Capítulo 8

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La mayoría pasa la mitad de su vida buscando el significado de la felicidad, y la otra mitad busca experimentarla e implementarla en su diario vivir. Muchos aseguran que la felicidad es algo que todos merecemos e incluso, todos buscamos conservarla en nuestras manos el mayor tiempo posible.

Solía preguntarme diariamente:¿Qué se necesitaba para ser feliz? La respuesta no se articuló en una sola palabra recurrente en mi cabeza, sino que tomó forma en una noche y en una sola persona, en cuestión de minutos.

Era feliz en cuanto la encontré en este puente, incluso cuando no sabía que más decir, que pensar o como actuar; el saber que tanta felicidad está en tus manos te hace torpe. Y sí, lo había experimentado justo aquí, donde mi alma fue feliz.

Solo que, la felicidad se convirtió en una emoción y las emociones no tienen tiempo de sobra que regalar y el mío ya estaba agotado. Igual que yo.

¿Pero eso realmente importaba?

Dentro de mi cuerpo no había tiempo que perder, en mi cabeza el cansancio era ridículo comparado a los sentimientos que jugaban con mi cabeza todos los días. Y siendo franco, al mirar las orquídeas moradas frescas junto a los tulipanes lograba sentir paz.

El vacío dentro de mi se calmaba, mi alma no agonizaba por el romántico encuentro que pude tener anoche, y en el que ahora me perdía sin pensarlo dos veces.

A veces me preguntaba ¿Cuál era mi realidad? ¿Qué debía creer? ¿A qué debía aferrarme? Porque sin algo a lo que sujetarme a este mundo terrenal mi alma no tendría una excusa más para desprenderse de mi cuerpo. Antes mi felicidad había sido Violet, ahora que no está encontrarle un sentido a la vida es inútil.

Pensar que hace unas horas ella estaba a mi lado en este puente lograba romper cada vez más mi corazón.

¿Y acaso soy solo un masoquista o un loco enamorado?

Mis acciones me empujaban sobre una balanza, pero si de algo estaba seguro es que mi percepción de la realidad había cambiado. Sabía que el ambiente no era el mismo, que el viento era más pesado, el cielo permanecía nublado y mi cuerpo se sentía cada vez mas inútil. Y justo ahora estaba atrapado en ella.

Mientras mi cuerpo sufría mi mente descansaba en los recuerdos, en las palabras y en Violet.

—Te he traído flores —mencioné, sin mucha importancia a lo que decía—. Son tus favoritas, pensé que te gustaría verlas si es que sigues a mi lado.

Observé el cielo, las nubes no dejaban rastro del color azul o de ningún otro, pero no hacía falta ver el cielo para verla a ella, porque todo a mi alrededor llevaba su esencia.

Este puente, las flores, el lago que se movía con tranquilidad. Las emociones que se sentían aquí.

—Quisiera saber que hacer sin ti —Murmuré para mis adentros. Mi voz se atascó junto a mis palabras y el nudo que los atrapaba—. Quisiera entender más allá de lo que ahora está a mi alcance.

Relamo mis labios, mis ojos vuelven al ramo de flores que reposaba sobre las piedras que conformaban el puente, y en donde antes sus manos descansaban.

—Te necesito, te extraño, preciosa. Sólo quisiera que estuvieras aquí —una lágrima recorre mi mejilla, no me molesto en removerla—. Quisiera que una vez más horneáramos ese pay de cereza que tanto te gustaba y molestarte con la harina que siempre quedaba en la punta de tu nariz —Sonrío al recordarla— Lo tenía todo contigo y ahora no tengo ni una parte de ti.

Abrazo cada detalle de mis recuerdos, aunque eso jamás pueda llenar el vacío que me genera su ausencia es por lo que vivo; es por lo que sigo aquí.

—Siempre tendrás la mayor parte de ella, Axel —Mi cabeza gira hacia mi derecha aunque ya reconozca la voz de Mishelle, la miro para comprobar su presencia y ella en su lugar me recibe con una sonrisa— ¿Qué haces aquí, Axel?

Abro la boca para contestar pero no encuentro la respuesta a su pregunta, así que la observo sin más.

—No pienso juzgarte, no creo que ambos estemos aquí por razones diferentes.

Cabizbajo decido asentir, no me atrevo a mirarla a los ojos y encontrar un rastro de Violet en ellos.

—Sólo recordaba la noche del baile, en este puente. Quería sentirme cerca...

—¿De ella? —dice, dándo el último paso y acabando justo a mi lado—. Compartimos el mismo deseo.

—Compartimos más que eso ahora mismo —le respondo, comprendiendo su dolor.

Mishelle apoya sus brazos en el puente, puedo sentir su mirada sobre mi.

—Es difícil despertar y no recibir uno de sus mensajes o fotos graciosas. No puedo comprender como te sientes, pero puedo asegurarte que también le extraño, al igual que todos tus conocidos.

—¿Qué pretendes con esto? —pregunto, notando el cansancio en su rostro.

—Bill ha estado preocupado por ti estos días y le he pedido que te dé espacio —responde, yo niego con la cabeza por lo que escucho.

—No entiendo qué más quieren de mí. Todos me presionan y me dicen que debo salir adelante, pero no entienden lo doloroso que es estar en mi lugar. No comprendo cómo pueden pedirme algo así.

—Axel, nadie te pide que salgas adelante ahora, no te pedimos que olvides a mi hermana y sigas con tu vida como si nada hubiese pasado, es probable que ninguno de nosotros logre hacer eso en lo que nos queda de vida, pero nos preocupamos por ti.

Nos quedamos en silencio, el sonido del agua bajo nosotros es lo único que se escucha y al mismo tiempo mi llanto se aproxima, no quería llorar, no quería romper mis emociones en este lugar. Siendo sincero nunca me había molestado por ocultar lo que sentía, pero en este momento era inevitable evitar la mirada de Mishelle y aceptar su ayuda. No obstante, su mano se posa en mi espalda, logrando captar mi atención y regalándome un poco de consolación.

Sus brazos rodearon mi cuerpo y el calor me abrigó, dejé caer mi cabeza en su hombro, sin corresponder del todo al abrazo.

—La extraño.

—Lo sé, y no tienes que ocultarlo, no tienes que ser fuerte. Solo debes seguir siendo tú; el hombre al que mi hermana amó hasta su último minuto.

Aquella Noche NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora