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el mensaje había quedado sin respuesta.
las dos tildes azules marcaban que sofía lo había leído, lo que hizo a mauro comerse más la cabeza con teorías de toda clase.
no soportaba la idea de que ella estuviera enojada con él y menos, que no tuviera intención de solucionar el problema.

ella solía buscarlo siempre por mucho que le hubiera podido molestar alguna actitud del chico, porque si había algo que odiaba más que los comportamientos incoherentes de mauro era estar peleada con él y eso había sido aprovechado reitaradas veces por el chico para jamás pedir perdón por nada, ni perder nunca su orgullo por tener que dar una disculpa bien fundamentada.

daba vueltas en su sala con el celular en la mano, pensando que debía hacer, si dejar las cosas como estaban hasta esperar que ella apareciera o hacerse cargo por una vez de sus acciones y descubrir lo que había hecho, lo que la había lastimado, enojado, lo que le había hecho mal.
se decidió por una vez en su vida a hacer lo correcto y tomó del perchero el camperón que era su fiel compañero desde hacía algunos meses. caminó rápido bajo el frío de las calles y agradeció infinitamente que el complejo de departamentos de la morocha no estuviera muy lejos cuando vió el edificio blanco, algo venido a bajo por los años y el paso de algunos temporales, pero que conservaba su esencia con los grandes ventanales, algunos sucios, otros no, y los balcones en los que casi se podía visualizar a los 14 años, con sofía al lado y un cigarrillo de mala calidad en la mano de cada uno en esas frescas noches de verano en las que lo tenía absolutamente todo, y recién podía darse cuenta.

cruzó la recepción sin saludar al conserje para no molestarlo en su siesta y se dirigió directamente a los destartalados ascensores a los que generalmente les tenía algo de miedo. marcó el piso de la chica y se miró al espejo reprochándose a sí mismo el no haberse esmerado más en su apariencia, pero poco tiempo tuvo para pensar en eso hasta que se volvieron a abrir las puertas y se encontró de cara con el lugar que el consideraba segundo hogar.
antes de tocar se secó la transpiración de las manos contra el jean ajustado y prosiguió a hacer un golpe algo débil con el puño.

del otro lado, sofía se extrañó debido a que no esperaba a nadie. miró a agustín a su lado en el sillón y notó que se había quedado dormido mientras veían la película, y a juzgar por el hecho de que no reconocía la escena que ahora estaba viendo, supo que ella también se había dejado vencer por el sueño.

505; dukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora