La otra cara del amor

Capítulo Dieciséis

Capítulo dieciséis.

Las palabras que ha dicho el médico en este momento hacen que llore, y no por tristeza.

Mi hermano es el primero en correr a donde he caído dejando a mi mamá llorando mientras no aparta la vista del médico antes de dejarse ir por un impulso y abrazarlo, él no la aleja sólo responde amablemente a su acto mientras que le expresa qué, no fue obra de él sino fue mi padre.

Mi hermano me abraza y ambos lloramos aún en el suelo, —¿Es en serio? Dime que si por favor — le pregunto a Dylan con la poca voz que tengo.

—Sí hermanita es cierto, mi padre, tú padre, nuestro padre, Héctor Cooper despertó —sus últimas palabras me hacen llorar de nuevo por la alegría de esta noticia.

Deshago el contacto con mi hermano para colocarme de pie y darle un abrazo a mi madre también, ella responde a mi abrazo mientras que su rostro queda en mi hombro y siento este humedecerse por sus lágrimas, me alejo de ella para acercarme al médico y preguntarle:

—¿En serio despertó? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Está bien? —paro cuando siento la mano de Dylan en mi hombro.

—Sí, en serio despertó. Fue hace como dos horas, una enfermera le colocaba el tratamiento cuando él gritó removiéndose en la cama —mis ojos abren por la impresión, pero el continúa—. Fue una reacción y que él quedó inconsciente en el momento que su cabeza impactó con el asiento, aparentemente el gritaba en ese instante.

—¿Podremos pasar a verlo? —Pregunta Dylan.

—Hoy no, justo ahora esta dormido por unos calmantes que el hemos suministrado para calmarlo, mañana luego del medio día si podrían verle, primero queremos hacerle unos análisis. Uno de ustedes puede pasar la noche con él.

—Yo lo haré —dice mi madre—, ustedes vayan a casa yo me quedo con él.

Dylan y yo no nos negamos a las ordenes de mamá, simplemente asentimos mientras el médico se alejaba de nosotros anotando algo en una hoja que llevaba en un portapapeles.

—Tomen —mi madre extendió unos billetes— esto es para que paguen el taxi, en la casa hay comida, pero si quieren pedir algo pueden hacerlo, vayan y descansen, su padre está bien —concluyó con suma tranquilidad.

Dylan tomo el dinero, ambos nos despedimos de mi madre cuando entró a la habitación de mi padre, le di un abrazo lateral a Dylan mientras salíamos de la clínica de camino a casa. Rápidamente tomamos un taxi y en el camino se me hizo imposible no pensar en estos últimos meses, y que la espera valió la pena, mi padre pudo con esto, él es fuerte. Siempre supe que lo es, pero ahora me lo acaba de demostrar y eso me llena de orgullo.

Por otro lado, también pienso en cómo me fui dejando... o bueno, nos fuimos dejando consumir todos en casa por este acontecimiento, mi madre, Dylan y yo hemos bajado de peso, aunque en este último no sean tan notable como en mi madre o en mí, y sé que al regresar al instituto todos lo notaran y aunque, no me guste llamar la atención suelo ser sociable.

También pienso en los procesos que podrá pasar mi padre, como por ejemplo la terapia para que sus extremidades funcionen al cien por ciento de nuevo, y me da un poco de miedo siquiera imaginarme que podría tener algún daño permanente o fuerte en su mente, ¿Y si pierde la memoria? ¿O sí simplemente su mente no es la misma y no es el Héctor qué era mi padre? Esas y otras preguntas me abruman antes de que el taxi aparque al frente de nuestra casa y Dylan me indique que me baje, lo hago y me encamino a la puerta, saco mis llaves y abro la puerta principal dejando a Dylan atrás.

Al entrar sigo directamente a mi cuarto, sin decir más cierro la puesta detrás de mí, me quito la ropa que llevo puesta y procedo por acurrucarme en las sábanas, estoy muy cansada; el que mi padre haya despertado y esté mejor me aliviana un poco el peso que sentía en mis hombros, estoy más relajada y tengo mucho sueño. No tardo en mucho en quedarme dormida.