No sentir nada.
Estar desconectado de todo, de tus emociones y de esta "vida" que te encarcela, era tocar fondo y no saber ni hallar otra salida. Sin importar lo que hiciera, lo que pensara, todo me llevaba a un estado de culpabilidad por no hacer más.
Y aún así, todavía tenía fuerzas para estar aquí, frente a la casa de los Reynolds.
—Me alegra que hayas venido, Axel —Elena me recibió con una sonrisa de labios cerrados, aunque trató de disimularlo sus ojos demostraban lastima por mi bajo aspecto.
Entré al hogar, el frío recuerdo de esta casa vacía me causó escalofríos mientras Elena me llevaba hasta el jardín de la casa, ahí noté la comida sencilla que había preparado para ambos, o conociéndola, para mi.
—Siéntate, hace tiempo que no hablamos, es un placer tenerte aquí —expresa, contenta.
—Le agradezco, Elena, más por tenerme en cuenta.
—Eres un hijo para mi, Axel, claro que te tendré siempre en cuenta —afirma, luego de darme tres palmadas en el hombro. No sé bien por qué me quedo de pie como tonto al lado de la mesa, pero ella no se demora en hacerme una seña para que me siente—. Creo que las moscas comerán mejor que tú hoy.
Le sonrío y obedezco, mirar la comida no me era provocativo y en estos meses solo había comido unas cuentas veces.
—¿Qué pasa?
—Lo siento, no quiero ser irrespetuoso, pero no he comido bien últimamente.
—Y por eso estás aquí — los gestos de Elena son amigables, cariñosos y llenos de comprensión que recibo de manera inconsciente por mi estado. Es raro sentirme en familia luego de tantos meses llenos de soledad y de ausencia, es raro sentir la comida entre mis dientes cuando ya está parecía casi algo ajeno a las necesidades de mi cuerpo.
Es extraño que quiera colapsar ahora y llorar en brazos de Elena como un niño pequeño en brazos de su madre.
—Mi hija siempre decía que te cocinaría hasta el cansancio para saciar tu hambre, siempre bromeaba con eso, ha de estar muy contenta de verte comer hoy.
Mis ojos se cristalizan sin permiso mientras mastico la comida y aparto la mirada de Elena.
—¿Por qué apartas la mirada?
—No quiero ser...
—¿Irrespetuoso? Hijo, eres mi yerno desde hace tres años, creo que podemos ahorrarnos este tipo de conflictos —su sonrisa origina la mía, Elena tenía un sentido del humor muy común, Violet también había heredado eso de ella—. Sé que no estás nada bien, Axel y solo me preocupa una cosa.
—¿Cuál es? —pregunto.
—Perder a otro hijo.
Sus palabras son muy punzantes tanto que llegan hasta lo más profundo de mis sentimientos y hace saltar a mi corazón.
—Violet nunca paraba de hablar de ti, jamás, decía que le gustaba la manera en la que pensabas, que adoraba tus ojos y el color de tu cabello, que, de sus cosas favoritas se encontraba la diferencia de altura que ambos tenían. Y sobre todo, el color que transmitías para ella —Me dijo, asegurándose de que cada palabra perforara mi corazón—. Ahora te veo y no hallo al Axel del que se enamoró mi hija.
—Quizás ha muerto con ella.
—¿Crees que es lo mejor? ¿Sabiendo que puedes vivir tú con ella?
Silencio.
Ambos nos miramos esperando una respuesta del otro, o más bien, esperando una respuesta de mí, una más válida una que justificara el pésimo estado en el que me encontraba.
—No sé como hacerlo.
—¿Es eso? ¿O solo no quieres tomar el camino difícil?
—No quiero tomar un camino fuera de ella.
—Salir adelante no significa olvidar.
—Es lo que todos le dicen...
—¿Y no crees que tantas voces tienen la razón?—su mano alcanza a la mía, llegando a acariciarla y tomarla con fuerza, sus ojos grises me miran con seguridad y rastros de aprecio—. Nunca he dudado de la forma en la que amabas y amas a Violet, pero hijo, te aseguro que Violet te amaba de la misma forma y no querría que siguieras así.
—No sé como evadir este peso de mí —me sincero, con la voz quebradiza.
—No puedes, nadie puede evadirlo, pero podemos ayudarnos, todos queremos hacerlo, solo danos el espacio para ayudarte a salir adelante, Violet así lo querría.
Aprieto los labios, contengo las lágrimas y sin más que decir Elena me rodea con ambos brazos acobijándome con la calidez de su abrazo, de su amor y su aprecio de su comprensión.
No puedo siquiera contar el tiempo que pasé en sus brazos pero esa noche me quedé en la casa de los Reynolds, esa noche reí un poco y descansé como nunca. Y a la mañana siguiente, luego de pensar en la cama, obteniendo una última solución y esperanza me puse los zapatos, salí de la casa sin decir nada y caminé de regreso a mi departamento.
Estaba decidido a lo que iba a hacer, aún con las charlas que todos me habían brindado, no todos podían entender la magnitud de mis sentimientos que se aferraban a Violet sin un regreso.
De camino el sonido destructor de una grúa llamó mi atención, observe cómo destruían la sala de cine y tras un minuto de impacto corrí preocupado, observando la hora e imaginando la posible presencia de alguien dentro de esa sala.
—¡Ey! ¡DETENGANSÉ, HAY UNA CHICA AHÍ ADENTRO! —agité mis manos para llamar la atención de los trabajadores, y en mi mente, la imagen de aquella chica que encontré una vez aquí limpiando se proyectaba por mi memoria.
—¿De qué habla? Esta sala está clausurada desde hace mucho tiempo.
—Lo sé, pero había una chica, tenía el cabello castaño, hacía un servicio de limpieza en las mañanas.
—¿Servicio de limpieza? Nadie ha autorizado eso, y los últimos trabajadores de este lugar renunciaron el año pasado. Hemos revisado todo antes de entrar, no hay nadie.
Ignorado, me quedé de pie mientras todo seguían con su trabajo, con la mirada perdida en las puertas que poco a poco se desmoronaban en el suelo y con la pregunta incierta que me confundía, sin entender entonces quién era esa chica.
ESTÁS LEYENDO
Aquella Noche Nuestra
RomanceExtrañar es un sentimiento profundo que, con el paso del tiempo se convierte en algo más intenso. Irónico ¿Cierto? Pero todos hemos extrañado algo alguna vez, todos hemos añorado con todas nuestras fuerzas recuperar aquel tesoro perdido que... en s...