La otra cara del amor

Capítulo Catorce

—¿Pero... cómo? ¿Por qué? —siento el nudo en mi garganta y las lágrimas llegar a mis ojos— tú llamaste antes de irme al instituto, dijiste que él estaba bien —la primera lágrima cae y mi hermano solo me observa— ¿Me mentiste? ¿Eso hiciste? —no puedo aguantar más y cubro mi rostro con mis manos mientras sollozos escapan de mí.

—No Hailey, no te mentí —me envuelve en sus brazos— él estaba bien, sólo que no podíamos verlo aún, hace como dos horas el médico que lo está tratando salió a informarnos que nuestro padre estaba inconsciente a causa de un accidente cardiovascular.

—¿Accidente cardiovascular? ¿Qué diablos fue lo que le pasó? —pregunto confundida sacando mi rostro de su pecho.

—Papá cuando salió del trabajo olvidó sus lentes en la oficina, pero aún así quiso irse a casa en el auto, sabes que él no ve bien de noche, todo iba bien, hasta que llegó a un semáforo en rojo del cual por no llevar los lentes no se percató y ocasionó que continuará —un sollozo escapa de mí—, él no se dio cuando cuándo el camión venía en dirección a él e impactó en el lado del copiloto, al parecer cuando el airbags se abrió le dio muy fuerte en rostro haciendo que el pegara la cabeza detrás de él, y así fue que ocurrió el accidente cardiovascular.

» El accidente cardiovascular es cuando un vaso sanguíneo cerebral se bloquea e impide el paso de la sangre al cerebro, por ello papá cayó en coma, el médico dice que puede salir de ella tanto en días, meses, incluso años, pero que hay esperanzas, y que además estarán tratando lo del vaso sanguíneo para hacer que despierte pronto.

—¿Tendrá alguna consecuencia luego de ello? —No puedo evitar preguntar como loca.

Es mi padre de quien hablamos, el primer hombre del que he recibido amor, quién me ha tratado como una reina y más allá de todo quién me ha dado mi lugar como la reina de su vida, su pequeña hai —como suele decirme—, el temor me invade al pensar que él quedará así, o que nunca podrá despertar y esto ultimo me dan ganas infinitas de llorar.

Pensar que no tendré más a mi padre para jugar, o molestarlo me genera mucho estrés y demasiada ansiedad.

—Sí —responde mi hermano—, puede ir desde problemas de comportamiento o pensamiento, hasta algo un poco más simple como pérdida de memoria.

Aunque su respuesta no me da mucha tranquilidad, pensar que solo podría quedar con pérdida de memoria, igual es un problema grande, mi padre no será el mismo y ninguno en casa tampoco, todo cambiará.

Y la idea de un cambio tan drástico me da terror, todos mis pensamientos justo ahora se resumen en temor, de que mi padre está colgando de un pequeño hilo, donde él está entre la vida y la muerte. Donde le ruego desde acá afuera que por favor luche por vivir, por que sueño con que sea el padre celoso conmigo cuando le presente algún novio —el nunca conoció a Austin más allá de un simple amigo, aunque tampoco estaba mucho en la casa las veces que él fue, mi madre me ayudó a guardar el secreto—, que cuando me vaya a casar él sea el que me lleve de la mano al altar, sueño con que cuando salga embarazada el acaricie mi pancita a la espera de su nieto o nieta, y que cuando ese niño o niña esté en el mundo él se convierta en el abuelo amoroso y celoso como lo es conmigo, que más que ser un abuelo sea un padre también.

Siento mis mejillas húmedas ante mis pensamientos por mi padre, luego siento unos brazos envolverme mientras mis manos cubren mi rostro. Su aroma es tan peculiar que con solo percibirlo siento de quién se trata.

—Dylan, tengo mucho miedo —suelto en un hilo de voz.

—Lo sé hermanita —soba mi cabeza— yo también tengo mucho miedo, pero tenemos que ser fuerte —se aleja un poco y toma mi rostro entre sus manos—, debemos ser fuertes por él, por papá, ambos sabemos que podrá recuperarse de esta y que será el mismo señor juguetón y echador de broma como nosotros.