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vacía.
era la palabra que tanto había tardado en encontrar, pero que definía su situación a la perfección desde hacía algunos largos meses. no se sentía ni feliz, ni triste, simplemente se ajustaba a la rutina como podía, sin emociones de por medio ni experiencias que hicieran sus días diferentes entre sí.

a veces tenía algún ataque durante las noches por consecuencia de pensar mucho las cosas y es que la atormentaba pensar que no estaba haciendo nada con su vida, que desperdiciaba sus mejores años, pero no podía hacer nada contra la tristeza y soledad que se esparcían diariamente por su cuerpo hasta congestionar su cabeza de pensamientos oscuros y su corazón de sentimientos mezquinos, casi crueles.

lo vió pararse en seguida de su lugar, con la sonrisa enorme que lo caracterizaba y a la vez que se sentaba de piernas cruzadas en el lugar que ella previamente había señalado, la miraba fijamente con esos ojos penetrantes que la hacían sentir desnuda frente a él.
le sostuvo la mirada porque odiaba perder, y se sorprendió cuando él pasó los brazos por su cintura en un intento de acercarla aún más.

sofía no era la única que necesitaba de aquel calor en esa fría noche de octubre en la que los pensamientos se confundían y los sentimientos se mezclaban, rebeldes, queriendo salir a la luz y causando estragos, arremetiendo contra todo a su paso, contra recuerdos, verdades, sensaciones previamente instaladas.

la sonrisa de la chica era como un viento o un torbellino, un huracán quizás era a lo que más se asemejaba, la mejor forma de describirla. mauro no entendía que era toda esa revolución que sólo verla generaba dentro de sí, o por lo menos fingía no entenderlo, porque dentro de sí sabía perfecto lo que pasaba, pero hacía un esfuerzo inhumano por esconderlo todo, por ponerle otro nombre, por escusar sus emociones porque tenía miedo de perder a sofía para siempre.
no sabría como vivir sin ella, y no de una forma romántica o cliché, simplemente porque estaba tan acostumbrado a compartir cada momento bueno y sobre todo cada momento malo que no podría pensar en alguien más a quién recurrir cuando sus pensamientos lo ahogan en la madrugada, cuando se despierta sólo, después de una noche rodeado de gente, sabiendo que no tiene a nadie más que a la morocha desde hace años.

505; dukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora