Capítulo Once

14 4 3
                                    

Capítulo once

¡Carajo!

Caí al suelo mientras que las chicas que están del mismo lado de la cancha que yo vinieron a ayudarme, otras reían y el profesor simplemente no dijo nada.

Me levanto del suelo y busco con la mirada a Jason, este se está riendo desde donde está sentado, al igual que la morena a su lado, me siento tan patética y estúpida, todo esto por estar pendiente de ese imbécil.

Ese imbécil que te encanta, admítelo.

Mi conciencia no se equivoca en ello, pero me es tan difícil dejarlo ir, pasar página como dicen muchos, y aunque es difícil hacerlo por si solo, más es cuando en el fondo sabes que no quieres, que deseas seguir a su lado y no quieres alejarte, sabes que quieres estar en cada alegría, cada llanto y en cada momento de su vida, así como esa persona ha estado para ti, eso complica las cosas un cien por ciento.

Me levanto del suelo con la mano derecha en mi mejilla del mismo lado, donde recibí en balonazo, me duele y arde un poco.

—¿Te sientes bien? —me pregunta el profesor acercándose a donde estoy— ¿Te dolió?

—No, fíjese que no, solamente me estoy sobando la mejilla por diversión —suelto con un claro tono molesto— no quiero jugar más.

Me alejo del profesor dejándolo con la palabra en la boca, Esther viene detrás de mí y puedo escuchar cómo se ríe, mientras que Fernanda es incapaz de intentar ocultar lo chistoso que resultó el balón dándome en la cara.

—¿Podrías dejar de reírte? —espeto acercándome a Fernanda— yo no le encuentro la gracia —tomo el bolso donde traje mi agua.

—Es... Es que... Es que fue demasiado gracioso —me responde entre risas mientras y al finalizar suelta unas cuantas carcajadas muy sonoras— ¿A dónde vas?

—Pues a mi casa, no pienso seguir practicando hoy, ni nunca —tomo mi bolso y comienzo a caminar lejos de todos.

—¡Oye! ¡Hailey! —escucho el grito que viene del culpable de que me distrajera, me detengo— ¿Ya te vas? —se detiene frente a mí.

—Sí —¿Se irá conmigo? ¡Se va conmigo! — ¿Te irás conmigo?

—Ha, no, era para saber, es que yo me quedaré con Stephanie, ella entrenará ahorita y me dijo que me quedara a verla, avísame en lo que llegues.

Celebré muy temprano.

—Ah... —ruedo mis ojos— ok, adiós —sin esperar respuesta lo rodeo y comienzo a caminar fuera de la cancha.

Eso fue... fue... un total y rotundo desastre.

Primero por el hecho de qué se suponía —o yo creía— que Jason había ido con la intensión de verme a mi entrenar, jugar o lo que fuese que fuera a hacer, yo me vine con el short negro y una camisa del mismo color que me quedan realmente hermosos, mis medias largas negras con rayas blancas a la altura de las rodillas y los zapatos negros, recogí mi cabello en una cola alta, dejando unos mechones rebeldes fuera, me veo genial, o bueno me veía antes de recibir un balón con mi mejilla y esta terminara totalmente roja.

Además, conoció a esta chica llamada Stephanie y prefirió quedarse con ella que acompañarme a mi casa, a la que —de paso— debo irme caminando por qué no traje dinero ¡La cereza del pastel! Caminar veinte minutos hasta mi casa, fantástico la verdad.

Voy caminando y estoy realmente cansada, ya llevo diez minutos de camino, la mitad, me falta poco.

El cielo comienza a ponerse oscuro y varios truenos empiezan a hacerse presentes —ahora lloverá, mejor aún— intento ignorarlos y continúo caminando.

La otra cara del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora