Capítulo Diecisiete

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Capítulo diecisiete.

Día uno.

Después de abrazarlo se me hizo casi imposible y doloroso devolverle el te amo con un yo también por qué sabía que si lo decía cambiaría mi decisión de irme, de alejarme de él y de por fin empezar mi proceso de amor propio y autoestima o como yo le llamo Jasontixcación. Así que solo deshice el abrazo y me subí a la parte trasera del auto de mi tío, el no tardó mucho en salir de la casa e iniciar el viaje a su casa.

Durante estos treinta minutos después no he despegado mi vista de la ventana donde solo voy viendo los autos que pasamos, algunos establecimientos y el camino donde sólo hay grama, arboles y soledad, no puedo evitar comenzar a derramar lágrimas por qué así como está de sola la carretera me siento en este momento en el que comencé a alejarme de Nothing Hill, cuando me estoy alejando de mis amigos, de mi hermano, mi madre, mi padre quién aún se recupera del accidente, pero mucho más me duele estarme alejando de él, de quién veo como mi todo, mi oxigeno diario, mi comida para andar, quién considero más allá de amigo, más que un simple conocido de hace años.

Mi tío intenta sacarme conversación en varias ocasiones en las que me he limitado solo a responder como monosílabos y él ha parecido entender mi poco apetito de conversación en estos momentos así que ha dejado de insistir. Limpio lágrimas que han ido cayendo por mis mejillas y me enderezo en el auto, el camino a casa de mi tío es de dos horas y media así que en el trayecto que falta me coloco mis auriculares doy play a mi lista de reproducción y me dejo llevar por la música, hasta que me quedo dormida.

~~~

—Hailey —escucho mi nombre, mientras sacuden mi cuerpo—, Hailey mi niña, despierta —vuelven a llamarme mientras acarician mi rostro delicadamente.

Abro mis ojos poco a poco mientras levanto un poco la cabeza y una mueca de dolor invade mi rostro ante la molestia que ahora siento en mi cuello, giro hacía mi derecha y puedo ver a mi tío fuera del auto, él es quien em ha despertado. El auto esta estacionado en una grandiosa casa de dos pisos, y el frente pintado de blanco totalmente limpio una verdadera casa a la que admirar.

Mi tío me ayuda a bajarme del auto mientras me dice que ya las maletas con ladrillos, les dice así a mis cosas disque por que las maletas están pesadas, pero yo no le creo, ya están en mi habitación.

—Gracias por despertarme —le digo a mi tío antes de abrazarlo y continuar con mi barbilla en su hombro— gracias por traerme aquí —siento mis ojos ponerse aguados, pero parpadeo varias veces para evitar alguna lágrima escape.

—Todo estará bien mi niña, tranquila —es su respuesta mientras soba mi espalda de arriba abajo.

Me separo y entro a la casa. Olvidaba lo grande que era, lo fina y delicada que se veía, al entrar el piso de cerámica blanca es el primero en recibirte, seguida de unas paredes y un techo pintado del mismo color, haciendo así contraste con el sofá, el estante y la mesita de centro negras, los cojines del sofá son blancos resaltando de donde están reposando, a mano derecha de la puerta de entrada se pueden apreciar unas escaleras en forma de caracol que guían al segundo piso donde se encuentran las habitaciones y un baño.

Al final de la entrada principal hay una puerta sin manija la cuál da entrada a la cocina, donde se encuentra mi tía cocinando algo que huele delicioso y quién está cantando mientras cocina, así que no nota mi presencia hasta que hablo:

—Mmmm tía, huele delicioso.

—Dios, pequeña hai, me asustaste —responde mi tía limpiándose las manos del delantal de flores que lleva puesto, y acercándose para envolverme en sus brazos mientras que yo solo me limito a sonreír aceptando la muestra de cariño de mi tía.

La otra cara del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora