Capítulo 15

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Después de que los enfermeros terminaran de estabilizarla, subió con Kara a la ambulancia; entonces, el conductor arrancó y los condujo rumbo al hospital con la máxima celeridad. La profesora permanecía inconsciente y Lena mantuvo sujeta su mano durante todo el trayecto, sin parar de hablarle. Ya ni siquiera sabía lo que decía pero, de alguna manera, tenía la certeza de que era importante que siguiera hablando; de que la ojiazul podía escucharla.

Al llegar al hospital, dos hombres bajaron la camilla de la ambulancia y la empujaron a toda velocidad por la rampa de las urgencias. La detective los seguía de cerca, pero cuando la camilla traspasó las puertas batientes del quirófano, uno de los enfermeros le impidió seguir adelante y le indicó que aguardara en la sala de espera, así que no le quedó más remedio que sentarse en una de las sillas de plástico y esperar allí a que le dieran alguna noticia. Con dedos trémulos, sacó su móvil del bolsillo y aprovechó para llamar a la hermana de Kara.

—¡Hola, Lena! Precisamente pensaba llamarte hoy para comentar lo que pasó el otro día entre Kara y tú. —El tono de Alex sonó, alegre, al otro lado del teléfono.

—Alex, ha ocurrido algo... —La detective se detuvo y tragó saliva, incapaz de continuar.

—¿Qué pasa, Lena? ¿Te encuentras bien? ¿Se trata de Kara? ¿Le ha ocurrido algo?

—Tranquila, Alex —trató de calmarla, aunque ella misma distaba mucho de estar tranquila—. En este momento están operando a Kara. Morgan Edge le ha disparado en el pecho y los médicos están ahora con ella. No puedo decirte nada más, pero creo que deberías venir.

Al otro lado de la línea se hizo un profundo silencio.

—Llamaré a Sam ahora mismo para que venga a ocuparse de los niños y tomaré el primer tren hacia Oxford. —Una vez más, se produjo un silencio y, segundos después, la voz contenida de Alex volvió a escucharse—. Creo que, en estas circunstancias, es mejor que me olvide de conducir.

—Sí, será lo mejor, Alex. Estoy en las urgencias del Radcliffe. En cuanto me entere de algo más te llamaré. Lo siento tanto... —Un sollozo incontenible escapó de sus labios.

—Voy para allá. Nos vemos. —Se limitó a decir la hermana de la profesora antes de colgar.

La detective se sentía impotente; deseaba hacer algo, pero no sabía qué. Se acercó al mostrador donde un par de enfermeras charlaban ajenas por completo al drama que estaba viviendo. Lena las saludó y se dirigió a una de ellas con voz no muy firme:

—Quería ofrecer mi sangre por si fuera necesaria. Verá, soy amiga de la mujer a la que están operando en este momento; sé que ha perdido mucha sangre y mi grupo sanguíneo es el cero negativo. Soy donante universal.

La enfermera percibió al instante la expresión desesperada de su rostro, el pelo revuelto y las pavorosas manchas de sangre seca de su blusa y respondió con suavidad:

—Muchas gracias, hablaré con la doctora Grant. Precisamente, esta mañana comentaba que nuestras reservas de sangre están bajo mínimos.

Media hora después, mientras una máquina extraía poco a poco la sangre necesaria, la detective, tumbada sobre una camilla con los ojos fijos en el techo, daba vueltas a lo ocurrido durante las últimas semanas. El atractivo rostro de Kara no se le iba de la cabeza; podía verla inclinada sobre sus libros, su mirada tierna cuando se posaba sobre ella, sus delicadas manos de dedos largos y fuertes, tan hábiles cuando acariciaban su cuerpo... Con un gemido, Lena trató de cambiar el rumbo de sus pensamientos para no volverse loca. Concentró su atención en rezar todas las oraciones que había aprendido en su infancia y en las que, durante muchos años, no había vuelto a pensar; pero, al final, las únicas palabras que era capaz de repetir en silencio eran:

Nada más verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora