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ALLISSON

La conmoción mental estaba golpeando los lados de mi cabeza, dándome dolor, mientras miraba fijamente el techo de mi
habitación.

Estaba de mierda hasta el cuello y no sabía cómo salir.

Negarlo, en realidad, no estaba funcionando.

Podría decir que nada de esto sucedió, pero no cambiaría nada.

Cuanto más pensaba en ello, más enojada me sentía.

Empujé mi almohada sobre mi rostro y grité.

Cuando el aire se escapó de mis
pulmones, mi ira se apagó un poco.

Apoyé la almohada sobre mi
vientre, con la mirada perdida.

No tenía otra opción, excepto aceptar todo lo que podría venir, y tratar de hacer algo al respecto. La parte que más me molestaba era que Robbie pensara que era malvada.

Tener a alguien llamándome mala en mi cara era extraño; ya que no lo soy.

Pero me hacía preguntarme si en algún nivel, estaban en lo cierto.

Tal vez ese era el lugar donde me dirigía.

Había hecho algunas cosas
tontas en el último año, pero no habrían dicho que nada de eso era malo. Disfruté de fiestas, bebí y me arrojé encima de cualquier chico.

La mayoría de los adolescentes también lo hacía de todos modos.

No era bueno, pero yo no creo que me diera un pase rápido al infierno tampoco.

Necesitaba algo. Se sentía demasiado como un sueño como para ser real.

Si tuviera algo para tocar y sostener, no se sentiría tan
malditamente raro.

El plan se formó en mi mente sin mucho pensamiento consciente. Y esperé.

Al caer la noche, me sentí un poco mejor. Ethan al parecer volvió a ser él mismo y en cuanto a mi madre, bueno ella estaba como nueva desde lo ocurrido.

¿Cómo se supone que oculte
eso? Tendría que lidiar con eso más tarde.

Mantenerse con vida era más urgente en este momento.

Era extraño, pero no tenía idea de lo mucho que quería vivir, hasta que Hades entró en mi vida.

No estaba cansada cuando me fui a dormir esa noche.

El sueño era algo que ya no necesitaba más.

Me quedé sentada en el borde de mi manta, esperando. Todos tenían que estar dormidos.

Así que esperé, moviendo nerviosamente mi pie sin descanso hasta que los sonidos del silencio se hicieron eco por toda la casa.

Sacudiendo mi cuerpo en
posición vertical, caminé hacia mi tocador.

Mirando en el espejo y me pregunté si sobreviviría.

Rápidamente, me palmeé las mejillas y me recogí el pelo en una cola de caballo firme.

Entonces me lancé por la ventana, hacia el aire de la noche. Mis zapatillas golpearon el pavimento en golpes rápidos.

No era corredora.

Ni siquiera caminaba, si podía evitarlo. Pero esa noche, corrí más rápido y más tiempo que nunca.

Corrí hasta que mis pulmones abrasaban, deseosos de aire.

Me detuve.

La iglesia estaba asentada, bañada en la oscuridad.

Atravesé el aparcamiento vacío.

HADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora