Capítulo 11

762 105 32
                                    

¿Qué sería del ser humano sin los recuerdos? ¿Y qué sería de los recuerdos sin nosotros? Los recuerdos son las imágenes, sentimientos y pensamientos que se almacenan en nuestro cerebro. Cuando recuerdas algo, estás accediendo a información que ha estado guardada en tu memoria. Los recuerdos pueden ser muy vívidos y detallados, o muy difusos y vagos. Todos tenemos recuerdos de nuestras vidas, unos mas valiosos que otros y a muchos de esos nos aferramos, lo hacemos como si nuestras vidas dependieran de ello.

Los recuerdos son colores vivos y presentes, aromas, sonidos, risas, llantos. Es algo de lo que nunca he gozado con libertad. Mis recuerdos son difusos, tengo muy pocos de mi niñez y adolescencia, jamás fui de esas personas con memorias extraordinarias que solían recordar cada detalle de cada momento, por supuesto, hasta que conocí a Violet y desde la primera noche me aseguré de guardar cada palabra, risa e instante en mi cabeza.

¿Y que sería de mí sin ellos ahora? En un mundo solitario y trascendente, aburrido y recurrente lo único que me queda es vivir en los recuerdos y cobijarme en ellos, aferrarme.

Antes de Violet pensaba en todo, en las preguntas sin respuestas, en los sentimientos que la vida nos daba y en los sentimientos que aún no podíamos experimentar, antes de Violet todo era confuso, extraño, ajeno a mí y luego de ella seguía siendo lo mismo, no había diferencia, no había cambio porque el cambio lo había marcado ella con sus palabras, sus danzas y sus miradas. Quizás había basado toda mi vida entera en ella y era feliz con ello, esta era solo la consecuencia y el castigo que la vida me daba.

Una que no sabía por cuanto tiempo más iba a tolerar.

Si iba a vivir en los recuerdos era necesario salir de mi mente un rato e ir de una manera más física, así que no me costó despertar en el parque y caminar hasta este lugar que estaba un tanto abandonado. Fui a la sala de proyección y con suerte encontré la película que Violet y yo vimos aquella noche, la puse sin dudar un solo instante, enseguida la imagen estaba frente a la pantalla grande.

Mis pies cansados se dirigieron a los asientos correspondientes, en las filas del centro y dos asientos que estaban en la derecha, me dejé caer sobre el asiento, suspiré agotado, mi cuerpo reclamaba un descanso y mis ojos estaban más pesados de lo normal, quise evitarlo, y lo conseguí cuando puse mi mirada en el asiento vacío que permanecía a mi lado.

Lo observé con delicadeza, como si ella estuviera allí conmigo, como si la mirara a ella y abrazara su recuerdo como lo más preciado, aún sabiendo que sólo era un asiento vacío.

Aferrarse, eso es algo que en muchas ocasiones no decimos e incluso, nos convierte en humanos más masoquistas porque no nos gusta sentir dolor, pero realmente me preocuparía si no fuese lo primero que me recibe al despertar. Significaría que ya la he olvidado y con franqueza puedo decir que no me importaría seguir dando vueltas en el mismo círculo, mientras ella siga siendo el centro de este.

Y si no todo mi entorno gritara su nombre hablaría de la película que ahora mismo se proyecta en la pantalla grande. Un amor como tantos, ordinario y rutinario, a ojos de muchos esto se vuelve algo aburrido y cliché, a mis ojos solo puedo distinguir uno de los amores más perfectos en el planeta tierra porque nunca le he dado crédito a los momentos, las acciones y lugares que cada historia comparte, siempre he sido más de enfocarme en los sentimientos que pueden traspasar la realidad, salir de la pantalla, y tocar tu corazón.

Es el tipo de romance que no hace falta explicar, menos cuando a tu lado, está la persona que amas y comparten la misma perspectiva sentimental y cursi, es algo que no todos comprenden. Y, si se me es permitido abrir mi corazón ahora mismo y cantar verdades, diría que lo prefiero así.

Es el tipo de romance que solo se vive una vez y en cada ciertos años. Era el romance que Violet y yo compartíamos, el mismo que ahora quebraba mi corazón y mojaba mis mejillas.

—...Estoy aquí —escucho las voces de los personajes de la película antes de que la cinta se arruinara y empezara a repetir la misma escena, en el mismo momento y las mismas palabras.

Seco mis lágrimas e intrigado me pongo de pie, frunzo mi ceño al escuchar una y otra vez dicha frase «Estoy aquí».

—Aunque no lo creas eso pasa seguido —Mi corazón da un brinco cuando escucho una segunda voz, algo lejana a mi.

Al girarme encuentro a una chica castaña que vestía el uniforme clásico de los trabajadores en el cine, un conjunto conformado por una camisa blanca, un chaleco rojo, un pantalón negro, una corbata negra y la gorra con el logotipo del cine. La chica llevaba consigo dos bolsas en cada mano y bajaba las escaleras con una sonrisa de labios cerrados, sin demostrar alguna queja de su trabajo.

—¿Disculpa? —pregunto, intentando poner los pies en la tierra.

—Estás en un cine casi abandonado ¿Lo recuerdas? —ironizó, añadiéndole una leve risa a sus palabras.

—No tenía presente eso.

—Puedo notarlo —la observé hasta que la pantalla quedó totalmente negra, la película se había detenido y probablemente la cinta ya se había arruinado.

Lo que me faltaba.

—Disculpa, realmente no pensé bien lo que hacía, solo quise ver la película pero, si causé algún daño puedo pagarlo.

—No tienes que pagar nada, después de todo este lugar será demolido en poco tiempo —Dijo, sin darle mucha importancia a las palabras que detuvieron mi corazón por breves instantes— ¿Y... Sueles visitar muchos cines abandonados?

Llamó mi atención una vez más, la pregunta cruzó mi cabeza unas dos veces antes de que pudiera obtener la respuesta y hablar.

—No, sólo quise venir a ver esta película, no fue algo muy planeado.

—Entiendo, debe ser algo especial para ti esa película —suspiró mientras recogía desechos de los asientos delanteros.

—¿Por qué lo dices? —indago.

—Porque no cualquiera entra a un cine abandonado a las siete de la mañana y coloca en un reproductor una película de los 2000. Sin ofender, también está entre mis favoritas.

—¿Son las siete de la mañana? —Repito y no dudo en echarme al asiento nuevamente.

—Así es —pellizco el puente de mi nariz, asimilando todo lo que está sucediendo ahora.

—¿Tú por qué estás en este cine? —La pregunta me sale sin permiso, realmente no era de mi importancia o incumbencia saberlo, sin embargo, la pregunta ya estaba hecha y su respuesta también la estaba.

Sin mucho enredo solo señaló su etiqueta en el chaleco y su gorra, ambos mostrando el logotipo del cine.

—Trabajaba aquí antes de ser despedida, me gusta venir a la misma hora todos los días.

—¿Y entonces por qué sigues viniendo? —ella me echó una mirada confusa que tardó un minuto, ahí entendí que quizás no era mi tarea seguir preguntando—, Disculpa.

—Bueno... hay lugares que simplemente no quieres o puedes abandonar —comenta, sin dejar de hacer su trabajo—. Este es uno de los míos.

El contacto visual se rompe, ella sigue con su labor y a mi me llega un extraño sentimiento lleno de confusión y divagación, mis ojos la siguen, pretendo decir algo más antes de que mi móvil se haga sonar y el nombre de Bill aparezca en la pantalla, rechazo la llamada de manera instantánea y pretendo solo evitarlo. Estoy cansado, mi cuerpo no funciona con la misma energía y esa es mi señal para levantarme de mi asiento.

—Entonces te deseo una buena mañana... —mi móvil vuelve a interrumpirme—, Hasta luego —digo por inercia y sin mucha consciencia de lo que sale de mi boca, mi vista estaba centrada en la pantalla de mi móvil y mis pies se dirigían a la salida.

—Gracias, después de todo, yo siempre estoy aquí —Le escucho decir antes de cruzar la puerta y marcharme.

Aquella Noche NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora