Capítulo 16

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Frío es lo que recorre todo el cuerpo, no abro los ojos pero estoy despierto, puedo sentir y escuchar todo a mi alrededor, incluso el dolor del golpe que está en mi cabeza, pero no tengo necesidad de alterarme, solo me permito sentir todas estas cosas sin razón alguna.

Mis ojos se abren y miran al techo, las estrellas yacían intactas en el mismo lugar junto a algunas fotos de nosotros, sonrío por las que distingo entre la oscuridad.

La primera es una que tomamos en su recital de Ballet antes de que saliera a presentarse, estaba nerviosa y quise bromear para sacarle unas cuentas sonrisas y pudiera irse con seguridad. Su cabello estaba perfectamente atado, siempre nos decían la pareja tan bonita que formábamos, no solo porque éramos parecidos en muchas cosas como el color de cabello, la misma forma de ojos era similar aunque el color café de los míos era de gran diferencia, y por supuesto que jamás alcanzaría a tener la misma belleza que sus ojos portaban. Aún con eso, los halagos venían más por nuestras personalidades.

Recordaba a Violet como la chica mas alegre de este mundo, ella era despreocupada pero atenta, sonriente y nostálgica al mismo tiempo, sociable, amable y espontánea, y yo sólo era un admirador de su perfección, con una personalidad bastante contraria a la de ella.

Siempre mencionaban lo diferente que yo era cuando ella aparecía, o como mis ojos se iluminaban al verla. Eran esas mismas diferencias las que nos hacían conectar de una manera inefable e incomparable.

Lo que me lleva a la segunda foto, y esa no fue tomada por alguno de nosotros, sino por Mishelle en un parque, en dónde se reflejaba a la perfección todo lo que podía describir de nosotros.

En la tercera estábamos abrazados, mirando hacia la cámara con una sonrisa enorme.

Sonreí al vernos tan felices, y dolió saber que lo había perdido.

Me puse de pie, esta vez con más cuidado por el dolor que sentía en la cabeza, bufé cuando se intensificó pero lo ignoré, no había dado mas de dos pasos hacia la puerta cuando esta se abrió lentamente, mostrando a Mishelle bajo el marco con una bandeja de comida.

—¿Qué haces de pie?

—Ya debo irme, ya es algo tarde —respondo, distraído en el suelo, trato de hallar mis zapatos.

—Mi madre me pidió que te dijera que debes descansar y comerte esto, no creo que quieras tener problemas con mi madre ¿O si? —ambos reímos al unísono.

—No. Pocas veces la he visto enojada.

—Y créeme, es mejor así.

Mishelle extiende la manos, acercándome la bandeja y obligándome a retroceder y sentarme en la cama. Realmente es poco lo que hay en la bandeja, y lo agradezco, solo es un poco de fruta picada, tostadas, huevo y jugo de naranja.

Lo miro todo sin saber por donde empezar.

—No has comido nada estos días ¿Verdad? —pregunta, aunque ya debe tener una respuesta concreta.

—Esto deja de importar cuando te dejas consumir por el dolor —murmuro aunque es audible para ambos.

Ella asiente, mostrando su comprensión.

—Bill ha tratado de comunicarse contigo estas semanas —me recuerda.

—¿Él sabe que estoy aquí? —le doy un mordisco a la tostada antes de mirarla nuevamente.

—No, creí que no era de mi incumbencia lo que deban hablar.

—No debemos hablar nada, él solo está preocupado por como me encuentro.

—Y por lo mismo deberías escucharlo, Axel. Tú...—se corta a sí misma, aprieta los labios como si quisiera regresar el tiempo y no haber entrado en ese tema—. No pareces estar bien.

Yo sonrío por la amabilidad que siempre ha poseído Mishelle y es gracioso justo en este momento, no tenía que disfrazar las palabras por miedo a decir lo obvio.

—Lo sé, tengo ojeras, estoy más delgado y parece que no me he bañado en un año —la miro con burla, no quiero incomodarla—. Sé que no estoy en las mejores condiciones, pero la verdad es que nadie puede cambiar eso ahora, ni yo.

—¿Estás seguro de eso? —sus ojos me indagan al soltar la pregunta, como si buscara que yo entendiese que sí había y existía una posibilidad que yo mismo me impedía ver o no aceptaba, y quizás no estaba nada lejos a la realidad.

—Ni yo.

Repito, esta vez mas convincente.

Me pongo de pie, dejo la bandeja en mi lugar y le regalo una sonrisa a Mishelle, ella solo me sigue en cada movimiento.

—Gracias por la comida. No quiero ser descortés, pero debo irme.

No espero respuesta, no quiero que me retenga más tiempo, debía pensar, organizarme y saber lo que haría, mis pensamientos estaban dispersados y yo cada vez me sentía más perdido en ellos.

Solo me quedaban tres viajes y eso me volvía loco, sin importar que o a que noche iría debía hacer más que vivir en esa realidad o pronto se acabaría.

Escuchaba los llamados de Mishelle, unos tras otros, yo solo los ignoraba, lo hice hasta que abrí la puerta de la casa y me encontré a una chica con un paquete blanco entre las manos, ella parecía agotada y por alguna razón mis pies se quedaron inmóviles, como si quisieran quedarse allí plantados y ver que pasaría.

—Hola, me alegra que por fin me escucharan —ella sonríe con la respiración agitada—. Traigo un paquete especial para Violet Reynolds, es su pedido especial para su boda, usted me entiende —me guiña, manteniendo su alegría y haciéndome entrega del paquete.

Mis ojos se clavan en la caja, es grande y tiene un listón violeta en la tapa. Escucho como la chica se despide y por inercia también lo hago de manera despistada, mis pensamientos se centran únicamente en sus últimas palabras y me llenan de curiosidad.

No me molesto en cerrar le puerta de la casa, me tumbo al suelo y paso saliva al dejar la caja en el suelo, aterrado porque lo que pienso sea cierto.

—Axel...—Mishelle busca interferir, pero la detengo mostrando mi mano, necesitaba un momento, uno solo en donde no me pidieran algo, donde no me negaran algo y solo me permitieran sentir a lo que vería.

Levanto poco a poco la tapa de la caja, mis manos temblaban y mi temor se convirtió en una realidad cuando la quité por completo. Mi primera reacción fue tapar mi boca con ambas manos, podía sentir como mis lágrimas empezaban a salir al ver el vestido de novia que mi prometida había elegido.

El vestido es una obra de arte, con encajes delicadamente trabajados y unos ribetes de perlas y un escote discreto con pequeñas piedras blancas y brillante, su color es de un blanco hermoso, es impecablemente limpio, casi brillante, casi como si reflejara la luz del sol. Los hombros están decorados con encajes delicados y finos, como alas de mariposa. La cola del vestido es larga y suave, no logro observarlo bien desde esta posición, no puedo apreciarlo de la misma manera porque mis ojos se llenan de lágrimas.

Mis manos se aferran al vestido como si mi vida dependiera de ello, como si aquello me regresaría a aquellas noches en las que abrazaba a Violet y el dolor no existía. Me aferré, con mil y cero razones y mi corazón se rompió cuando no pude evitar imaginarla con el vestido puesto, sabiendo que ese día jamás llegaría.

Solté un grito de dolor, aún de rodillas y llorando como un niño pequeño, lloré como nunca antes lo había hecho, gritaba por la frustración y el dolor que esto causaba, porque permití que esto me consumiera hasta el punto de ahogarme.

Mi pecho subía y bajaba de manera desesperada, las lágrimas caían una tras otra y poco a poco empecé a sentir la calidez y los abrazos de Mishelle y Elena, quienes se habían echado al suelo para consolar mis gritos y sollozos entre abrazos y palabras que no escuchaba con claridad. Ninguna de las dos me soltó, tomaron mi mano sin saber que mi alma quería desprenderse de mi cuerpo y llevarle este vestido a Violet para así cumplir una de tantos sueños y noches que nunca llegarán a cumplirse.

Aquella Noche NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora