Capítulo 14

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—Buenos días, Lena, te estaba esperando. 

Por primera vez desde que lo conocía, la detective notó que la voz del profesor Edge tenía una pronunciación excesivamente correcta. El hombre de cabellos castaños permanecía sentado en una silla con las piernas cruzadas, tranquilamente.

A sus pies, sentada sobre el suelo de cemento, con la espalda apoyada en uno de los pilares de la casa y los brazos atados alrededor, se encontraba la profesora Danvers. Estaba muy pálida y en su frente quedaban aún restos de sangre seca, un signo claro de que había sido golpeada con un objeto contundente. La mano de Edge sujetaba un cuchillo que permanecía apoyado, flojamente, en la garganta de la profesora.

—Buenos días, profesor Morgan Christopher Edge. —La detective le devolvió el saludo con calma, sin dejar de apuntarlo con la pistola que sujetaba entre sus manos—. El perro que no ladra, ¿no es cierto?

—Así que lo has averiguado, querida. Hace tiempo que sospechaba que tú eras mucho más que la sobrina querida de Kara. —La sonrisa de Edge que, como de costumbre, no alcanzaba sus ojos resultaba estremecedora—. Has llegado antes de lo que esperaba. Eres de la policía, ¿no es cierto?

—La detective Luthor, para servirte —respondió sin bajar la guardia un instante.

—Interesante, muy interesante —afirmó, al tiempo que se golpeaba el mentón con la punta del índice—. Me enteré de que una mujer había ayudado a detener a esos dos estúpidos que contraté y enseguida me di cuenta de que tú no eras lo que parecías.

—Bueno, una vez finalizadas las preguntas corteses, te agradecería que soltaras a la profesora Danvers. —La voz de Lena sonaba muy serena.

Los labios de su interlocutor se fruncieron en un gesto desdeñoso.

—¿Crees que me he tomado todas estas molestias para soltarla ahora solo porque tú me lo pidas?

La detective se encogió de hombros sin dejar de apuntarlo con el arma.

—Si las cosas no van a más, todavía estás a tiempo de librarte de una buena. Incluso renunciaré a acusarte de secuestro... lo dejaríamos en un caso de detención ilegal.

—¡Qué generosa!

El tono burlón de Edge hizo que a Lena le entraran ganas de pegarle un buen puñetazo. Sin embargo, mantuvo su rostro inexpresivo; no estaba dispuesta a mostrarle a ese tipo sus emociones.

La detective apartó los ojos de él y los posó, durante unos segundos, en la cara desencajada de la profesora que no había despegado los labios durante todo ese tiempo.

Le pareció que estaba aún más pálida y rogó por que se encontrara bien.

—¿Qué le has hecho? —preguntó Lena y señaló a Kara con un gesto de la barbilla.

—Nada demasiado terrible —contestó el hombre de buen humor, al tiempo que sus labios esbozaban una mueca de diversión—. Tuve que golpearla un poco con una barra de hierro para que consintiera en bajar al sótano. Cayó en la trampa que le tendí como un corderillo inocente, fue enternecedor.

—¿Qué fue lo que le dijiste? —Lo que más necesitaban en ese momento era ganar tiempo, así que era importante hacerle hablar todo lo que pudiera.

—Le dije que su preciosa Lena había sufrido un accidente mientras corría cerca de mi casa. Me parece que sus sentimientos por ti son mucho más intensos que los que una tía decente debería albergar hacia su sobrina. —Su inquietante sonrisa estaba cargada de malicia.

Kara trató de mover la cabeza, pero Edge la agarró con fuerza por los pelos y se lo impidió.

—¡Quietecita...! —exclamó en tono amenazador. Al ver la innecesaria violencia que el tipo empleaba con la profesora, la detective sintió que se le revolvía el estómago; saltaba a la vista que aquel detestable individuo estaba disfrutando de lo lindo con toda la escena.

Nada más verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora