La Chica Quimica.

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Capítulo III:

La Chica Química. 









Los sueños para algunas personas eran una experiencia aparte, un modo de conectar con el inconsciente o los deseos más internos de la mente, para el caso de Eren los sueños no eran recurrentes, no se aferraba a ellos antes del despertar, y cuando abría los ojos si era que había soñado algo no recordaba más que la punta del extenso iceberg de lo que eran. No era un vil soñador, que quedase claro, empero, tras el evento del incendio, tuvo uno muy peculiar. Se había impreso extrañamente con ahínco luego de haber dormido unas dos horas, pues las demás las gastó en insomnio. Cada hombre tenía un quiebre mental en su vida, y para el caso de Eren aquella etapa, sobrevino junto al momento de gobernar. Y también como una redención. De pronto, juzgaba todos sus actos en el paso, la frialdad con que había asesinado a alguien, arrebatado sus vidas y sus pasados. Cómo había jugado a ser Dios. Pensaba demasiado al respecto, y no dudó que había continuado pensando una vez durmiendo, ya que tuvo una pesadilla. En ella, Eren escuchaba el griterío proveniente de la casa del vecino. Ocurría un incendio, pero un incendio que todavía no lograba atacar a su casa, pues estaba demasiado entretenido con los vecinos. Escuchó el grito y el llanto desgarrador de una mujer que luchaba por salir de la casa. Una reja soldada cubría las ventanas y la puerta, por ende no podían escapar. Eren sentía que debía ir ayudar, pero no podía y prefería no arriesgarse, continuar confinado en su propia casa y olvidar que al lado ocurría una tragedia. Desentendiéndose del tema creyó que nunca le pasaría a él, que el incendio se dedicaría a la otra casa, o a cualquiera en vez que a la suya. Sin embargo, pronto vio el ligero desplante del humo entrando por una orilla de su habitación. De inmediato comenzó a hiperventilar. Lo lógico sería escapar antes de que inundara todo de humo y no pudiese respirar, pero algo en el sueño le inmovilizaba, y como si tuviera cadenas en sus extremidades, no pudo moverse. Fue entonces que el humo inundó lentamente sus pulmones como un doloroso letargo. Si bien se ahogaba por el constante humo, no moría, y el sufrimiento se alargaba en su máximo esplendor. 

Así fue como despertó, con una ostentosa inhalación y el pecho apretado, subiendo y bajando. Lo primero que vio fue su reflejo en el espejo del techo. Le inundó cierta paz saber que se encontraba en la suite y no en la casa que se incendiaba. ¿Qué era? ¿Por qué había soñado? Lo recordaba con asombrosa precisión, muy poco común de él, y menos siendo un desleal soñador. ¿Entonces por qué? Despertó asustado, y apresuró a levantarse para ir al baño a lavarse la cara. Así efectuó, y prendiendo las luces del baño contempló su reflejo en el espejo. Lo recibió un semblante demacrado, tenía ojeras y los cabellos desordenados de tal manera que parecía un animal, un macho cabrio, una bestia. Dio el grifo y juntando sus manos, creando una especie de concha, acumuló el agua, luego se mojó el rostro. Pasó a mojar algunos mechones de la frente y cuando hubo acabado cogió la toalla al costado para secarse. Perduró un rato con la toalla pegada al rostro hasta que la volvió a colgar y salió del baño a meterse a la cama de nuevo.

Eran aproximadamente las cinco de la mañana, y debido al ventanal de la habitación veía el cerúleo del empíreo mientras serpenteaban las carreteras y algunas luces de los vehículos. Volvió a recordar la escena del incendio y un extraño sentimiento de desamparo le sobrevino. 

Ya no tenía sueño, y presentía que si dormía, volvería a tener pesadillas. No quería, así que permaneció de brazos cruzados apoyado contra el respaldar de la cama. Siguió contemplando más allá en tanto sus ojos ardían por el envés de los párpados y le exigía el sueño. No había dormido bien dos semanas, y se preguntó si aquello era el peso de tener unas manos sucias. Pero extrañamente nunca le había pasado, ¿Por qué ahora? Siendo honesto, le parecía una burla a la persona que fue. 

VENDETTA. /꧁ 𝑬𝑹𝑬𝑴𝑰𝑲𝑨.꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora