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ALLISSON

Estaba metiendo la tarea en mi mochila, cuando la puerta se abrió de
nuevo.

Ethan se asomó por la puerta, con las manos detrás de su espalda, una
sonrisa tímida y expectante en su rostro.

Parpadeé y le aparté el pelo.

-¿Qué es lo que necesitas?

Con una sonrisa, se adelantó y me tendió una hoja de papel doblada.

Brillantes dibujos hechos con crayón decoraban el frente; un sol sonriente en su rostro se cernía sobre una pequeña casa de humo que salía de la chimenea.

-Feliz cumpleaños -dijo, muy satisfecho de sí mismo- ¿Ves que si lo recordé?

Sonriendo, le tomé la tarjeta hecha en casa y la abrí. En el interior, un
sencillo dibujo a lápiz de nuestra familia y le devolví la sonrisa: figuras de palo de mamá, papá, yo y Ethan tomados de la mano, y una criatura de cuatro patas que se suponía era Beau.

Sentí un nudo en la garganta, y mis ojos se humedecieron por un momento.

-¿Te gusta? -Ethan preguntó, mirándome con ansiedad.

-Me encanta -le dije, agitándole el pelo- Gracias. En este caso, ¿por qué no lo ponemos en la nevera, para que todos puedan ver el gran artista que eres?

Él sonrió y se echó a correr, apretando la tarjeta, y sentí mi corazón un
poquito más ligero.

Tal vez hoy no sería tan terrible, después de todo.

-Entonces, ¿tú madre te llevará a obtener tu permiso hoy? -Robbie
preguntó en el autobús mientras entraba en el estacionamiento de la escuela.

-Eso está bien. Tú podrás finalmente llevarnos al centro y a ver películas. No vamos a tener que depender del autobús o pasar otra noche viendo cintas VHS en tu pantalla de doce pulgadas -dijo.

-Es sólo un permiso, Rob -Recogí mi mochila mientras el autobús se
paraba- No voy a tener mi licencia todavía. Conociendo a mi madre, van a ser otros diecisiete años antes de que pueda conducir el coche por mi propia cuenta. Ethan es probable que obtenga una licencia antes que yo.

El pensamiento de mi hermano me envió un escalofrío inesperado.

Me acordé de sus palabras de la noche anterior: Tú puedes ver a través de la
neblina y el glamour, Floppy dice.

El conejo de peluche de mi hermano, y yo no tenía ni idea de qué estaba
hablando.

Mientras caminaba por las escaleras del autobús, una figura familiar se
separó de un grupo grande y vino caminando hacia mí.

Scott.

Mi estómago se retorció, y observé a mi alrededor para buscar una ruta de escape, pero antes de que pudiera huir de la multitud, él ya estaba frente a mí.

-Hey -Su voz, cansina y profunda, me hizo temblar.

Aterrorizada como estaba, todavía era precioso, con su pelo rubio mojado cayendo en ondas y rizos rebeldes.

Se detuvo, mordiéndose el labio, entonces lo dijo.

-¿Quieres comer conmigo esta tarde?

Mi corazón latía con fuerza. Las mariposas pululaban locamente en mi
estómago y mis pies se sentían como si estuviera flotando a una pulgada de la
tierra.

Apenas tenía la voz para hablar me había quedado sin aliento.

-Claro que sí -Scott sonrió mostrando unos dientes blancos cegadores, y me dio un guiño.

-Nos vemos en el almuerzo -Él sonrió y se fue al trote hacia la escuela con un guiño final.

Por un momento, yo estaba allí, mirando como un idiota como mis
compañeros subieron a mi alrededor.

¡Scott Waldron quería verme! Él quería almorzar conmigo, sólo yo, en la cafetería.

Tal vez mi suerte finalmente empezaba a darse la vuelta.

Mi mejor cumpleaños apenas estaba
comenzando.

Pero entonces una cortina de plata de lluvia se extendió sobre el estacionamiento, sentí unos ojos en mí.

Me volteé y vi una figura a unos pocos pasos, mirándome a través de la multitud.

Aquel ser de ojos verdes se encontraba ahí.

A través de la lluvia, sus ojos brillaban, de un verde muy brillante. Una sonrisa satánica adornaba su perfecto y estructurado rostro.

Mi estómago se torció. Parpadeé cuando Rob apareció en mi campo de visión.

Lo aparté de golpe dejándolo totalmente desconcertado.

Ya no estaba.

-¿Qué te ocurre? Pareces asustada.

-No es nada -negué aún confusa por haberlo visto.

A lo largo de la primera clase, me quedé mirando a la ventana, en busca de ese ser de ojos verdes, me preguntaba si estaba loca.

Pero todo lo que me hice fue un dolor en el cuello y un brusco comentario de mi profesor de inglés para que prestara atención y dejara de mirar por la ventana.

HADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora