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15 AÑOS DESPUÉS...

—¿¡Que vas a hacer qué?!- exclamó mi madre, claramente sorprendida.

Estaba preparando unos sándwiches para merendar en mi trabajo. Trabajaba en una escuela por las afueras de Múnich, ahí daba clases de castellano. Abrí el refrigerador en busca de una botella de agua bien fría, y tras rebuscar, encontré uno.

—Pues que me han ofrecido un trabajo de profesora de alemán en una escuela privada de Barcelona.— volví a explicar. —Pagan bien, y los alquileres últimamente están baratos.—

Mi madre se sentó de nuevo en el sofá, negando la cabeza y poniendo sus dedos sobre su frente. Estaba cansada y enfadada, y aquellas noticias no mejoró su humor.

—¿Vas a volver allí? ¿De verdad te merece la pena?— preguntó, molesta.

Ignoré sus quejas. Metí la botella de agua en la mochila junto a mi comida y la cerré con la cremallera. Pasé la mochila por mi hombro, metiendo las llaves que colgaban de un gancho en mi bolsillo. Mi madre seguía hablando por detrás, pero intentaba todo lo que podía no escuchar sus quejas.

—¿Y podrás vivir sola? Considerando tu situación actual...— me atosigó.

Aquella frase me llamó la atención. ¿Mi situación actual?

—Mamá... Ya sé que estás preocupada por mis problemas de memoria, pero llevo ya casi dos años sin problema. De verdad creo que estoy curada.— le recordé.

Tres años después de mudarme a Alemania - con tan solo 18 años - tuve un accidente de coche. Mi padre me acompañaba en el coche, íbamos a ver una universidad en las afueras. Un conductor borracho chocó su camión contra nuestro coche, matando a mi padre al instante y dejándome a mí con problemas cerebrales.

Os estaréis preguntando... ¿Problemas cerebrales?

Desde el accidente, sufría ataques de amnesia. Olvidé la mayoría de los hechos importantes previos al accidente, incluyendo los recuerdos con mi padre. Había personas, lugares, recuerdos tan desconocidos para mí. Personas tan importantes, personas que habían influenciado mi vida eran tan solo extraños.

Durante los primeros cinco años, sufría ataques de amnesia donde no recordaba ni cómo se llamaba mi madre. No me acordaba cómo llegué a aquél lugar y me volvía violenta por miedo.

Fue duro. No tenía apenas recuerdos de mi infancia ni adolescencia, por mucho que lo intentaba lo único que veía eran imágenes borrosas. Aún conservaba la misma personalidad, los mismos gustos, las mismas reacciones ante inconvenientes... Pero no podía acordarme de cómo los conseguí.

—Eres mayorcita, cariño. Haz lo que quieras. Pero estoy preocupada por tí.— prosiguió.

Pasó una mano por su cabello oscuro con canas grises. Noté su expresión triste y decidí sentarme a su lado en el sofá para apoyarla. Mi madre apoyó su cabeza sobre mi pecho y suspiró mientras le acariciaba el hombro.

—Mamá, tranquila, en serio. Es Barcelona, tú has estado allí. Ni me acuerdo de esa ciudad. A lo mejor los recuerdos volverán.— le expliqué.

—¿Entonces vas a España en busca de recuerdos estúpidos? ¿Por qué? Estamos bien aquí.—

—Porque es mi infancia y ni me acuerdo de ella. Papá estaba en esos recuerdos también. Me gustaría poder recordarle y así sentirme más unida a él.— proseguí.

Mi corazón se me caía al estómago al recordar a mi padre. Le tenía muchísimo amor, eso estaba claro. Sentía un vacío en mi corazón cada vez que veía una foto con él o algún vídeo donde salía haciendo el tonto.

Pero a la misma vez no tenía muchos recuerdos de él. No podía acordarme de las cosas que hicimos, ni de mis abuelos y abuelas. Y eso me dolía. Había veces donde me echaba la culpa por no haber sido más fuerte en ese accidente.

—Ainoa, lo único que debes saber sobre Papá es que fue un gran hombre y gran padre. Fue maravilloso con nosotros. Tú ya lo sabes a pesar de no tener sus recuerdos.—

Intentaba aguantar las lágrimas. Sentía dolor, sentía rabia al no poder acordarme de él. Pero aún así le quería, a pesar de no recordarle, mi mente y corazón seguían en luto diez años después.

Sacudí la cabeza.

—Es mi padre. Yo quiero acordarme de él, de lo grande que dices que era. Quiero volver a la ciudad donde me crié y nací.—

Mi madre suspiró al ver que tenía la mente fija en aquél objetivo. Sabía que no podía hacerme cambiar de opinión por mucho que quisiera.

—¿Eso es realmente lo que quieres? ¿Quieres acordarte de tu infancia y adolescencia?— preguntó.

Eso mismo quería. Quería poder acordarme de personas, de lugares, de momentos, de tristezas... Quería saber más sobre mí misma, por qué soy cómo soy, cómo era mi padre conmigo...

—Claro que quiero, Mamá.— contesté.

Mi madre se apretó los labios y no pudo hacer nada más que darme su apoyo.

—Pues entonces ve, cariño.—

Sonreí dulcemente.

—No, en serio, ve. Vas a llegar tarde a tu primera clase.— volvió a repetirse.

Me di la vuelta, mirando el reloj. Marcaban las 8:10, las clases empezaban a las 8:·0. Quedaban 20 minutos para llegar a tiempo. Mis ojos se agrandaron y salí pitando por la puerta.

Abrí la puerta del coche, despidiéndome de mi madre mientras rebuscaba en mi mochila las llaves del coche. No podía mentir, por dentro me daba igual llegar tarde al trabajo ya que, si conseguía ese trabajo en Barcelona, podría dejar mi trabajo de Alemania.

Podría volver a mi ciudad.

¡Primer capítulo! Lo siento que sean cortos. Prefiero publicar capítulos de 500-1000 palabras para que el siguiente salga más rápido y así hay menos espera.

¿Os podeís imaginar no tener recuerdos de vuestra adolescencia e infancia? Sería bastante duro, además acompañado con la muerte de un padre.

Tengo un compañero al que se le murió el hermano hace unos años, es tan doloroso que no quiero ni pensar en ello. El chico en sí es mala persona, pero no suelo decirle nada ya que pienso en lo que ha pasado y me callo la boca.

¿Os está gustando el libro? ¿Teneís ganas de más? ¿Quereís que salga Raúl?

¡Pues seguid leyendo! (Y seguid mis redes).

Instagram: chrisinrota

Pelirroja De BoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora