Capítulo 5

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Huidas y encuentros.

Evan nos llamó desde la sala, tuve un pequeño ataque de pánico, pensé que había escuchado todo hasta que dijo:

— Vengan, tengo que decirles algo.

Sabía a qué se refería, caminamos hasta la sala y Violet me vió, sorprendida, me dijo en voz baja que estaba pálido como una hoja, no le respondí, no quería meter la pata, así que me mantuve en silencio.

— Violet y yo tendremos un bebé. Anunció Evan, emocionado.

— Wow, felicidades, estoy muy emocionado por ustedes. Dijo Derek haciendo notar un "ligero" sarcasmo.

— Si, felicidades. Fue lo único que pude decir seguido de la sonrisa más forzada posible.
Evan se dió la vuelta y le lanzó a Violet una mirada fulminante.

— Me dijiste que no les habías dicho. Dijo Evan un tanto molesto.

— Ay cariño, perdóname, no pude aguantarme. Admitió Violet, mirándolo tiernamente mientras se reía.

— No importa, de cualquier forma iban a saber — Dijo Evan decepcionado — Espero que sea una niña, sería tan hermosa como mi Vi. Dijo mientras le daba un beso a Violet en la mejilla. Ahora veía todas sus demostraciones de amor tan falsas y forzosas.

— Que tierno eres. Dijo Violet con un aire de incomodidad inconfundible.

— Que romántico. Añadió Derek, sarcástico e irritante.

Ahora que sabía lo que pasaba, podía sentir la tensión en el aire, soy muy malo para mentir así que dije lo primero que se me ocurrió para salir de aquí antes de hablar y meter la pata.

— Bueno... Estuvo genial verlos hoy chicos, pero ya está un poco tarde, debería irme, no quiero dejar sola a Alice por más tiempo. Dije acercándome a la puerta para que no tuvieran tiempo de convencerme de quedarme.

— Okey, Nate, no te preocupes, nos vemos luego. Dijo Violet.

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Las noches de marzo en la ciudad son heladas, un frío punzante que se siente como mil cuchillas pasando por tu piel simultáneamente. Alice seguramente estaría dormida, no tendría que preocuparme por ella, estaba segura en casa, pero tenía que salir de dónde Violet, la tensión se podía cortar con una tijera para niños.

Dalia's bakery, había pasado por en frente varias veces pero nunca había entrado, una pastelería imposible de pasar desapercibida, un letrero gigante con luces de neón iluminaba la calle, iba cruzando por en frente cuando observé de reojo en la vitrina unos cannolis rellenos de chocolate, los favoritos de Alice, entre a la pastelería para comprarle algunos, pero una voz anunció desde el mostrador que ya estaban a punto de cerrar, levanté la mirada y quedé perplejo, la chica en el mostrador era Dalia, mi ex, pude haberlo imaginado por el nombre de la tienda, que tonto.

Al reconocerme, inmediatamente salió detrás del mostrador, fue hacia mí y me abrazó.

— Dios Santo Nate, han pasado años.

Dalia y yo no terminamos en malos términos, la conocí en mi último año de preparatoria y estuvimos juntos hasta mi primer año de universidad, ella decidió irse a Italia para estudiar gastronomía, y como ambos estábamos conscientes de que la distancia no nos ayudaría en nada, decidimos dejar nuestra relación hasta allí.

— Dalia... No lo puedo creer, me alegra mucho verte, ¿Qué estás haciendo aquí?

— Pues, cuando me gradué abrí mi primera pastelería en Italia, y cuando ya tenía suficiente dinero decidí abrir una sucursal aquí. Dijo con innegable emoción.

— Me pone contento que hayas logrado todo lo que querías, en serio. Dije un poco nostálgico.

— Gracias Nate, ¿Cómo estás tú? ¿Qué es de tu vida?

— Pues, estoy bien, la verdad, iba camino a casa y me detuve para comprarle unos cannolis a mi hija, Alice.

— ¿Tienes una hija? Dios, como pasa el tiempo. ¿Quién es la afortunada?

— Oh, te refieres a Morgan, si, larga historia...

— Entiendo, no tienes que decir más. Bien, ¿Qué querías? Estaba apunto de cerrar pero no será molestia.

— Ah, claro, los cannolis, dame 4, por favor.

Dalia se dirigió al mostrador y metió en una bolsa de papel los 4 cannolis.

— 5$ Dijo, extendiéndome la bolsa de papel con los cannolis.

— Bien, ten, muchas gracias, en serio, fue un placer verte pero ya me tengo que ir. Dije mientras sacaba rápidamente el dinero de mi billetera y tomaba la bolsa.

— Claro, no importa, igualmente, espero vernos pronto.

— Oh, casi lo olvidaba.

Me acerqué al mostrador rápidamente, tome un pedazo de papel, anoté mi número y se lo di.

— No quiero volver a perder el contacto contigo.
Dije antes de salir de la tienda.

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Me apresuré a meter la llave en la cerradura tratando de no durar mucho tiempo afuera, el frío me estaba matando, ya era un poco tarde y las calles alrededor de la casa estaban completamente desoladas. Finalmente entré y me encontré con Alice sentada en el sofá de la sala viendo caricaturas, al notar que había llegado, se levantó corriendo y me abrazó.

— Al fin llegaste papi, ¿Por qué tardaste tanto?

— Hola cariño, fui a donde Violet con Derek... Me distraje un rato, pero mira lo que te traje. Dije sacando la bolsa de detrás de mi espalda.

Alice tomó la bolsa y la abrió desesperadamente, se veía tan adorable, subió la cabeza y me miró con los ojos brillosos, estaba a punto de explotar de felicidad, la misma cara que Morgan ponía cuando le compraba cannolis, también eran sus preferidos.

— ¡Siii, cannolis, gracias papi! Exclamó con emoción.

— De nada cielo, pero ten solo uno, después el azúcar no te dejará dormir. Dije mientras le daba el cannoli.

Alice puso cara de enfadada, pero igual tomó el cannoli y le pegó un gran mordisco, con la boca llena dijo: — Gracias Nate.

— Ya hablamos sobre eso, no me llames Nate. Dije, queriendo mostrar autoridad, pero no pude aguantar la risa, se ve tan adorable cuando me llama Nate, como si fuera una adulta o una desconocida.

Alice se fue caminando con el pedazo de cannoli que le quedaba y se sentó de nuevo en el sofá. Dejé todas mis cosas en el mesón, me quite el abrigo y lo metí en el armario, luego repetí su acción, tomé un cannoli y me senté con ella en el sofá.

Al cabo de unos minutos, Alice se había quedado dormida sobre mi hombro, se veía exhausta, seguramente estaba tratando de no dormirse mientras esperaba que yo llegara. Cargué a Alice cuidadosamente tratando de no despertarla y la subí a su habitación, le puse su manta morada encima y la dejé dormir, me quedé unos segundos observándola, se veía tan pura, como un ángel, como si fuera la oposición de todo lo malo existente en el mundo, su cabello castaño oscuro yacía hasta sus hombros, llevaba una pijama de unicornios y arcoíris. La representación de adorable. Me acerqué a ella, le di un beso en la frente, y salí de la habitación sin hacer ni el más mínimo ruido.

Recuerdos Vacíos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora