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Primer día de la cuenta atrás. Tras una noche de descanso para Izuku, la mañana se presentaba con un incordio enmascarado en su vida. 

- Después de dejarme aquella nota en la que al parecer me aseguraba que conseguiría mi amor, hoy se presenta con unas flores y lo que parece fruta fresca. Un detalle por su parte, aunque la verdad preferiría que se diera por vencido y yo pudiera ir en busca de él. - pensaba Izuku mientras a su cabeza venía el rostro de Kachan, en quien seguiría pensando para siempre ya que estaba seguro de que su hijo heredaría sus rasgos. 

Tomaron el desayuno sin decir una palabra, y pasearon por el jardín. El joven de cabello verde iba delante, mientras que el príncipe lo seguía sin decir una palabra. Cuando llegó la hora de despedirse el rubio se arrodilló, tomó su mano y besó su dedo central suavemente. Izuku inmediatamente retiró la misma a la vez que desviaba la mirada hacia un lado, y el joven de cabello rubio se marchó. 

Así comenzó el pequeño infierno de Izuku, quien recibiría diariamente la visita del príncipe. A partir de ese día todos los demás se juntaban para desayunar, y cuando no podían hacerlo debido a la agenda, la visita se modificaba de tal forma que siempre tuvieran algún momento de intimidad. Ya fueran pequeños paseos o actividades como pintar o leer, el príncipe siempre observaba a Izuku como lo llevaba a cabo, eso además de estar pegados, cosa que al moreno no le agradaba al principio, pero que poco a poco fue aceptando, hasta el punto de acostumbrarse e incluso llegar a quedarse dormido. Las pocas veces que esto ocurría, despertaba en su cama pues su majestad así lo había decidido. 

Un día entre tantos, Izuku quien aún no había recibido la visita del príncipe, quedó dormido en el cerezo mientras leía. Entonces tuvo un sueño en el que aparecía Kachan sonriéndole y acariciando su mejilla, de un momento a otro este se alejaba. Izuku intentaba ir tras él, pero unos brazos que lo sostenían desde atrás se lo impedían. Cuando se giró a ver quien era, resultó ser el príncipe, quien al igual que el anterior acariciaba su mejilla, tomando su cara en el proceso para terminar besándolo. En ese momento debería haberlo empujado, pero para su sorpresa no era desagradable, sino todo lo contrario, se sentía bien. 

En el momento en que despertó allí estaba esa persona de nuevo, la persona cuya apuesta había sido enamorarlo sin saber con qué propósito realmente, la persona que a pesar de la indiferencia que le mostraba al principio y lo que le ocultaba aun seguía allí. No se merecía aquello por más tiempo, debía serle sincero y no solo a él, sino a todos sus seres queridos. 

- Su majestad, agradezco todas las atenciones, y siento la indiferencia que le he mostrado, pero debo ser sincero con vos. - Respiraba hondo antes de continuar, sabía que lo que tenía que decir no era fácil, y quizás no todos lo entenderían, pero esa persona había mostrado comprensión al no presionarlo a nada, otros en su lugar habrían tomado lo que creyeran suyo y no les hubiera importado nada. 

De un momento a otro el príncipe le entregó el cuaderno que tenía a un lado, y el colgante en forma de colmillo con el. Lo puso sobre las manos de Izuku quien agradeció y los abrazó contra su pecho buscando fortaleza para continuar. 

- Se que ha sido paciente conmigo, muchas gracias por ello, pero no puedo engañarle, tan solo me engañaría a mi mismo. Como ya supone esto le pertenece a quien amo y no puedo olvidar por mucho que desee. No es fácil para mi tomar valor para contar todo esto, además no quiero que termine en un recuerdo, quiero y deseo estar con él. Se que quizás sea egoísta de mi parte pedir algo como eso, pero incluso si es así me gustaría que se cumpliera. Además, me gustaría decirle que aún falta, pero que se convertirá en padre en un tiempo. - terminaba la frase acariciando su vientre en el que albergaba una nueva vida, que aún no llegaba pero que ya amaba más que a su vida. 

Bakugou aún no asimilaba bien lo que Izuku acababa de decir. Un hijo, estaban esperando un hijo. En ese momento estaba un tanto temeroso por su amado quien parecía dispuesto a todo por ir a buscarlo, por ello era hora de terminar con toda esa farsa. Con muchos nervios y miedo logró comenzar a articular algunas palabras. 

- ¿Y si él no te acepta, qué harás? - Decía con un tono ahogado, estaba a punto de llorar. 

- Entonces... - por un momento dudó en contestar pero sonrió y seguro de si mismo continuó. - buscaré mi propia felicidad. -- 

- Ya veo. - diciendo esto se apartó lo suficiente para estar enfrente de Izuku, quién quedó extrañado al ver el movimiento  de su majestad. Bakugou tomó su antifaz y lo retiró de su rostro dejándolo a un lado.

El joven de cabello verde al ver por fin el rostro sin ningún obstáculo, se sorprendió por completo. No podía ser, él no podía ser la persona que anhelaba, que clase de broma de mal gusto era aquella. Pensándolo por un momento recordó sus naturalezas, y pensó que aquello probablemente no era más que un engaño por parte del príncipe. De esta forma comenzó a llorar. 

- Sois muy cruel. - Decía entre sollozos mientras restregaba sus manos limpiando sus lágrimas. - Tomar su aspecto, cómo podéis llegar a tal extremo. - Bakugou se quedó congelado ante tal acusación. Suspiró, entendía un poco el como se sentía, pero no iba a consentir que lo acusara de algo que él no había echo. 

- Escucha Deku, no pienses que todos harían cualquier cosa con tal de salirse con la suya, deberías saberlo. - Tomó la piedra que había en su bolsillo y se la mostró al otro. 

- Ka..- 

- Si, soy yo o acaso... - Soltando todo lo que tenía en sus manos Izuku lo abrazó sin dejar de llorar y parando las palabras del rubio. Este suspiraba para terminar sonriendo de forma gentil y profundizar aquel abrazo.

En algún momento los padres de Izuku aparecían discutiendo por uno de los corredores sobre la boda, que según Inko no debía celebrarse si su pequeño estaba tan reacio a ello. Sin embargo, nunca imaginó encontrarse aquella escena. Estaba sorprendida, o eso hasta que su esposo le contó la verdad. La pobre mujer estaba terriblemente furiosa por el echo de que le hubieran ocultado aquello y por ello castigó a su esposo, pero por otro lado estaba contenta de ver a su hijo feliz por fin.

Días después podrían observarse como un par de jóvenes recorrían una alfombra roja en el parque de la ciudad de Hamura, donde por primera vez conversaron. Engalanados con traje blanco y ambos con antifaz negro con los colores naranja y verde en ellos. 

Caminaban por aquel lugar hasta llegar a un altar mientras los asistentes los observaban felices por su unión. Cuando llegó el momento ambos se quitaron aquel complemento y dejaron a la vista sus hermosos ojos que se posaban los unos en los otros mientras una brisa hacía que unos pétalos de la flor del cerezo adornaran la escena. 


Mi destino lo decido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora