Capítulo 18

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Me gustaría decir que he dormido, que he tenido uno de esos sueños a los que me aferro, esos que no son felices, pero tampoco miserables. A esos sueños que hacen que mis uñas queden en mis palmas por un intento desesperado por escapar de la realidad en la que vivo.

Pero solo sería una mentira.

He pasado noches enteras que parecen un desperdicio, al igual que los días en los que siquiera me dedico a mirar el sol.

Solo pienso, me detengo en un minuto, me tardo en regresar en más de dos y quisuiera no tener ninguno, pero aquí estoy y los pensamientos no se detienen, solo giran en círculos, círculos que se centran en las palabras que se escaparon de mis labios sin permiso «Violet murió» «Violet se fue» cuando yo me había rehusado a entender esas simples palabras y que todavía prohibía dentro de mis pensamientos

Lo cierto era que Violet no se había ido, aún no, tenía maneras de encontrarla, tenía escapes a los cuales recurrir. Aún podía saber algo de ella, estar con ella, gracias a el reloj.

No tenía por qué aferrarme a esta realidad, no tenía por qué confiar en las palabras que los demás me decían, no tenía por qué aceptar algo con lo que no podía vivir. Aún había tiempo para mi y para Violet.

Tomé el reloj en mis manos, estaba mas frío que de costumbre, últimamente todo estaba así. Era extraño recibir una caricia del viento, un destello del sol o escuchar una canción diferente y alegre en la radio.

Yo lo notaba, aunque no lo pareciera y mis pensamientos se centraran en una sola cosa, como ahora. El reloj marcó la hora, lo modifiqué como pude, no sabía si eso serviría, solo lo hice.

—Por favor, sólo llévame a...—el timbre me interrumpió. Miré hacia la puerta, al fondo del pasillo, regresé la vista al reloj.

Como era de esperar el timbre sonó nuevamente, y agotado, me dirigí a la puerta. Al abrirla no tuve reacción alguna, mi semblante no cambió, mi padre estaba del otro lado de esta.

—Hijo mío, me alegra verte —sus palabras están llenas de la expresividad que carece su rostro—. ¿Puedo pasar?

Mi cuerpo reaccionó antes que cualquier cosa, me hice a un lado para que pudiera pasar y al hacerlo me limité a cerrar la puerta, guardé mis palabras para otra ocasión.

—¿Como has estado?

—Mal.

El ser tan directo lo impactó de tal manera que no pudo disimularlo, tampoco puedo juzgarlo, era la primera vez que lo admitía con tal franqueza.

—Lamento si interrumpo tu espacio, hijo, pero pensé que te gustaría hablar.

—Es lo que menos quiero hacer —admito en voz alta.

Mi padre no se molesta en articular una sola palabra más, todo lo contrario, solo avanza hacia la sala sin decir una palabra más. Las relaciones nunca fueron mi fuerte y la conexión con mi padre hace mucho había decaído, era otro tema que no sabía manejar.

Prefería evitarlo, mantenerlo lejos de mi, lejos de la barrera que él mismo años atrás había puesto.

—¿Has comido bien?

—Puedes ahorrarte las preguntas rutinarias, papá —me giré para ver su expresión. Mi tono de voz se adueña del lugar y lo acompaña muy por debajo el silencio.

Él suspiró, con los ojos cerrados y poca frustración, dándole a mis palabras la razón.

—Los oficiales que llevan el caso de Violet y el otro chico han ido esta mañana a mi casa.

Me tomé un momento para analizarlo pero mi reacción se había adelantado, mis gestos se fruncieron y mi mirada se apagó, cegandome con enojo.

—¿Qué han dicho esta vez? ¿Por qué no solo cierran esa investigación tan absurda? No tienen la tarea de recordarme que Violet se ha ido.

Aquella Noche NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora