Capítulo Tres

38 5 4
                                    

Capítulo tres

—Puedo darte un permiso, pero... —Respondo inclinándome un poco más hacía arriba haciendo que nuestros labios rocen, él parece desesperado ante mi gesto y busca de acortar la distancia para un beso.

En el momento en el que se inclina para besarme me retiro, mi cuerpo y corazón reclaman a mi mente por tal acto y a mí por haber accedido, pero no puedo darle el poder de jugar conmigo, es una lucha difícil, pero con el pasar del tiempo se me ha hecho más sencillo vencer a mis impulsos.

—Pero debes admitir que yo te gané jugando ludo —Termino mi frase mientras su expresión se torna confundida, encoje sus hombros como restándole importancia.

—Eso jamás niña, jamás diré eso —Me rodea y termina de entrar a la casa.

Luego de ir a la habitación de huéspedes y dejar su mochila allí sale y se sienta en el sofá frente al que estoy donde yo me senté a esperarlo. Tomo mi teléfono y entro a una red social donde suben videos bailando, graciosos y de poca duración, comienzo a ver videos graciosos en los que me es inevitable no reír hasta el punto en el mi estomago empieza a doler de tanto reír.

—Y si me cuentas el chiste a mí también —Espeta con un tono algo molesto—Estás risa y risa y yo no entiendo de qué, a ver de qué tanto ríes que casi te haces pipí—se levanta y se posa por detrás del sofá donde estoy sentada y observa el teléfono.

—Sólo estoy viendo videos, ¿No tienes descargada esta app?

—No, no la tengo descargada —Mira mi teléfono mientras deslizo hacía arriba al terminar un video algo tonto —Wow... Está súper cool ese video —Agrega asombrado ante un video con una canción que no sé el nombre y salen humos de colores en el aire y el fondo negro.

—Hay más videos como este, son demasiado geniales —Sigo deslizando hacía arriba.

Seguimos viendo videos y no sé cuánto tiempo pasa hasta que suena el timbre debe ser la pizza.

—Yo abro, seguro es el chico de las pizzas — Informo levantándome, él no me responde solo asiente con su cabeza y continúa viendo videos en mi teléfono.

Casi trotando me dirijo a la puerta y abro, el repartidor de pizzas es un chico alto, rubio y de facciones fáciles muy hermosas, el entraría en el campo de amor imposible de cualquier chica heterosexual y haría dudar a las homosexuales.

—Son diez dólares con noventa y cinco centavos —Me informa el lindo repartidor de pizzas.

—Wow... Ok... Toma —extiendo mi mano que está temblando por los nervios de hablar con un chico lindo, él toma el dinero, lo cuenta, verifica esté completo y me extiende la pizza con la botella de Coca-Cola.

—Si sigues temblando como lo estás haciendo se te caerá la pizza y la botella de refresco se batirá —Hace una sonrisa ladeada mientras me observa.

Miro mis manos y tiene razón.

—Es que está haciendo mucho frío, y pues estoy hablando contigo —Al principio miento para no decir lo segundo, pero las palabras salen sin siquiera darme cuenta y siento como mis mejillas se calientan indicándome que me estoy sonrojando, además por el asombro mis ojos se abren como platos, que pena.

—¿Y qué tiene que estés hablando conmigo? No soy una figura pública, ni tampoco un asesino en serie que busca de matarte con una pizza y una coca—Enumera riendo, con una mirada llena de picardía y diversión.

—No es por que seas una figura pública... es que no suelo hablar con chicos despampanantes como tú —Vuelven a salir las palabras sin antes procesarlas, este chico tiene la habilidad de hacerme hablar sin pensarlo.

La otra cara del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora