Epílogo

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—¡Lee, date prisa, va a empezar!

La pantalla del moderno televisor mostraba los últimos anuncios antes de que diera comienzo CSI. Lena dejó lo que estaba haciendo en ese momento y corrió a sentarse en el cómodo sofá del salón al lado de Kara. La profesora pasó un brazo por detrás de su cintura, colocó la palma de su mano sobre la suave curva del vientre femenino, en un gesto posesivo y la acercó aún más hacia ella.

Llevaban casadas casi año y medio, y la detective Luthor no recordaba haber sido más feliz en su vida. Vivían en la misma casita de piedra, en el interior del college. Sabían que antes o después tendrían que buscar una casa más grande, pero a Lena le encantaba aquel lugar, que tan buenos recuerdos le traía, y le daba pena tener que mudarse.

Antes de casarse decidieron que ella se trasladaría a Oxford. La profesora se había ofrecido a mudarse a Londres, pero la detective se había enamorado de la pequeña ciudad. Al fin y al cabo, tardaba poco más de una hora en llegar en tren a su trabajo y era un tiempo que aprovechaba para organizar sus ideas respecto a los casos del día.

La detective había renunciado a las misiones como policía encubierta, decía que no quería dejarla viuda nada más casarse, y Kara se lo había agradecido con un profundo alivio. No deseaba que su mujer renunciara a una carrera por la que había luchado toda su vida, pero reconocía que solo de pensar que pudieran herirla de nuevo, le ponía los pelos de punta.

A pesar de sus viejos prejuicios, cuando Lena hacía balance de su matrimonio reconocía que nunca pensó que la vida de casada pudiera ser tan maravillosa. La profesora Danvers, cuando no estaba enfrascada en sus estudios, era una esposa tremendamente cariñosa, siempre pendiente de sus deseos y, aunque Lena protestaba a menudo por sus continuos mimos, en realidad le encantaba sentir que, por primera vez en su vida, alguien se preocupaba de verdad por ella. A veces la miraba cuando estaba sentada frente a la mesa del escritorio absorta en sus libros y, sin poder contenerse, se acercaba a ella por detrás y la abrazaba con todas sus fuerzas.

Para Kara, la vida al lado de Lena era una fuente continua de fascinación y maravilla. Aunque a menudo sentía temor por su seguridad, procuraba no manifestarlo; sin embargo, el alivio que sentía todas las tardes al verla aparecer por la puerta, sana y salva, cuando regresaba del trabajo era inmenso. Sabía que ahora la detective no corría riesgos innecesarios, pero aun así... A veces, cuando despertaba y sentía su cálido cuerpo acurrucado junto al suyo, pensaba que no podía existir mayor felicidad en el mundo y no era capaz de entender cómo podía haber sobrevivido tanto tiempo sin ella a su lado.

—Me ha llamado Alex esta mañana.

—¿Y qué quería esta vez mi querida hermana? —preguntó la profesora, al tiempo que depositaba un beso sobre los fragantes cabellos oscuros.

—Me ha dicho que se había pasado por Brompton Oratory, ya sabes, esa iglesia católica que está cerca de su casa, y que le ha puesto una vela a san Judas Tadeo. Según me ha dicho, es el patrón de los imposibles.

—Cada día que pasa, Alexandra se vuelve más excéntrica —declaró Kara, perpleja.

—Ha decidido que no aguanta más mujeres a su alrededor y que hará todo lo que esté en su mano para que nuestro hijo, su futuro ahijado, sea un niño. —Lena volvió su rostro sonriente hacia ella.

—Un niño. Umm, suena bien. ¿Tú qué opinas? —preguntó, al tiempo que hundía la nariz en su cuello y besaba su garganta apasionadamente.

Lena trató de responder con serenidad a pesar de que tenía la piel de gallina.

—Me conformo con que todo salga bien. En realidad no me importa lo más mínimo si es niño o niña. Pero si es niño, me gustaría que tuviera tu pelo y tus ojos —declaró y acarició con ternura la mejilla de su esposa.

—Solo si luego tenemos una niña que tenga tu misma nariz y tus pecas —respondió la ojiazul y se inclinó para besarlas.

Luego, los labios de la profesora descendieron con lentitud y se posaron sobre la boca femenina en un beso ávido que la obligó a entreabrir los suyos. A pesar de los meses transcurridos, cada vez que su mujer la tocaba, Lena sentía que se le iba la cabeza.

—Cariño, no empieces o nos perderemos otra vez mi serie favorita. —Al tiempo que pronunciaba esas palabras, Lena enredó los dedos en el rebelde cabello rubia de la profesora y la atrajo más hacia sí.

—Es cierto, creo recordar que también nos perdimos el capítulo de la semana pasada. —Con una expresión de concentración intensa, Kara apartó uno de los finos tirantes del camisón y su boca descendió por su hombro hasta llegar a uno de sus pechos.

—Umm —contestó ella que se arqueó contra la ojiazul y la estrechó con más fuerza aún—. Y el anterior...

—Ahora que lo dices —la voz de Kara sonaba muy ronca—, no recuerdo haber acabado de ver ni siquiera uno de ellos.

Su mano se deslizó por debajo de su camisón y acarició el vientre abultado, donde habitaba su pequeño hijo de pocos meses. Al poco tiempo de casarse, Lena le confeso a su esposa que le gustaría intentar tener un hijo y cumplir su deseo; después de un intento fallido, y gracias a la inseminación in vitro, esta vez lograron que funcionara, usando los óvulos de Lena y el esperma de un donador con las características casi iguales a las de la ojiazul.

—¡Kar, amor, hay una cosa que quiero decirte! —exclamó Lena, luchando contra la bruma de deseo que amenazaba con envolverla antes de que le impidiera elaborar un pensamiento coherente.

La profesora alzó la cabeza de su pecho y contempló las tersas mejillas sonrosadas, los labios levemente hinchados y los ojos verdes nublados de pasión.

—Eres tan hermosa... —susurró, admirada.

—Cariño, quiero decirte... —De nuevo Lena se detuvo, perdida en aquellos iris azulados con puntitos verdes que parecían mirarla con toda la ternura del universo.

—¡Me tienes tan enamorada Lee! —La apremió mientras se inclinaba de nuevo para besarle las pecas de la nariz. Después alzó la cabeza y preguntó, curiosa—: ¿Qué es eso tan urgente que quieres decirme y que no puede esperar?

Lena aspiró con fuerza y confesó por fin:

—Quiero que sepas que casarme contigo ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. —Los ojos verdes estaban tan llenos de amor que la profesora sintió que su corazón daba un salto mortal en su pecho y la apretó contra sí con tanta violencia que ella no pudo evitar un grito—: ¡Cuidado, Kara, no creo que a nuestro hijo le guste que lo aplasten!

—Que me perdone mi hijo, pero es que su madre me vuelve loca... —La boca de la ojiazul empezó a devorarla de nuevo y ella olvidó sus protestas y le devolvió caricia por caricia, hasta que se vieron envueltas en una espiral de pasión que lo barrió todo a su alrededor.

Por supuesto, aquella noche también se perdieron la serie favorita de Lena. 




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Y bueno, este fue el fin. Agradezco enormemente a cada criaturita bella que se tomo el tiempo de leer la historia, fue una aventura gratificante, realmente disfrute compartir una historia que particularmente me gusta muchísimo y tener tan buena respuesta por parte de ustedes. Espero que lo hayan disfrutado, fue algo realmente divertido... les mando mil besos voladores xoxo 

Nos vemos en la próxima historia, tengo varias cosas en mente....


Pdta: Este libro tiene otro más, una segunda parte. Así que, si quieren que también la adapte háganme saber eso en los comentarios, pero debo aclarar que ese además cuenta una historia de amor paralela en la que se encuentra involucrado Winn con una persona.  Veremos que deciden...

Adiosito criaturitas bellas.

Nada más verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora