"El traidor"

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[ Curso de Hierro, Invierno. ]

Drew esperó a que el resto de sus compañeros se fueran a dormir antes de iniciar su marcha. No podía arriesgarse a que le descubrieran, o su tapadera de escaparse del Magisterium tendría que entrar en juego. Si le iba a mandar un mensaje a su padre Joseph, tenía que ser esta noche. Además, probablemente ya habría invocado a algún tipo de mensajero, posiblemente un elemental de tierra.

Al cabo de dos horas, dejó de oír a sus compañeros moverse, e inició su marcha. Se vistió, se puso sus zapatillas y se dirigió a la sala común. Abriendo la puerta con mucho sigilo, vio como habían dejado sus compañeros la sala. Unos pantalones sin dueño descansaban sobre el sofá, una cartera con sus libretas por el suelo, y a alguien se le había caído un trozo de mortadela al suelo. << Panda de guarros. >> pensó para sí mismo.

Recorrió los pasillos del Magisterium, cálidos por las piedras calientes situadas a ambos lados de los caminos. Aún así, podía sentir una mezcla de frío y calor. No había cogido su abrigo, al fin al cabo simplemente tendría que salir fuera, entregar el mensaje, y volverse a la cama antes de que alguien le descubriese.

Después de andar unos eternos veinte minutos, llegó a la gran puerta de hierro por donde los alumnos y maestros entraban y salían para cumplir con sus respectivas misiones. No le costó abrir la puerta, que chirrió al ceder.

Nevaba fuera, y esta había cuajado. Se estremeció de frío al sentir la falta de calor. << El mensajero no puede andar muy lejos >> pensó mirando su reloj. Eran las doce menos cuarto. Casi medianoche.

Decidió adentrarse en el bosque en busca de su supuesto mensajero. Anduvo durante media hora hasta, llamando a quien fuera que tenía que llevar su mensaje. Miró su reloj otra vez. Medianoche. 

Algo voló por encima de Drew, y aterrizó delante suya. Al principio no vio nada por el humo, pero distinguió al instante unos ojos dorados que le miraban fijamente. Un elemental de aire. Tenía pinta similar a un gwyern, similar a una serpiente escamosa, pero con muchas espinas sobresalientes de su lomo. Asumió que ese era su mensajero. 

El elemental lo miró a él, y luego desvió su mirada detrás suya. Sombras empezaron a moverse por el bosque. Con sus ojos de remolinos, llenos de caos. Uno de ellos, que parecía invisible hasta ahora, los había rodeado y se abalanzó sobre el elemental, clavando sus colmillos en su cola. Este soltó un alarido, y salió volando hacia una colina.

– "¡Espera!"– chilló, y salió corriendo detrás de él. Sin embargo, olvidó que ese no era el único caotizado. Dos mas iniciaron su caza sobre Drew. Este echó a correr. Nunca se le había dado bien correr. Había entrenado mucho con la magia, por exigencia de su padre. Pero nunca había tenido un buen físico, y además esas prácticas solitarias a escondidas le habían dejado muy delgado. 

Alcanzó el pie de la colina, mientras escuchaba los pasos de los caotizados detrás suya. Empezó a escalar, tropezando con más de una piedra o rama. Jadeaba por el cansancio, pero sabía que tenía que mandar el mensaje. Aunque para eso tenía que encontrar al ser elemental antes.

Cuando le quedaban dos metros para coronar la cima, uno de los lobos le alcanzó. Lo derribó. Bajo sus pies, algo cedió y escuchó un crujido por parte de su tobillo, seguido de un rayo de dolor intenso por todo su pie. El lobo se apartó y se abalanzó sobre él. Le aguantó el hocico, lleno de espuma, con el brazo y se lo alejó. No aguantó y el lobo se liberó de su agarre. Lanzó un aullido, y se lanzó sobre Drew, con la boca abierta. Sin embargo no llego a sentir los dientes, sino una fuerte ráfaga de viento, y al elemental de antes apartar de un golpe al caotizado. 

Su pie desprendía un dolor intenso, peor de el que se siente al hacerse un esguince. El ser elemental se postró a su lado, mirando fijamente. No podía mover la pierna por el dolor, el cual lo recibía a través de "latidos" provenientes de su tobillo. Este tenía una forma muy desagradable.

Dejó de oír los aullidos, y empezó a oír voces. A lo lejos se empezaban a distinguir grupos de alumnos con esferas de fuego. ¿Le buscaban a él? ¿Sabían lo que realmente estaba haciendo? El tiempo se le acababa. En ese estado, no podría volver, ni escapar. El elemental soltó un respiro profundo. 

<< Enviaré el mensaje, y ya veré como me las apaño luego >>. Sacó de su bolsillo un papel enrollado, una carta escrita a su padre. La identidad desconocida de Call, y su desconocimiento de la misma. El nuevo makaris, Aaron Stewart. Y él pidiéndole que le sacara de ese infierno.

– "Dásela a mi padre." –. El elemental se tragó el papel y pestañeó lentamente, quizá en señal de aprobación. Las voces se acercaban, al igual que los pasos. 

– "¡Vete de aquí!"– le gritó, haciendo gestos para que se fuera. Este se enrolló sobre sí mismo, y de un impulso, despegó. Y en ese momento, avistó en lo alto de la colina a un chico. Este cojeaba. Callum. 

Llegó hasta él al oír su falsa petición de ayuda. Su tapadera de escaparse del Magisterium iba a tener que ser usada, al fin al cabo. Comenzó a descender. Le parecía que le había visto.

– "¿¿Drew??" – exclamó el chico al acercarse.

– "Call, ¡ayúdame!" – exclamó Drew. Le habría pedido que le ayudase a escapar. Y a lo mejor, que él viniese con él. Pero justo cuando iba a soltar su petición, avistó que otras tres sombras en lo alto de la colina. No estaba solo. 

Y con eso, era obvio que ahí finalizaba su intento de escape con Call.

Magisterium Tales [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora