Recuerdos Vacíos ©

Capítulo 24

Halloween del 2007.

Morgan Steinfeld

— ¿Pretendes ir así? ¿Tan simple? Preguntó Violet al ver que no llevaba ningún disfraz puesto para ir a la fiesta de la fraternidad. Solo unos viejos jeans rasgados y una camisa de Nirvana que era de mi papá. Era la primera fiesta de Halloween a la que asistiría y mi nivel de nerviosismo estaba por los cielos.

— No lo sé, no quiero llamar mucho la atención.

— Lo sabía, eres tan predecible—Dijo rodando los ojos, luego extendió su mano y me pasó una funda negra donde me imaginaba que se encontraba un disfraz— Ten, te compré esto.

— No era necesario, Violet...—Coloqué la funda sobre la cama y bajé el cierre para encontrarme con un disfraz de monja de látex nuevo— ¿Es en serio? ¿Es de mi talla siquiera? No voy a ponerme esto.

— Lo harás, te quedará y te gustará, créeme, tienes 15 minutos para arreglarte, vuelvo enseguida, mejor date prisa.

Empecé a quitarme la ropa rápidamente en lo que Violet dejó la habitación, saqué el disfraz de la funda y me lo puse, el traje se adhería perfectamente a mi cuerpo, aunque el látex era un tanto incómodo, no dejaba de lucir espectacular.

Me veía en el espejo y no me reconocía, mi cabello estaba cubierto completamente por el velo, llevaba un maquillaje simple, pensé que no estaría acorde con el disfraz pero decidí dejarlo así, ya llamaría demasiado la atención con la vestimenta de por sí.

— Te dije que te quedaría bien. Dijo Violet, entrando de golpe a la habitación, asustándome.

Por instinto me cubrí el cuerpo con las manos.

— ¿Podrías tocar al menos?

— También es mi habitación, por si no lo recuerdas, y deja de cubrirte, no estás desnuda, te ves fantástica, idiota.

— Tal vez.

— Ya vámonos, se hace tarde.

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— ¿Qué hora tienes?

— 9:37 p m

— ¿No los has visto aún?

— Nop.

— Ya deberían haber llegado hace rato.

— Creo que no vendrán... Deberíamos irnos, Vi.

— ¿Irnos? ¿De qué hablas? Si justo llegamos.

— No lo sé Vi... Sabes que no me gustan las fiestas.

— Te gustará ésta.

Rodé mis ojos y tomé un sorbo del ponche rojo de dudosa procedencia que tenía en la mano. Tal vez debía hacerle caso y dejarme llevar, ya era hora que saliera de mi habitación, aunque esta no sea la mejor opción para hacerlo.

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La casa de los ZETAS estaba llenas de telarañas, rezaba porque fueran artificiales, aunque había bajas probabilidades de que lo fueran, una máquina de humo inundaba el lugar de pies a cabeza, calabazas con terroríficos dibujos e infinidades de luces de neón iluminaban cada rincón, una espantosa bruja en la entrada y varios jinetes sin cabeza vagaban por la casa, tenebroso, pero tenía buena pinta.

— ¡BOO!

— ¿Es lo mejor que tienes?

— Eh, a decir verdad...