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Mi parada llegó antes de lo esperado, el nombre sonó por los altavoces del autobús, y vi que las personas bajaban rápidamente. Agarré mi mochila, saltando por la puerta, en busca del edificio de Auron. Había estado unas cuantas de veces de visita, o de ayuda con Sonia, pero era la primera vez que iba sola.

Su edificio estaba a unos cuatrocientos metros de la parada, y mientras caminaba por las calles de Barcelona, me pregunté a mí misma qué habría ocurrido. No me acordaba de mucho, el ataque de amnesia me había borrado casi el cien por cien de mis recuerdos. Algo malo habría ocurrido.

Mi corazón palpitaba aún más fuerte, mis manos me temblaban de los nervios. Estaba dispuesta a disculparme por la actitud de Anais, incluso estaba dispuesta disculparme por cualquier daño producido por mi parte. Todo para recuperar un amigo.

Necesitaba saber la verdad.

Llegué a su edificio en menos de diez minutos, y justo una señora mayor abrió la puerta principal, dejándome paso sin necesidad de tocar el timbre. Nada más pisar aquél edificio pude notar un olor a aceite y cebolla en el aire, alguien estaría cocinado.

Entré en el ascensor nada más abrirse, y presioné con mi dedo índice el número de planta. Planta número ocho, puerta C. Era una de las pocas cosas de las que me acordaba. El ascensor subía poco a poco, creando un molesto chirrido al subir, tambaleándose ligeramente de izquierda a derecha, la luz que lo iluminaba parpadeaba de vez en cuando... Pero, lo único que podía sentir realmente era el latido de mi corazón.

Alcé la vista un momento para ver en qué planta me encontraba, era la séptima. En cualquier momento llegaba a su planta, estaba realmente acojonada.

Respiré hondo, y las puertas se abrieron. Miraba al suelo, intentando reunir las agallas y el coraje, pero no me di cuenta que había alguien esperando al ascensor como yo. Nos chocamos, y mis piernas fallaron, pero la persona agarró mi brazo antes de que pudiera caerme al suelo, acercándome a su panza.

—¡Cuidado!— exclamó el desconocido.

—¡Perdona!— solté rápidamente.

Alcé mi mirada rápidamente, y la persona que aún me tenía agarrada era ni más ni menos que la persona a quien buscaba. Auron estaba en la puerta del ascensor, sosteniéndome. Mi cara inmediatamente se enrojeció, y me salté hacia atrás, pegándome contra la pared.

—¡Auron!— exclamé, aunque realmente no sé qué me esperaba.

Auron también se echó atrás al ver que era yo.

—¡Ainoa!— exclamó de vuelta.

Nos miramos fijamente durante unos segundos, los dos incapaz de hablar. La sala entera estaba en silencio, se podía oír nuestra respiración agitada. Finalmente, tras unos quince segundos eternos, tuve valor de hablar.

—He...He venido a hablar contigo.—

Auron selló sus labios y apartó la mirada.

—¿De qué?—

Respiré hondo.

—Anais se ha ido, ya no somos...— no pude acabar la frase, Auron abrió la puerta de su piso con sus llaves.

—Entra...— ordenó.

(...)

Auron se sentó en el sofá, justo enfrente mía, colocando enfrente dos tazas de té de rooibos. Yo jugueteaba con la cuchara al añadir azúcar al vaso, estaba bastante nerviosa. No sabía exactamente qué decirle, pero tenía una idea de cómo empezar.

—Auron, Anais me ha mentido sobre muchísimas cosas, demasiadas cosas que...—

Auron me interrumpió antes de que pudiese seguir hablando sobre Anais.

Pelirroja De BoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora