🌑capitulo 11🌑

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Y lo que hacían todos los seres en ese mundo era liberar la energía acumulada y hasta ahí, luego frenar, sentirse lleno de energía y seguir con sus actividades hasta necesitar liberar una vez más. Pero en cambio el estaba liberando más de la necesaria frecuentemente, y justo esta vez liberó demasiado de golpe. Juraría que no podría levantarse, lo único que podía ver apenas abrió sus ojos era un pecho semi moreno, y a su vez sentía el peso de un brazo sobre el que le abrazaba.

Y si, lo confirmo, se sentía completamente diferente a la vez pasada cuando había despertado completamente solo. Se sentía acompañado, tan cálido. Intentó moverse pero automáticamente ser quejó del dolor en su parte baja.

Levantó un poco su rostro para ver, solo por capricho el rostro atractivo del mayor, y para su sorpresa el contrario le encontraba viendo hace bastante rato.-¿siempre que te levantas haces tanto escándalo?- otra de las cualidades que había notado Shoyo era que al contrario no le gustaba que le molesten luego de dormir, aunque con el no parecía haber problema. Hinata se volvió a quejar por el dolor, haciendo que el pelinegro se diese cuenta.-¿Te duele?-Shoyo asintió.-Lo siento.-

-Nada que no pueda soportar.-Sonrió mientras Kageyama se levantaba ligeramente para verle, ensima del menor. Mantenía una expresión seria sin sacarle la mirada de ensima, comenzando a ponerlo nervioso. Su rostro comenzaba a acercarse aún más, Shoyo estaba justamente preparado para que esos labios choquen con los suyos, pero en un momento se detuvo y retrocedió ligeramente.

-Me asegurare de que no hagas falta en el paraíso, puedes pasar aquí todo el tiempo que gustes hasta que estés mejor.-Se levanto de la cama sin más cubriendo todo su torso con una bata suya dispuesto a marcharse a trabajar.

Hinata suspiro cuando porfin estuvo solo devuelta, sonrojandose al recordar todo lo de anoche, los toques, los besos, la manera en que había intentando no hacerle daño, o al menos eso era lo que creía el.

Volvió a cerrar sus ojos con un poco de dolor de cabeza, aún totalmente cansado, ahora sabía, que no era totalmente bueno liberar más energía de la necesaria. Aunque... No estaba tan mal y se había sentido totalmente bien, nada de lo que se hubiera arrepentido.

[...]


Llegaba cubierto de sangre a sus apocentos, había tenido unas largas horas encargándose de todo aquel mal que los del paraíso no querían encargarse, después de todo, el debía encargarse de todo lo malo, y luego el odio de todos se lo llevaba el. Pero por alguna razón, si ahora lo pensaba, aquella criatura era la única que no sentía odio ni tanto temor hacia el.

Le provocaba cierta sensación en el pecho, pero otra completamente distinta a las demás personas que no le tuvieron miedo. Suponía que era solamente por que era un cupido y transmitía esas vibras.

-¿Se ha ido?-Preguntó a los sirvientes que intentaban limpiarle apenas había llegado.

-No señor, no ha salido de la habitación desde su salida.-Frunció el ceño extrañado, normalmente como hacía siempre, solía salir volando por vergüenza o tratando de evitar la situación, ¿Le habría hecho daño o algo por el estilo?

Voló rápido hacia la habitación, y allí estaba, dormido, como tal cual era, como un hermoso Ángel, notó cierto color demasiado rojizo en el, extrañado tocó su frente y su cuerpo, el cual se encontraba demasiado caliente. -Hey, hey Hinata, despierta.-El recién nombrado abrió los ojos lentamente, pero se sentía demasiado mal como para decir algo o ponerse contento de que el diablo le estuviese despertando en sus brazos.

Tomó una manta y lo cubrió todo al rededor de el, tomándolo luego en brazos para salir de aquel lugar, directo al paraíso, sabía que los seres rara vez se enfermaban, y por eso debía recurrir al dios de la salud y el amor, Sugawara, antes de que se marchase al mundo de los mortales y no poder contactarle más. Era el único dios con confianza al cual podía revelarle algo como esto.

-Bienvenido.-Saludaban los dos guardianes de las puertas con miedo, los cuales solo vigilaban a tales horas.

Apretó con algo de cuidado y cariño,en busca de protegerle y esconderlo, aquel bulto de tela que tenía en sus brazos, hasta llegar a los imperios de aquel dios.

Posiblemente luego vendría Oikawa a molestar por adentrarse en aquel lugar sin previo aviso asustando a todas las criaturas de allí. Pero ahora solo se preocupaba por el Ángel que tenía en sus brazos, tal vez por una obvia culpa de él. Movió un poco aquella tela para corroborar que siga vivo al menos, y movió un mechón de su pelo acariciandolo para calmarlo mientras esperaba a que Sugawara le atendiera.

-Señor Satán, que sorpresa, pase.-Sorprendido saludo el peligros, el cual no faltaba mucho para que abandonase aquel mundo.

-Tengo un problema.-

Cupido y Satan [kagehina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora