Bol de arroz 🍚

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- ¡¡Preparada la comida para la mesa seis!! - grito al aire por segunda vez,  sin dejar de remover la sartén en la que tengo varias bolas de carne especiada salteándose , y rezando para que alguien escuche mis plegarias y consiga llevar los platillos a la mesa antes de que se enfríen. 

Al mismo tiempo, vacío el fondo de la olla arrocera en los últimos boles de diseño que quedan limpios y que Lisa se empeñó en comprar cuando abrimos el restaurante. Preciosos, sí. Únicos, también. Frágiles, como la mismísima mierda. Creo que de los cien que compramos, solo quedan unos treinta. Treinta valiosos boles de arroz, que tienen que dar servicio a las quince mesas que tenemos, con una media de tres comensales por mesa... creo que no salen las cuentas. 

- ¡¿Puede alguien fregar los malditos boles?! No hay putos boles limpios, joder. ¿Alguien en esta cocina me está escuchando? - grito de nuevo, observando de reojo como los platos para la mesa seis siguen esperando en la mesa de pase y dirigiéndome a la despensa en busca de más arroz. 

Oigo como mis dos pinches corretean por la cocina, tratando de seguir mis órdenes. Rebusco en las estanterías, pero solo encuentro un maldito kilo de arroz. Tiene que haber arroz. No puede haber un restaurante serio en corea que no tenga arroz. ¿No tenemos más arroz?

Salgo a la cocina con la desesperación apoderándose de todo mi cuerpo, apoyo mi cadera en la encimera y tomo aire antes de explotar. Observo a mi alrededor. Jay está en la zona de woks, tiene en marcha tres preparaciones a la vez, y debo reconocer que las atiende con diligencia. El sudor se arrastra por sus sienes, sus mejillas están coloradas, pero no abandona su tarea y va sacando platos con eficiencia. 

Jenni está en la zona fría, cortando pescado, troceando verduras, mezclando ingredientes, montando platillos. No da para más, sus manos van a doscientos por hora, y su habitual charlatanería está en pausa. Mala señal. 

En este momento, entra Roi desde la sala, y por fin recoge los platos de la mesa seis. No es muy rápido, pierde la concentración y entremezcla pedidos, pero es el único que ha quedado en pie tras la dramática marcha de Jin de hace un par de meses.

Jin es uno de mis mejores amigos de toda la vida. Cuando regresé a Corea tras varios años trabajando en restaurantes en diferentes lugares del mundo, absorbiendo todos los sabores imaginables, aprendiendo las miles de tradiciones gastronómicas que existen, le conté a Jin mi sueño: montar un restaurante de comida fusión en mi propio país. Comida innovadora, rica, abundante, que beba de los cientos de rincones del mundo que he visitado en los últimos años. Un regreso al hogar por todo lo alto, la tradición enriquecida, los sabores de siempre pero mejorados. Quería crear el nuevo local de moda, el lugar donde todos quisieran ir para luego poder hablar de él.

Sin dudarlo, le pedí que se uniera a mí. Jin estudió empresariales, y se doctoró con honores tras presentar un innovador proyecto en el que demostró cómo salvó de una quiebra casi asegurada a diez empresas de diferentes sectores con sus increíbles métodos . Un genio.

Aceptó mi propuesta, y se puso manos a la obra con la planificación estratégica de este nuevo proyecto. Pero duró poco. Duró hasta que chocó con la euforia de Lisa.

Lisa es mi prometida. Los tres nos conocemos desde el instituto, y somos amigos desde entonces. Pero Jin desconocía la faceta empresaria de Lisa. Para ser sinceros, yo también desconocía esa faceta.

Cuando regresé a Corea y retomamos nuestra relación, le conté mi sueño. Se ilusionó tanto que se sumó a él sin darme tiempo a procesarlo. Convirtió mi sueño en nuestro sueño. A los pocos días de nuestra charla, ella ya había contactado con unas quince empresas de decoración, varias empresas de vajillas y cuberterías exclusivas y con las bodegas más gourmet del país. 

SABOR - 맛이 나다   **Jikook / Taejin / Kookmin / Jintae Fiction**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora