada del otro y lo único que espero es que esté bien. Ambos decidimos algo con las palabras que dijimos aquel día a varios metros de la tienda en la que trabaja.
Respeto absolutamente todo lo que dijo. Respeto que le guste alguien más así como también respeto que no quiera verme. Ir detrás era una opción, pero prefiero no molestar a nadie cuando quizás mi presencia le incomoda.
Si no te buscan es porque no les importas lo mismo que ellos te importan a ti. ¿Qué podríamos buscarlos? Efectivamente, pero llega un punto en el que ir detrás cansa. Agota profundamente. Suficientes veces he ido detrás de alguien como para seguir con lo mismo.
—Grace, ¿estás bien? —alzo la mirada.
Mi profesora me mira especialmente preocupada. No debería mostrarme así. No cuando soy la chica que mantiene esa estúpida sonrisa fingida.
—Sí, tranquila. Solo... —invento cualquier excusa— estoy cansada. No he dormido mucho.
Aunque en parte eso es verdad. No he dormido lo suficiente. Me he pasado las noches en vela, intentando conciliar el sueño, pero todo volvía a mí de golpe. Es un cúmulo de pensamientos negativos junto a miles de comentarios dichos por mi padre.
Ayer llegó a casa borracho.
Puse seguro en la puerta lo más rápido que pude ya que tuve miedo al escuchar las fuertes pisadas subiendo las escaleras. Lo peor fue su voz llamándome mientras intentaba abrir la puerta. Cerré los ojos imaginando que estaba en el piso de Oliver, el único lugar que me transmite verdadera y auténtica paz.
A parte de eso, cambié mi forma de vestir. Esto no tanto por mi padre, sino por voz interior me decía que lo hiciese. Verme en el espejo no ayudó en nada, empeoró la situación, así que ahora he dejado a un lado los vestidos y las faldas para dar paso a las sudaderas oscuras y unos vaqueros.
Lo bueno es que son super cómodos y me hacen sentir cómoda conmigo misma.
—¿Quieres irte a casa? —niego y le resto importancia.
Una voz a sus espaldas hace que se disculpe antes de marcharse.
Me quedo tocando las mismas teclas una y otra vez. Por más que intente buscar otra canción en mi cabeza, la que toqué con Oliver regresa con fuerza. Deslizo los dedos hasta llegar a las teclas en donde empezaría la melodía que no puedo olvidar.
Sonrío inconscientemente, pero me impido tocar.
—¿Qué estoy haciendo? —susurro y quiero golpearme contra el suelo.
Escucho el taconeo de mi profesora y me giro para verla entrar.
Se acerca a su escritorio y agarra su bolso.
—Cielo, tengo que marcharme —dice Susan colocando la tira del bolso en su hombro—. Me ha surgido algo que no pueden esperar. ¿Crees que pasa algo si dejamos la clase por hoy?
Niego.
—Tranquila, igual me quedaré aquí. Quiero avanzar un poco más para el recital de dentro de varios días.
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Destinada A Olvidarte
Roman d'amourSe supone que no debo acércame. Se supone que debo alejarle. Se supone que no debe gustarme. Se supone que no debo gustarle, y, sin embargo, son tantas las suposiciones que, mi mente me advierte, mi cuerpo me traiciona y mi alma le suspira.