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El golpeteo del acero, acompañado por el murmullo de conversaciones, resonaba en la antigua sala de armas cuyas paredes y techo estaban forrados con paneles de madera oscura.
—Buenas noches, maestro.
—Buenas noches, Kara. ¿Vienes con ganas de un buen asalto?
El maestro era un hombre de apariencia juvenil, pero que, en realidad, andaba ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta; sin embargo, la práctica regular de la esgrima lo mantenía ágil y en forma.
—No me vendría mal eliminar un poco de tensión acumulada —respondió la profesora con una sonrisa mientras se ajustaba el guante—. ¿Tienes tiempo para un asalto, maestro?
—Estoy comprometido con Allen. Pero, si quieres, Edge está libre.
Kara se fijó en el hombre castaño que permanecía en pie cerca de ellos, escuchando su conversación sin disimulo.
—Mi querida Kara, espero que no tengas inconveniente en que disputemos un par de asaltos —dijo y se inclinó en una burlona reverencia.
A la profesora no le hizo mucha gracia la idea. Sabía que Edge era un buen tirador, pero nunca se había enfrentado a él; de hecho lo evitaba en lo posible. Así que lo ignoró, como si no hubiera escuchado su comentario.
—¿No hay otro tirador libre?
Consciente de la hostilidad latente entre ambos, el maestro los miró, confuso, pero antes de que pudiera responder, Morgan Edge habló de nuevo:
—No tendrás miedo, ¿verdad, querida Danvers? Quizá podríamos jugarnos algo. ¿Qué tal una noche de amor con tu sobrina? —Aquel tono irritante resultaba ofensivo en extremo.
—¡No te consiento que hables así de mi sobrina! —exclamó la profesora, al tiempo que daba un paso hacia él con una expresión asesina en los ojos.
Al instante, el maestro se interpuso entre los dos.
—Calma, calma —rogó—. No permitiré ninguna pelea en mi local. Si quieren dirimir alguna cuestión personal, será mejor que lo hagan sobre la pista.
Kara tomó su careta y su sable y declaró:
—No tengo inconveniente.
—Para mí será un placer. —Morgan le lanzó una mirada cargada de veneno.
Ambos se situaron sobre la estrecha pista metálica, se colocaron las caretas y se conectaron al aparato eléctrico que llevaba la cuenta de los tocados. Cuando estuvieron listos, el maestro de armas preguntó:
—¿A cuánto será el asalto? ¿Cinco tocados en tres minutos o preferís algo más formal... digamos quince tocados en nueve minutos, con un minuto de pausa cada tres?
—Yo haría durar este agradable momento todo lo posible. —Morgan esbozó una mueca maliciosa.
—No tengo inconveniente —repitió la profesora.
—¡Perfecto! Entonces será un asalto de nueve minutos a quince tocados. ¿Están listos?
Los dos asintieron tras sus caretas. Con un gesto, el maestro les indicó que se pusieran en guardia y exclamó:
—¡Adelante!
El combate empezó y, enseguida, se hizo evidente que la maestría de ambos tiradores era grande y estaba bastante igualada. Los dos se batían con ferocidad y, en pocos instantes, la pista se vio rodeada por el resto de tiradores que se habían ido acercando, curiosos. Los combates con sable eran los más rápidos y los que mayor habilidad y forma física requerían. Al cabo de unos minutos, en la sala de armas tan solo se escuchaba el ruido metálico de las brillantes hojas al chocar entre sí y, tras las caretas, el sudor cubría la frente de los espadachines.
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Nada más verte
FanfictionEl robo de varias antigüedades y un famoso báculo pastoral obliga al director del New College de la Universidad de Oxford a pedir ayuda a Scotland Yard. La detective Luthor será la encargada de investigar el caso y, para que nadie sospeche de ella...