Capítulo 9

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Entre el retraso del avión y el atasco monumental que encontró en la carretera a causa de un accidente, cuando Lena llegó a la vivienda de la profesora Danvers, ella ya se había marchado.

La detective se dio una ducha rápida y se arregló a toda velocidad. Desde el taxi había llamado a Morgan Edge para avisarle de que se retrasaría y la información no pareció hacerle muy feliz. Por suerte, antes de irse había dejado listo lo que pensaba ponerse para la ocasión: un vestido negro con escote palabra de honor, que dejaba al descubierto la blanca piel de sus hombros y se ajustaba a su pecho y a su estrecha cintura que le llegaba por encima de las rodillas. No era el tipo de vestido que ella solía lucir, pero lo había visto en un escaparate de Kings Road hacía meses y no había podido resistirse; esa noche por fin lo estrenaría.

Lena se recogió el pelo en un moño, se aplicó una ligera capa de maquillaje sobre el rostro pero sin el infaltable labial rojo y, como único adorno, eligió unos pendientes de brillantes que se había regalado a sí misma el día que se graduó en la universidad. Al contemplar su reflejo en el espejo tuvo que admitir, sin falsa modestia, que no había estado más guapa en su vida. Justo en ese momento, sonó el timbre de la entrada y cuando abrió la puerta, Morgan Edge se la quedó mirando sin poder ocultar su admiración.

—Ha merecido la pena esperarte, Lena, estás deslumbrante —afirmó con galantería, al tiempo que se inclinaba sobre su mano y depositaba un beso ligero en el dorso.

—Muchas gracias, Morgan, tú también estás muy elegante —respondió ella en el mismo tono.

Edge lucía un traje oscuro, camisa blanca y corbata de lazo también blanca, y llevaba una pesada toga negra sobre los hombros que le hacía parecer más alto.

Lena cogió un abrigado chal de cachemir y su bolso, y dijo:

—Ya podemos irnos.

Sin apresurarse, caminaron en dirección al Sheldonian Theatre donde tendría lugar la ceremonia. El trayecto no era largo, y el otro lo aprovechó para volcar sobre ella todo el encanto del que era capaz. Lena no podía negar que Morgan Edge era un tipo atractivo; sin embargo, había algo en él que no terminaba de gustarle.

En el vestíbulo se vieron rodeados por una pequeña multitud de mujeres que lucían sus mejores galas, y hombres vestidos de forma similar a Morgan. La detective conversaba con una pareja de mediana edad que había saludado a su acompañante cuando sintió un leve toque en el hombro. Se giró de inmediato y apenas reconoció a la mujer que se encontraba tras ella.

¡¿Podía ser aquella atractiva persona la misma profesora Danvers en cuya casa había vivido durante las últimas semanas?!

La examinó con infinito asombro. La profesora vestía un maravilloso vestido negro hasta los pies, que le daba una imagen imponente y elegante; era de escote pronunciado, mangas largas y tenia un tajo bien marcado en una pierna que le daba un aire sexy dejando bastante a la imaginación, adornado en la cintura por un fino cinto plateado. Además llevaba puesto unos zapatos negros que bien parecían de 15 cm, sumándose a eso tenia el cabello suelto con ondas marcadas, los lentes de contacto puestos que hacían resaltar muchísimo mas el azul de sus ojos; un maquillaje ligero y por ultimo, un llamativo labial rojo. Esa rubia era la mismísima personificación del pecado.

—¿De veras eres tú, profesora? —preguntó sin poder creer del todo aquella sensacional transformación en la que ella misma había tomado parte activa—. ¡Estás bellísima!

La inconfundible sinceridad de su voz hizo que el rostro femenino se cubriera con un leve rubor; sin embargo, descartó sus palabras con un gesto de la mano.

Nada más verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora