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No noté como me administraron una dósis de calmante en un jeringilla. Por eso, al tumbarme en la camilla en la ambulancia, mis ojos inmediatamente se cerraron y dejé que mi cuerpo se cayese encima de la cama. Las luces blancas desvanecieron y todo se volvió completamente oscuro.

Todo estaba negro, no podía ver nada, ni siquiera podía sentir frío o calor. Me sentía muerta, completamente vacía, incapaz de sentir sentimientos. Estaba sola, y de alguna manera aún confusa.

Y, tras lo que pareció ser unos pocos segundos, la luz blanca volvió a aparecer, y esta vez me cegó. Mis ojos comenzaron a abrirse poco a poco, y escocían debido a las legañas que se formaron mientras estaba inconsciente.

Mis músculos ardían cada vez que los forzaba, pero aún así logré sentarme derecha sobre la cama donde yacía. Gruñí bastante, intentando utilizar todas mis fuerzas para mantenerme recta y estable. Mi cabeza daba muchas vueltas, sentía que si me movía a la izquierda, me caería debido al mareo.

—La paciente está despierta, ¿realizamos el examen?— preguntó una voz femenina.

—No, aún no. Hay que comprobar lo que recuerda.— le respondió otra voz femenina.

El sonido de los pasos se escuchaba por toda la habitación, ni siquiera me di cuenta que las dos mujeres que hablaban estaban a escasos metros, no al final de un pasillo. Noté como una mano fría se posaba sobre mi hombro, y alcé la cabeza.

Aún veía borroso, pero pude reconocer algunos rasgos. Su pelo pelirrojo rizado le llegaba a los hombros, su piel era pálida y con algunas manchas oscuras en la cara. A su lado, se encontraba otra mujer vestida igual que ella, pero su piel era mucho más oscura. 

—Hola, ¿sabes donde estás?— preguntó.

Pestañeé dos veces.

—¿Qué?—

—¿Sabes en qué ciudad vives?— preguntó la doctora.

—Bar...Barcelona.— respondí.

—Vale, perfecto. ¿Y de qué trabajas?—

Pasé las manos por mi pelo pelirrojo desastroso.

—Soy profesora de alemán, en una escuela.—

La enfermera a mi lado se separó de mí, acercándose a la doctora para susurrarle algo que no logré descifrar. Tras oír a la enfermera, la doctora clavó su mirada amistosa en mí.

—¿Me puedes decir con quién vives?—

—Con mis amigas, Inma y Sonia.—

La doctora se sentó sobre la silla a mi lado.

—Bueno, Ainoa. Ya que estás recuperada, debo contarte lo ocurrido. Has tenido un episodio de amnesia mientras estabas en un restaurante. Parece que tu antigua condición fue activada por un gran estrés.—

La observé con curiosidad.

—No lo entiendo, ¿mi amnesia es por estrés? He tenido varios momentos con estrés y ansiedad, y no he tenido estos episodios en diez años... ¿Por qué me vienen ahora?— pregunté.

—Queremos hacerte más pruebas. Gracias a tus amigos, hemos logrado reunir mucha información sobre tu pasado. El accidente de coche te dejó con varios problemas cerebrales, y a pesar de que estos episodios no son muy comunes, habrá que revisarlo para que no vuelva a ocurrir.—

Pasé las manos por mi cabeza.

—Dios, ¿qué habré hecho?— me pregunté a mí misma.

Sabía que cuando tenía aquellos episodios solía volverme agresiva, inquieta, y sobre todo muy nerviosa. Decía cosas sin sentido, atacaba a cualquiera que se acercaba a mí si no era una persona muy conocida como mi madre. Lo pasé fatal los primeros meses después del accidente, no lograba reconocer a nadie, y no me acordaba de nada.

—Tuvimos que suministrarle un relajante muscular debido a que rechazabas la ayuda necesaria y... estabas siendo bastante agresiva con los médicos. Siento que tuvimos que llegar a esos extremos, pero era totalmente necesario.— explicó la doctora.

—¿Dónde están? Sonia, Inma y Auron deben de estar muy preocupados.— musité.

La doctora asintió.

—Tus cuatro amigos han estado aquí esperándote unas seis horas.— confirmó.

—¿Cuatro? ¿Quién más está aquí?—

—Una tal... Anais creo que se llamaba, es alemana y hemos necesitado ayuda para hablar con ella.—

No me acordaba de Anais, no me acordaba que había viajado a España tras la muerte de nuestra amiga Laila. No me acordaba que habíamos hecho las paces, y por eso cuando escuché su nombre me percaté y se me agrandaron los ojos. Jamás pensaría que la chica que tanto daño me hizo estaba afuera esperándome, sin avisar.

—¿Qué hace ella ahí?— pregunté entre los dientes, intentando esconder mi rabia.

La doctora se percató al oír aquella pregunta. Agarró unos papeles que había sobre la mesilla y comenzó a apuntar algunos datos. Pero, yo estaba demasiado ocupada esquivando todas las miradas. Me sentía completamente avergonzada, débil, idiota... ¿Cómo podía haber tenido otro episodio de amnesia?

—¿No te acuerdas de Anais?— preguntó la enfermera pelirroja.

Dejé los ojos en blanco.

—Sí, sí la conozco. Prefiero no saber nada de ella.— musité.

La doctora se sentó sobre el bordillo de la cama.

—Debo comentarte que, tus demás amigos dicen que Anais es una invitada. Dicen que os estabais peleando en el baño de un restaurante cuando empezó el episodio de amnesia. Me han contado que habíais hecho las paces tras la muerte de vuestra amiga Laila. —

Alcé la mirada. Sabía que Laila tenía un problema de salud, en Alemania la conocí en la universidad cuando se acababa de descubrir el tumor. Le dijeron que en unos años, ese tumor acabaría con ella, pero siempre mantenía los ánimos. Mi corazón estaba destrozado, pero me esperaba oír aquella noticia.

—¿Laila ha muerto?— pregunté, dolorida.

La doctora alzó una ceja.

—Señorita, ¿cuál es tu último recuerdo exactamente?—

Intenté con todas mis fuerzas recordar lo último que hice antes de tener el episodio. Estaba claro que en mi último recuerdo, Anais no estaba España, no sabía que Laila estaba muerta... Lo único que recordaba era que, iba en una motocicleta, agarraba al conductor con miedo a caerme... Auron era el conductor, y me había recogido después de terminar de trabajar.

—Iba con mi amigo Auron, en su motocicleta, él me llevaba a casa después de trabajar.— expliqué.

—Cariño, ¿qué día fue eso?— preguntó la enfermera.

—Fue a principios de septiembre, al empezar el curso escolar.— 

La doctora y la enfermera se miraron entre ellas, con preocupación. Me percaté un poco, ansiaba saber lo que me estaban ocultando.

—Cariño, eso fue hace casi tres meses.—

Pelirroja De BoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora