Capítulo 15

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Mis pies se mueven como si estuvieran en una danza sincronizada, pero lenta, suave y sin prisa. Mis brazos siguen rodeando su cintura y no tengo necesidad de abrir los ojos, el momento atribuía una gran ola de paz y me permitía estar sumergido en ella para seguir descansando, aún si la realidad jalara todo mi cuerpo para que regresara, no quería irme.

El reloj en mi bolsillo sonó, pude oírlo y al mismo tiempo mi corazón de rompió en pedazos.

Me aferré a Violet con fuerza, como si de alguna manera pudiera evitar mi viaje de regreso.

—Vale, yo también estoy emocionada, pero me estás ahogando —me dijo entre leves risas y simulando poco aire. El nudo de mi garganta al que ya me había acostumbrado se formó, apreté los dientes con fuerza hasta tal punto de tensar la mandíbula, me aferraba tanto a su vestido como un niño pequeño lleno de miedo.

—Por favor no...—murmuré, las inmensas ganas de llorar me invadieron y lo reprimí, lo hice hasta que dejé de sentir su vestido entre mis manos, hasta que dejé de sentirla a ella en mis brazos.

Caí al suelo, devastado. Odiaba este sentimiento de vacío y oscuridad que me dejaba cada viaje, era como torturarme de la manera más hermosa, y aunque mi corazón lo agradecía mi alma se quebrantaba cada ves más.

Levanté la vista del suelo limpié mis lágrimas en vano pues estas seguían deslizándose desconsoladamente por mis mejillas. Me puse de pie, estaba en mi departamento, me apoyé en la cama, el dolor de cabeza cada vez era mas intenso y mis ojos eran mas pesados.

Solté un suspiro entre mi respiración agitada, apoyé la cabeza en el cabecero de la cama y empecé a cuestionarme lo que estaba haciendo, millones de preguntas se dispararon a mi cabeza y el odio hacia el tiempo y esta vida absurda creció, al igual que la ira.

Tomé lo primero que estaba a mi alcance y lo quebré con todas mis fuerzas al impactar con el suelo, grité por el enojo, mis ojos ardían por las lágrimas que ya no podían salir.

No entendía por qué debía vivir esto, por qué debía lidiar con la ausencia de algo que se supone tenía que estar hasta el último de mis días.

Era jodidamente difícil saber que podía tenerlo en mis manos, podía sentirla, mirarla, escucharla, y que al final del día otra vez tendría que perderla y vivir el mismo duelo una y otra vez.

Agarré otro objeto, levanté mi mano y estaba a punto de estrellarlo cuando algo llamó mi atención; la luz que provenía de la cocina y el ruido de algunas bolsas.

Fruncí el ceño, bajé la mano y sin ningún miedo abrí la puerta de la habitación, enseguida me encontré con el pasillo luminoso, colorido y el ambiente cálido del verano me abrazó, mi expresión no cambió hasta que la vi pasar a la cocina, en dos segundos, solo dos, alcancé a divisarla perfectamente.

Del impacto dejé caer lo que sostenía, el vidrio se dispersó por todos lados y el estruendoso sonido me hizo reaccionar. Empecé a caminar, ignorando el diminuto dolor que sentía al pisar uno de los pequeños pedazos que yacían en el suelo.

Mis labios fueron separados poco a poco, no supe en que momento mi respiración volvió a agitarse tanto, pero no estaba lo suficientemente enfocado en eso, el asombro me tenía demasiado ocupado para eso.

Al salir del pasillo mi corazón se detuvo por ver la cabellera castaña de Violet, ver como su cuerpo se movía con tanta naturalidad y lo que más me conmovía; con realidad.

Me quedé paralizado, podía sentir como mis ojos se cristalizaban poco a poco y mi voz se perdía. Separé mis labios, intenté decir algo pero alguien me robó la oportunidad.

—Ya estaba por salir a buscarte —me congelé al escuchar mi propia voz a mis espaldas, antes de que pudiera moverme una imagen diferente de mi apareció y caminó hasta Violet para abrazarla por detrás.

Entonces supe que aquello no era verdad y me odié a mi mismo por jugar con esto. Solo que ese odio desapareció hasta convertirse en envidia.

—¿Estás bien? —Preguntó, pero no ganó ninguna respuesta, suspiró al no recibir siquiera la mirada de Violet.

¿Qué era esto? No lo recordaba, no pude haber viajado mas veces en el tiempo porque yo no era quien estaba con ella. Nada de esto me sonaba familiar.

—Violet hace varios días que no quieres hablar conmigo, dime ¿He hecho algo mal? —me compadezco, mi mirada se pone en ella, mis ojos se ven apagados, preocupados y llenos de angustia y allí me detengo.

Violet acaricia su mejilla con una sonrisa, casi puedo sentirla de igual manera, tuve la misma reacción de siempre, cerré los ojos por la paz que aquello producía.

—Olvidé comprar algo más —la atmósfera se quiebra, el ambiente pacífico se congela y no entiendo muy bien el por qué hasta que la veo abrir la puerta del departamento sin que yo la detenga—. Te amo —mencionó con la misma sonrisa cariñosa.

De manera inconsciente giré mi cabeza lo mas rápido que pude hacia el calendario que marcaba el 7 de noviembre, mis ojos se abrieron abruptamente.

Era la noche del accidente.

Violet cruzó la puerta, la desesperación me consumió en cuestión de segundos.

—¡Violet no! ¡REGRESA! —Grité con todas mis fuerzas, intentando llamar mi atención, pero solo era un simple fantasma en ese lugar. Me miré, tenía la mirada perdida y no recordaba lo que estaba pensando en ese momento, tampoco me importaba, solo quería llamar mi atención—. ¡DETENLA! ¡LA VAS A PERDER!

Grité, sollozando.

—¡AXEL! —Intenté abrir la puerta pero parecía estar sellada, no podía hacer nada por mas fuerza que utilizara.

—¿Axel? —escuché una voz ajena al fondo, la ignoré, seguí intentando, lo hice hasta que desperté.

Abrí los ojos, mi respiración estaba agitada, la luz del sol lastima mis ojos de manera inmediata así que cubro mi rostro con ambas manos.

Todo había sido un sueño.

—¿Axel? —llevé mi mirada a la puerta, en donde se encontraba la madre de Violet—. ¿Entraste por la ventana?

¿Por la ventana? ¿A que se refería?

Observé todo a mi alrededor, estaba en la habitación de Violet y para corroborar la suposición la ventana estaba abierta, dándo una perfecta vista al balcón. Apenado me incorporé y talle mis ojos, al igual que ella no comprendía que hacía aquí.

—No era necesario que entraras así, pudiste avisarnos —me dijo ella, riéndose levemente.

—Lo siento, realmente no tengo muchos recuerdos de anoche.

—¿Tomaste? —pregunta en un tono angustiante y sorprendido a su vez.

–No y lamento si estoy molestando, señora Reynolds, debería irme.

Me puse de pie, no pude dar mas de dos pasos, instantáneamente caí al suelo, todo mi cuerpo dolía.

—¡¿Estás bien?! —Elena me ayudó sin dudarlo, solo pude mirar como sus rodillas caían al piso, mis ojos estaban cansados y mi vista no era nítida.

Escuché mas voces a mi alrededor pero no pude distinguirlas bien, mis ojos se fueron apagando poco a poco hasta que no había mas que oscuridad y silencio, dos cosas a las que ya me había acostumbrado pero seguía temiendo.

Aquella Noche NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora