Capítulo X.
Frágil lealtad.
Todo se volvió negro, pero antes de sumergirse en la oscuridad de la inconsciencia, Eren percibió el duro impacto de su cuerpo sobre el piso alfombrado por el disparo, lo más probable, en su lateral del abdomen. Había sentido un abrumador ardor en dicha zona, y también que su cuerpo intentaba recompensar el dolor, nublando poco a poco su visión e insensibilizandole el abdomen. No sentía sus miembros, ningún minúsculo cosquilleo. Por lo demás perdió la consciencia, pero sólo por unos vagos minutos, pues al rato volvió, esta vez mucho más activa y aguda, y enterose de su dolor abdominal, como una pesadilla de la vida real a la cual no quería regresar, tanto así que prefirió el mundo de la tiniebla. Distinguió a la figura de Mikasa de pie y disparando a las personas que le rodeaban, como si fueran verdaderos zombies a su ataque planeando comerlo, y Mikasa su heroína que le salvaba. Sin embargo, esto no era una ficción, una película de zombies mal hecha o grosera por la mala calidad de su contenido, era la realidad, una realidad bastante traumática y sangrienta. Era una masacre, el cómo los demás cuerpos caían como sacos de papas al suelo, los charcos y charcos de sangre derramados por el alfombrado y el porcelanato blanco como un festín de rojo, y el griterío histérico de hombres y mujeres que repercutió en el ambiente como el preludio de una tragedia inacabable. Parecía un salón de experimentos salvaje, encarnizado.
Pronto sintió que unos dos hombres le cogían por los hombros y lo arrastraban al pasillo. Lo recordaba, había querido ingresar al pasillo antes de que los demás corrieran al segundo piso desesperados buscando ayuda y resguardo. En eso consistía la tarea de dos de los Rimbaud arrastrandole. En tanto era acarreado sin poder moverse porque de inmediato le aquejaba el ardor y el dolor punzante, como si a cada instante le clavaran mil cuchillas en la piel, Eren se dedicó a ver a Mikasa. La vio con otros ojos, ojos por lo demás bastante nublados y llenos de lágrimas, no lágrimas de tristeza, sino de intenso dolor, que inconscientes asomaban por sus ojos como método de defensa automático. Era casi impresionante cómo disparaba a todos sin titubear y sin impresionarse del sufrimiento ajeno. Una auténtica máquina asesina. Cuando pudieron dejar a Eren apoyado en un rincón del pasillo casi desolado, Mikasa cesó de disparar y corrió hasta Eren.
Lo vio con el abdomen lacerado, lleno de sangre y con amenaza de morir desangrado, y rápido le ordenó a Floch que se quitara la chaqueta. El guardaespalda asintió sin mucho esfuerzo, se la sacó y la entregó a Mikasa. Esta la anudó en el lateral del abdomen con sumo cuidado y a la vez con mucha fuerza para crear un tipo de apósito que tapara el flujo descontrolado de sangre y así evitar la hemorragia. No parecía una herida que fuera capaz de dañar un órgano, lo cual era bueno, pero no había que saltar de una pata en alegría de inmediato, Eren podría sufrir de una hemorragia si el sangrado no era detenido a tiempo por el tipo de apósito, e incluso sufrir una infección y llevar a una póstuma muerte. Pensaba en esto con el corazón, de repente, encogido y acelerado en su cavidad, cuando se detuvo. Vio sus manos, que se movían casi por inercia para tapar la herida, y que de pronto se detuvieron como habiendo perdido la capacidad de manejar sus extremidades. ¿Por qué?, se cuestionó. Percató que incluso su innata capacidad humana de respirar había ausentado su cuerpo. ¿Por qué le costaba tanto proceder? Eren lacerado, a punto de morir, ¿Por qué intentaba mantenerlo ahí, con vida, tendido y respirando?
No era justo, no debía morir ahí, no ahí y por otras manos, se dijo.
Ya había acabado de hacer el apósito, pero continuaba pensando, y no pudo dejar de hacerlo hasta que sintió una oleada de disparos provenientes del primer piso y recién su mente al fin pudo activarse y dejar el tema de Eren. Debía ir a atacar, y dejar de cuestionarse cosas que no le conducirían a ningún lado. Debía defenderse de quién fuera que había disparado a Eren, porque no había sido para él en lo absoluto, de eso estaba segura, pues justo habían disparado en el lugar de Mikasa cuando por error Eren se interpuso. No era para él, era para ella. Mikasa sintió que cierto pánico y conmoción de la multitud ahí abajo se apoderaba de ella. Era cierto, había podido disparar a un montón de personas antes de llegar al pasillo, sin embargo, ¿Qué le pasaba ahora? ¿Por qué se sentía tan amenazada ante el inminente peligro? La emoción no era apta para sentir ahora.
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VENDETTA. /꧁ 𝑬𝑹𝑬𝑴𝑰𝑲𝑨.꧂
FanfikceLuego del encargo de su padre, se desata una guerra sangrienta entre dos pandillas rivales. Al rato, su padre le confiesa que morirá y heredará el imperio de su mafia. Muchas cosas pasan, un infierno se desata y Eren debe madurar rápidamente. En el...